Por Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas

Nunca comprendo el poder en su totalidad. Sé que está en alguna parte. También aprendí que cuando se lo encuentra –por la razón que fuere, porque se lo buscó o porque por casualidad se cruza en el camino– hay que ejercerlo. En el campo del poder, todo está en juego y todo se disputa. No son pocos ni pocas quienes lo procuran y, “si no ejerces el poder, cuando lo tienes, lo tendrás por poco tiempo. Alguien, por las buenas o por las malas, te lo arrebatará y no podrás hacer nada por impedirlo”, me explicó didácticamente, casi paternalmente, cuando faltaban unos 20 años para el nuevo siglo, un relevante dirigente político argentino que llegó a presidente, pero que no supo recordar aquel consejo. El poder. Desde entonces –a partir de aquella conversación en una de las mesas marmoladas del casi mítico Café Tortoni, en la Avenida de Mayo 825, entre Tacuarí y Piedras, en Buenos Aires, unos 1.260 km al sur de mi querida Asunción– el poder es una de mis preocupaciones permanentes.

Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa: Las sanciones económicas occidentales son una “declaración de guerra”.

“ESTOY MUY MAL, LLORO MUCHO”

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Ejercer el oficio de periodista, con frecuencia, te lleva hasta los que tienen el poder para preguntarles qué hacen con él o por qué hacen lo que hacen cuando ejercen el poder. En muchas ocasiones no se puede acceder a las y los poderosos. Por tanto, hay que analizar los hechos y los deshechos. En algunos ensayos académicos con pretensiones de erudición, es frecuente leer que se le adjudica a Niccolò di Bernardo dei Machiavelli [Nicolás Maquiavelo] alguna responsabilidad en el diseño de ciertas prácticas políticas que se mantienen hasta hoy. De allí que “El Príncipe”, un texto formidable que don Nicolás escribió en el transcurso de 1513 cuando encarcelado era prisionero de Los Médici, en Florencia y publicó en 1532, se troco en uno de mis libros preferidos para comprender lo que hasta hoy me resulta incomprensible: El poder. ¿Qué pasa en Rusia? A Nino Ramella, colega periodista, chateo con Elena en Moscú. “Hola Nino! Perdón por no contestarte. Es que estoy muy mal psicológicamente. Duermo mal, lloro mucho... Estoy pensando en el futuro de mis hijas en un país que no lo tiene. Imagínate… ahora en las escuelas obligan a los maestros a dar lecciones de patriotismo. Les explican a los alumnos que los ucranianos son nuestros enemigos. Y yo no puedo protestar, porque desde hace unos cuantos días está en vigencia una nueva ley. Según esta si estás en contra de la guerra (incluso nos prohibieron pronunciar la palabra ‘guerra’ porque dicen que no es una guerra, sino una ‘operación especial’ , te dan 15 años de cárcel. Hace una semana teníamos esperanza. Y ayer la perdimos. Te explico. Tomamos la decisión de irnos de Rusia, de este país esclavista. Queríamos vender uno de nuestros pisos (tenemos dos. Somos ricos ) y comprar dólares para poder vivir algún tiempo en Brasil. Tengo un amigo allá y nos ofreció su ayuda. Además, Brasil es un país donde no necesitamos visado. Ahora solo los países latinoamericanos están abiertos para nosotros. Bueno... pero a partir de ayer no podremos comprar dólares. Ya está prohibido. Pero .... seguimos buscando la información. No podré vivir en este país donde mucha gente apoya la guerra. Nuestra sociedad está muy enferma, Nino”. Precisa después: “Es que estos rusos [refiere a la sociedad en ese país] que apoyan la guerra son zombis, les asustaban durante muchos años, mostrando por la TV federal mucha información de los ‘enemigos’ que querían conquistarnos. Y siguen mirando solo canales federales con plena mentira. Y cuando se despierten, en un mes, en un año, no importa, dirán: ‘Uy, nos hemos equivocado. Tú, tuviste razón. Fue una guerra, éramos ocupantes y no libertadores. Pero no lo sabíamos y bla-bla-bla”. Lo reconocerán un día, pero para mí siempre seguirán siendo cómplices de este terrorismo”.

