Hoy Toni nos lleva a un recorrido por las casas de Arlequín Teatro, con una historia de perseverancia en un difícil pero exitoso camino trazado por José Luis Ardissone hace exactamente 40 años.

Son las 19:30 en punto del martes 3 de mayo del 2022, suena el timbre en la calle Antequera 1061 y se activa el mapa de los recuerdos, las evidencias, diría Margarita Durán, al instante se enciende en mi memoria aquel viejo local que fuera del Olaf Discotec, donde en mi infancia allá por 1980 pasaba imaginando “viejas historias vikingas” caminando por el empe­drado, en plena Villa Morra.

Unos años después, en 1982, José Luis Ardissone, arqui­tecto de profesión, conver­tiría el espacio en el lugar donde muchos fuimos a ver una obra por primera vez gracias al proyecto “estu­diante al teatro”, “Las troya­nas”, “Todos en París cono­cen”, con Perlita Fernández Monzón, o “Muerte de un viajante”. Para muchos que hoy somos “cincuentones” son inolvidables aquellas experiencias, al día siguiente de ver piezas del teatro uni­versal conversábamos en aula con la docente, haciendo una especie de crítica de tea­tro ayudándonos a formar nuestro sentido estético.

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“El último de los amantes ardientes”. Con Clotilde Cabral. Arlequín. Asunción, 1994.

UN ENCUENTRO CON TERESITA TORCIDA

Pero yendo a los orígenes, José Luis Ardissone al vol­ver de estudiar arquitectura en Río de Janeiro, meca de la modernidad en Sudamérica, abrió un estudio con Paolo Pederzani, que fue muy prós­pero, sobre la calle Fulgen­cio R. Moreno entre Yegros e Independencia Nacional, más adelante, en 1969 inau­guraba Amandau, una casa de decoraciones en la calle 25 de Mayo entre EEUU y Pasaje Molas.

Es ahí donde nace su relación con el teatro, en 1970 con una visita de Teresita Torcida al local para ver algunos mue­bles, justo en aquella época había asistido él a una obra en la que actuaba Teresita y la acción transcurría en la casa de un arquitecto y era tan fea la escenografía que él pensó: “Ahí no puede vivir un arquitecto”, entonces apro­vechó la presencia de Tere­sita, diciéndole: “Señora, si usted alguna vez necesita alguien que le haga una esce­nografía, con mucho gusto cuente conmigo, a lo que ella me contestó: “bueno gracias, gracias”; “yo pensé que era un cumplido simplemente lo que me decía, pero a la semana me llama y me comenta: ‘María Elena Sachero y Mario Prono, directores de la compañía del Ateneo, quieren hablar con usted’, allá corrí a hablar con ellos y me ofrecieron hacer la escenografía de ‘Un ros­tro para Ana’ de Mario Halley Mora, ese fue mi primer tra­bajo profesional en el teatro, a partir de ahí preparé otras varias escenografías para el Ateneo y un buen día forma­mos el Grupo Gente de tea­tro con Teresita Torcida, Gustavo Calderini, Rafael Arriola, Clotilde Cabral y Mario Kravetz”.

Arlequín Teatro. Villa Morra. Asunción c.1982.

VILLA MORRA 1982

Sigue contando Ardissone: “Un día me dijo Mario Kra­vetz: ‘¿querés actuar en la próxima obra?’, era lo que yo estaba esperando, que me ofrecieran un papel como actor y así hice mi primer personaje actoral en el tea­tro profesional, mi personaje se llamaba señor Bonassola, yo era el jefe de un cajero y la obra se llamaba ‘La farsa del cajero que se fue hasta la esquina’, a partir de ahí las cosas se fueron dando, diez años con Gente de teatro hasta que decidí hacer teatro todo el año, para ello me puse a buscar un local. Encontré en Villa Morra uno que trans­formé gracias al apoyo de Tessy, mi señora, que me per­mitió utilizar todos los bienes que teníamos en conjunto, vendí terrenos, hice présta­mos, colaboraron amigos y al final inauguramos Arlequín el 3 de mayo de 1982.

Antiguo local de Arlequín antes de su acondicionamiento para el teatro. Barrio Villa Morra. Asunción c.1980.

LA FUNDACIÓN LA PIEDAD Y LA CALLE ANTEQUERA

“Pasó el tiempo y llegó el momento de abandonar aquel primer local, con­seguimos refugio por una temporada en la fundación La Piedad donde ahora está la Academia Paraguaya de la Historia, después apareció el ingeniero Ernesto Mon­tero, que me dijo que me que­ría mostrar un local que era un depósito, como era origi­nalmente el de Villa Morra, y me preguntó: ‘¿Te parece que acá podés traer tu tea­tro?’, yo como arquitecto le dije que sí, él me respondió: ‘bueno, es tuyo, hacé aquí tu teatro’, le respondí que le agradecía mucho, pero que realmente ya no estaba en condiciones económicas para invertir de nuevo en una sala; acto seguido me pregunta: ‘¿cuánto vas a necesitar?’, y le respondí: no sé, tengo que hacer un cálculo, entonces me contestó: ‘prepará y avi­same’; preparé un antepro­yecto e hice un cálculo, le llamé tres días después y le dije que necesitaba 50.000 dólares, estamos hablando de 1991, creo que con esa suma podemos concretar algo, y me respondió: ‘Vamos a ver que hacemos’. Pasaron como seis meses, no me llamaba y pensé, bueno, no va a pasar nada, pero un día sonó el telé­fono y era él, que me dijo: ‘está la plata, podés empezar a tra­bajar’. Inmediatamente nos pusimos en campaña, a hacer el proyecto, a traer albañiles, a arreglar todo el local, por el camino faltaron 25.000 dóla­res más, el ingeniero se puso con ese dinero y finalmente pudimos inaugurar nuestro segundo local el 13 de agosto de 1992 con la obra ‘Llama un inspector’ de J. B. Priestley”.

Arlequín Teatro. Villa Morra. Asunción c. 1982.

La pasión de Ardissone hizo que contra viento y marea siga soñando sin claudicar y conti­núa relatando: “El ingeniero nos había dicho que nos daría el local sin cobrarnos alqui­ler y que al cabo de 10 años si nosotros seguíamos exis­tiendo como entidad nos iba a transferir, pero por el camino él tuvo dificultades económi­cas, había sido que fue hipote­cada la propiedad a un banco y no pudo cumplir; entonces, el banco le quitó y a partir de ahí nuestro jefes propieta­rios eran otros y empezaron a cobrarnos alquiler, pero al poco tiempo ellos también quebraron y el local pasó a ser de la Superintendencia de Bancos que no nos cobraba alquiler, pero nos dieron un plazo de tres meses para aban­donar el local. Ahí si empeza­mos a buscar abogados, a ver qué hacíamos y la única solu­ción era adquirir el inmue­ble, mi hermano Roque tuvo la generosidad de comprarnos y donarnos, es así que a partir de 1998, más o menos, somos dueños del local”.

Así en una fresca tarde de mayo, José Luis Ardissone nos relató pasajes inéditos de la historia del recorrido de Arlequín, desde el viejo local de Villa Morra, pasando por una propiedad del doctor Barbero, hasta el actual, ahí en los límites de los barrios San Roque y Gral. Díaz, con su eterna mirada al ocaso del Sol y a la aurora de alguna nueva obra.

“El gran deschave”. Arlequín. Asunción.
Arlequín Teatro. Barrio San Roque. Asunción.

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