Los ecos de la guerra en Ucrania siguieron resonando con fuerza este jueves en el 75º Festival de Cannes, con polémica en torno a la presencia del director ruso Kirill Serebrennikov y un documental póstumo sobre la ciudad mártir de Mariúpol, del director lituano Mantas Kvedaravicius, que fue asesinado por el ejército ruso mientras filmaba el documental en la ciudad que hoy ya ha sido vencida. El trabajo estremeció con su crudeza.

Dos días después de la apertura del certamen, con un mensaje videograbado del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, Cannes comprobó de nuevo que abrir la puerta a la actualidad tiene consecuencias inesperadas.

“Creemos realmente que todo lo que es ruso tiene que ser suprimido”, dijo a la AFP Andrew Fesiak, productor ucraniano de filmes. El productor aludía a Serebrennikov y a su película “La mujer de Tchaikovsky”, que compite por la Palma de Oro, y que aborda sin tapujos la homosexualidad del compositor ruso, un ídolo en su país. Serebrennikov es un cineasta enfrentado al régimen de Vladimir Putin, que lo condenó por desvío de fondos. Exiliado en Berlín, el miércoles emocionó al público en la sala con un “¡No a la guerra!”, proclamado con fuerza.

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Serebrennikov “no es un opositor, en absoluto”, considera sin embargo Fesiak. “Toda su carrera ha sido financiada con el dinero del gobierno ruso”, añadió.

El director ruso, cuya película fue recibida con aplausos, tuvo que contestar repetidas veces a preguntas sobre esa financiación en rueda de prensa.

En entrevista con la AFP, Serebrennikov precisó que su filme estuvo financiado “por empresas independientes rusas” y por “fondos europeos”.

Kirill Serebrennikov, el director ruso que presenta filme “La mujer de Tchaikovsky” para competir por la Palma de Oro, defiende su independencia de Putin y el gobierno ruso.

“RUSOS BUENOS”

Para Andriy Khalpakhchi, director del festival internacional del filme de Kiev Molodist, no existen “rusos buenos” en este momento. “Entiendo por qué dicen lo que dicen. Entiendo que están en una situación terrible, que hay gente que pierde su vida, su casa (…). Para ellos, es incluso difícil oír el idioma ruso”, declaró Serebrennikov, conocido por sus posiciones favorables al colectivo LGBT+ en Rusia, que le han granjeado problemas. La posición de un “boicot total”, más allá de las delegaciones oficiales rusas, que están prohibidas en Cannes, es defendida por sectores ucranianos “ultras”, advirtió el pasado lunes el delegado general del festival, Thierry Frémaux, para quien la polémica está zanjada.

Mantas Kvedaravicius.

EL HORROR CRUDO

Cannes pudo por otro lado revivir de forma cruda el horror de la guerra con la presentación de un documental, “Mariúpolis 2″, del director lituano Mantas Kvedaravicius, que pagó con su vida el rodaje. De casi dos horas de duración, el documental fue montado a contrarreloj por su equipo, tras la muerte de Kvedaravicius el 30 de marzo, a manos de las tropas rusas.

“Era importante para él demostrar la vida y la gente en tiempo de guerra, más que la guerra”, explicó a la AFP su novia, Hanna Bilobrova, que montó el documental.

“Cuando oímos hablar del asedio de Mariúpol, sabíamos que aún había vida, y él dijo: ‘tenemos que ir’”, añadió la joven, con la voz rota por la emoción.

Kvedaravicius había estado en Mariúpol, una ciudad portuaria a orillas del mar de Azov, cuando estalló el levantamiento de la minoría rusófila en la región del Donbás.

El cineasta regresó en febrero del 2022 para reunirse con las personas que había conocido y filmado años antes.

Sin voz off ni música, el documental ofrece una mirada desnuda, de largos planos filmados principalmente dentro y fuera de una iglesia de la ciudad, con un grupo de refugiados, habitantes de Mariúpol que se resisten a abandonar el municipio.

Arriesgando sus vidas, los hombres y mujeres de la iglesia salen en busca de víveres, de ropa, bajo el ruido incesante de las bombas, los disparos, a veces lejos, a veces cerca.

Los refugiados en la iglesia creen que la protección divina les salvará de las bombas. En un momento del documental, un responsable local les pide que se vayan para poder cerrar el templo. Los que están dentro se niegan, y al espectador solo le queda adivinar qué sucederá con esa gente.

Un director novel ucraniano, Maksim Nakonechnyi, y un veterano, Sergei Loznitsa, han sido invitados por el certamen para presentar respectivamente sus obras en los próximos días.

EL DILEMA

“¿Están dispuestos a suprimir a Chéjov, Dostoyevski, Tolstói y otros genios rusos?”, dijo a la AFP el cineasta crítico con el régimen ruso Kirill Serebrennikov, admitiendo sin embargo “entender” a los ucranianos descontentos con su presencia en Cannes.

Su presentación el miércoles de “La mujer de Chaikovski”, en liza por la Palma de Oro, suscitó críticas por parte de representantes del cine ucraniano, que instaron a “suprimir” “todo lo que es ruso”.

“Primero, tengo que decir que entiendo por qué dicen lo que dicen. Entiendo que están en una situación terrible, que hay gente que pierde su vida, su casa (…). Para ellos, es incluso difícil oír el idioma ruso. Lo entiendo muy bien”, afirmó el director de “Leto” (2018) y de “La fiebre de Petrov” (2021).

“Pero cortar con todo lo que es ruso sería un gran error y estoy contento de que el Festival de Cannes haya tomado la buena resolución”, añadió. El certamen anunció, a finales de marzo, que prohibiría a los cineastas rusos cercanos al poder, pero no cerraría las puertas a los artistas críticos con el régimen del presidente Vladimir Putin, que ordenó invadir Ucrania el 24 de febrero.

Más tarde, el delegado general, Thierry Frémaux, indicó que Ucrania estaría “en la mente de todos” durante la muestra, especialmente con varios filmes ucranianos programados.

Escena de “La mujer de Tchaikovsky”, presentada en Cannes.

“NO ES JUSTO”

Serebrennikov, de 52 años, aplaudió la postura adoptada por el festival, porque no se debe “rechazar a la gente a causa de su nacionalidad”. “¿Están dispuestos a suprimir a Chéjov, Dostoyevski, Tolstói y otros genios rusos? No es justo. No es justo rechazar a la gente debido a su nacionalidad”, reiteró. Conocido por sus creaciones iconoclastas, su apoyo a personas LGTB+ y su crítica indirecta al régimen de Putin, Serebrennikov compite por tercera vez en Cannes.

En las dos anteriores ocasiones no pudo viajar a Cannes porque la justicia rusa le prohibió salir del territorio, en un caso de desvío de fondos que, según sus defensores, era una maniobra política.

Sin ser opositor ni un disidente frontal a Putin, siempre ha denunciado la reducción de las libertades y las guerras de Rusia fuera de sus fronteras y ha participado en manifestaciones. El miércoles urgió el fin de la guerra en Ucrania, al final de la proyección oficial de su película en Cannes.

Denunciado en Cannes por algunos representantes ucranianos que afirman que “toda su carrera ha sido financiada con el dinero del gobierno ruso”, Serebrennikov precisó a la AFP que su filme estuvo financiado “por empresas independientes rusas” y por “fondos europeos”.

“Me preguntan por el papel de (Roman) Abramovich, que posee uno de los fondos que financió mi filme”, dijo Serebrennikov. Pero ese oligarca ruso “es alguien que ayudó mucho a los proyectos de arte contemporáneo, las oenegés (...) y alguien que estuvo en las negociaciones entre Ucrania y Rusia”, alegó.

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