¿Por esta marcha, la guerra?

LA CONSTRUCCIÓN DE UN RELATO

La construcción del relato para producir verdades de pata corta. La que será, sin dudas, registrada como la primera guerra europea en el siglo XXI que, una buena mayoría de especialistas aseguran que fue iniciada por el anócrata Vladimir Putin, crece en intensidad y crueldad. Miles mueren sin saber por qué. En la Aldea Global vuelven a circular palabras que habían caído en el desuso o solo aplicaban en la academia. Occidente, es una de ellas. ¿En la idea que encierra lo global, como concepto, hay oriente u occidente? No. Todo, en el globo es equidistante del centro. La geometría tiene poca relación con política y religión. Oriente y Occidente, tienen sentidos sociales precisos que se apoyan tanto en creencias y religiones como en razones políticas y comerciales que dan paso a la idea de los polos opuestos y, en algunos casos, a la guerra. Tal vez desde los ‘90 como consecuencia de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que concretó Mijail Gorbachov y los desarrollos tecnológicos y de la red de redes, la www (World Wide Web), la idea conceptual de lo global gana espacio. Pero, el conflicto en Ucrania permite el avance de los muertos vivos. ¿Qué pasa en Rusia y en Ucrania? Lamentablemente, la guerra. Muertes, violaciones de los derechos humanos, retroceso de la democracia, injusticia, inequidad, pobreza, millones de personas desplazadas y/o en situación de tránsito, desesperación, angustia, perfidia, cinismo. Luego de dos semanas de violencias, hasta ahora, quienes se oponen a la invasión, no envían tropas a los territorios en disputa. Solo pertrechos, para que se maten entre ellos y ellas con lo mejor que ofrecen en sus góndolas los señores de la guerra. Las unidades aprestadas para combatir o ya mismo en combate son otras muy diferentes de las que vimos en otros conflictos.

EL RELATO DE LA GUERRA

El relato de esta guerra –además de las historias estupendas, dramáticas, sentidas, precisas, trágicas que desarrollan los y las corresponsales que a riesgo de morir reportan como debe ser, desde el frente– nos llega desde las crónicas que dan cuenta de la marcha de la economía y las finanzas en la Aldea Global hasta pocas semanas atrás estremecida por 452 millones de contagios y poco más de 6 millones de muertos por la pandemia de SARS-CoV-2. Como escuadrones de élite, desde algunos días atrás, los bancos globales embargan las cuentas de rusas, rusos y de Rusia. La primera de las descargas masivas con la más potente de sus armas, el SWIFT –acrónimo de la Society for World Interbank Financial– dejó a las corporaciones rusas y a los magnates súbditos de Putin, fuera de juego. Luego, tiraron con embargos puntuales. Numerosos yates de altísima gama, hiper lujosos, están amarrados en los más elegantes puertos europeos sin poder navegar. Tampoco pueden pagar con sus tarjetas del más alto nivel porque -como sus cuentas- están bloqueadas. Algunas esquirlas de los misiles económico-financieros, incluso, sacuden el mundo fútbol. La FIFA, con 211 federaciones asociadas –la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene 193 socios– nada puede hacer para que el súbdito ruso Roman Abramovich, dueño del club de fútbol Chelsea FC, de la Liga Premier de Inglaterra, pueda avanzar en la venta de esa entidad porque el primer ministro Boris Johnson, congeló todos sus activos y le impuso restricciones para viajar. Pero no es el único. Otros seis compatriotas del empresario futbolero –”oligarcas rusos millonarios”, como se los categoriza en los medios globales- están en la misma situación. Entre ellos, dos ciudadanos a los que se señala como “aliados del presidente de Rusia, Vladimir Putin”, en la BBC de Londres. “Las medidas (restrictivas) son el más reciente paso en el firme apoyo de Reino Unido al pueblo ucraniano. Seremos implacables en la persecución de aquellos que posibilitan la matanza de civiles, la destrucción de hospitales y la ocupación ilegal de aliados soberanos”, declaró el PM Johnson quien advirtió que “no puede haber puerto seguro” para quienes apoyaron la invasión. La guerra cobra intensidad. La nave insignia norteamericana junto con otras dos embarcaciones poderosas se sumaron al combate. Llegaron con sus acciones, sin que nada pudiera hacer Putin para impedirlo hasta el centro de Moscú. La cadena de comida chatarra McDonald’s, desde el miércoles pasado, después de 30 años, puso sus actividades “en pausa” y cierra los 850 locales que opera en territorio ruso. Explican la decisión en “el innecesario sufrimiento causado a Ucrania”, con la invasión que ordenó Putin. Starbucks, la cafetería, también está en pausa. Coca Cola, reportó que se retirará de Rusia. “Como empresa, nos unimos al mundo para condenar la agresión y la violencia, y rezar por la paz”, dice McDonald’s. “Seguiremos vigilando y evaluando la situación”, agrega Coca-Cola. “Nuestros corazones están con la gente que está sufriendo los horribles efectos de estos trágicos acontecimientos en Ucrania”, añade esa corporación. Las japonesas Sony y Nintendo, van por el mismo camino. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden ordenó dejar de comprar petróleo ruso. Europa va por otro camino.

VIEJOS ENCONOS

Con excepción de los soldados rusos y ucranianos, ningún otro militar ocupa los campos de batalla. ¿Qué pasa en Ucrania? ¿Qué pasa en Rusia? “Se ve la bacanal, la bacanal hostil, que ha sembrado Occidente, y eso, por supuesto, hace la situación muy difícil y nos obliga a pensar seriamente”, dice desde el Kremlin, Dmitry Peskov, un vocero del gobierno ruso y declara que “Estados Unidos ha declarado la guerra económica a Rusia y está librando esta guerra”. ¿Será solo eso? Quizás, haya que buscar las fuentes culturales originarias de los enconos bélicos del presente en que Teodosio, en el 382 de NEra –después de la Guerra Gótica– declara al cristianismo como religión oficial de Roma. Constantino, tiempo antes, en el 312 de NEra –luego de la Batalla del Puente Milvio– había adoptado también el cristianismo pero como su culto imperial. Aquella fractura entre los cristianos nunca se superó. Se mantiene hasta hoy. ¿Tal vez por esa razón, en un movimiento repentino, luego de los primeros disparos de las tropas rusas, el papa Francisco sorprendió al mundo al visitar la embajada de Rusia en Roma? El colega Jean-Benoît Poulle, en un texto titulado “La guerra Santa de Putin”, revela que el 7 de marzo último, el patriarca cristiano ortodoxo Kirill de Moscú, al referirse a la situación en Ucrania, afirma que “lo que ocurre hoy no es sólo político. Se trata de la Salvación del hombre, del lugar que ocupará a la derecha o a la izquierda de Dios Salvador, que viene al mundo como Juez y Creador de la creación”. Esa no es su última palabra. Kirill arremete contra Occidente que, sugiere, estigmatiza a Ucrania. “Hoy hay una prueba de lealtad a ese poder [occidental], una especie de pase hacia ese mundo ‘feliz’, un mundo de consumo excesivo, un mundo de aparente ‘libertad’. ¿Saben en qué consiste esta prueba? La prueba es muy sencilla y al mismo tiempo aterradora: se trata de un desfile del orgullo gay”. El 6 de marzo, el patriarca se expresó en esos términos y, en la jornada consagrada a perdonar en el rito ortodoxo, agrega: “Y así hoy, en este domingo del perdón, yo, por un lado, como su pastor, los invito a perdonar los pecados y las ofensas, incluso cuando es muy difícil hacerlo, cuando la gente está peleando entre sí. Pero el perdón sin justicia es una rendición y una debilidad. El perdón debe, pues, ir acompañado del derecho indispensable a estar del lado de la luz, del lado de la verdad de Dios, del lado de los mandamientos divinos, del lado de lo que nos revela la luz de Cristo”. Putin satisfecho, validado como creyente y como comprometido luchador contra el pecado. ