Emblema de la Independencia del Paraguay, su presencia en el centro de la ciudad nos invita a conocerla y a través de ella, descubrir cada objeto, cada historia, como si el tiempo se hubiese detenido entre sus gruesas paredes. José Samudio, su director, nos guía y habla sobre el surgimiento del museo y sobre el patrimonio que en él habita.

Con dos siglos y medio de existencia, la que conocemos hoy como La Casa de la Indepen­dencia pareciera que para varias generaciones un patri­monio que siempre existió, una parada obligatoria de la historia paraguaya siem­pre valorada, sin embargo, el museo que ahí habita tiene menos de sesenta años. La Casa de la Independencia, construida en 1772 por el ciudadano español Antonio Martínez Sáenz, es un reflejo de lo rico de la historia para­guaya y de lo particular de sus ciudadanos a la hora de valorarla.

EL RELATO Y LA HISTORIA

“Tenemos por un lado el relato de los hechos que suce­dieron en la independencia el 14 y 15 de mayo, eso es parte de la historia del Paraguay; y por otro lado, está la histo­ria de la Casa (de la Indepen­dencia) y del Museo mismo, que a veces se nos olvida. Imagínate que esta casa se compra en 1943 y recién en 1965 se habilita como museo”, comenta José Samudio, el actual director del Museo de la Casa de la Independencia.

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La construcción ubicada en la intersección de las actua­les calles Pdte. Franco y 14 de Mayo, cuenta con 5 habita­ciones y 320 objetos en exhi­bición, y estará abierta al público con un programa espe­cial durante el fin de semana de celebraciones patrias.

“En 1943 el presidente Higi­nio Morínigo compra esta propiedad para el Estado, en ese entonces, existían como un aparthotel en la Casa, según lo que he visto en regis­tros y en cartas, al hacer una reconstrucción de la historia de la casa. También había una parte que se alquilaba a una zapatería, y en la parte de atrás, fue un estacionamiento. Ahí vivía el padre del pintor, Félix Toranzos, que también era pin­tor, Luis Toranzos”, comenta Samudio.

CONSPIRACIONES Y VECINOS

La casona, que por 1811 perte­necía a los hermanos Sebastián y Pedro Pablo, sirvió de sede para las reuniones de conspi­ración que concluirían con el levantamiento cívico militar del 14 y 15 de mayo. En el lugar solía hospedarse el capitán Pedro Juan Cavallero y era una visitante frecuente Juan María de Lara, quien era vecina.

Según refiere Samudio, el his­toriador Juan Bautista Gill Aguinaga fue quien ayudó a salvar parte de la edificación de la Casa de la Independencia a comienzos de los años 60 del siglo pasado. “La casa aledaña a la Casa de la Independencia se había demolido para hacer es un edificio que iba a ser una empresa de seguros. Entonces, Benjamín Melilla, un gran his­toriador curioso, que no tenía contacto con las autoridades gubernamentales, recurre a su amigo Juan Bautista Gill Agui­naga para que no sigan derrum­bando la casa, pues éste era una persona muy influyente. Él llegó a hablar con Stroess­ner para pedirle que pare la demolición y gracias a eso con un decreto se crea la Comisión Casa de la Independencia en 1961″, explica.

EL ACERVO

“A partir de entonces trabajan por lo que va a estar expuesto en la Casa de la Independen­cia, sobre qué muebles van a poner, quién va a ser el direc­tor, de dónde se va a sacar presupuesto. Ellos arman un plan para poder darle vida a la casa y poder hacer verdade­ramente un museo que pueda ser atractivo”, agregó. Según relata, esta comisión nombra a Carlos Pusineri Scala como director del museo, y junto a varios asesores en 1965 se inauguran el museo.

Los descendientes de los pró­ceres como Juan Bautista Rivarola, Fernando de la Mora, Fulgencio Yegros proveyeron al museo de gran cantidad de bienes muebles para la Casa de la Independencia.

“Y aparte de eso, Roberto Quevedo (por entonces ase­sor), que tenía una gran visión del arte, empieza, por ejemplo, a comprar cuadros o a encar­gar cuadros a pintores nacio­nales. A Jaime Bestard, por ejemplo, le encarga lo que en realidad es el hito que marca la independencia: Iturbe con el cañón intimándole a Velasco, que es lo más recreativo de la independencia. Incluso hay en obrante en los archivos cuánto cobró. Muchos de los cuadros de Jaime Bestard están en la Casa de la Inde­pendencia, y a veces, nosotros pasamos así desapercibido, y no sabemos que son de Bes­tard, uno de los más grandes pintores que tuvo el Para­guay”, comenta el director, al tiempo de valorizar lo singu­lar del patrimonio artístico con el que cuenta el museo.

En el patio se encuentra un mural realizado por José Laterza Parodi, en donde pue­den leerse varios párrafos de la nota del 20 de julio de 1811, dirigida a la Junta de Buenos Aires, en la que se ratificaba la independencia del Paraguay.

“Existen tres murales en la Casa de la Independencia, uno de ellos en la entrada, que dice ‘Casa la Independencia’, que es de José Laterza Parodi, está el que hizo sobre el Para­guay colonial y después, en 1978, está el mural de la nota del 20 de julio. Laterza Parodi es quizás, el único heredero de la técnica de Julián de la Herrería. Julián, de la herre­ría que era un gran ceramista. El mural de la Casa de la Inde­pendencia lo hace en una téc­nica que se llama a cuerda seca, que son características del arte contemporáneo paraguayo que quedan reflejados en los bie­nes muebles”, comenta. Ade­más, el museo cuenta con baú­les y otros muebles de la época y aportes artísticos como el Cristo de madera de Fulgencio Yegros, o como los trabajos de Guillermo Da Ré, quien recreó en cuadro de la independencia.

“Él, por ejemplo, pinta como cuatro cuadros que están hoy en la Casa de la Independen­cia y que son muy importan­tes. También está el cuadro y la independencia, en donde se cae la silla y está en el billete de 10.000. Ese, por ejemplo, es un atractivo fabuloso”, agrega Samudio.

Si bien las necesidades de cui­dado del espacio, tanto en res­tauración, mantenimiento y puesta en valor siguen sin sal­darse, como cada año el Museo de la Casa de la Independencia ofrecerá diversas actividades a sus visitantes durante las festi­vidades patrias.


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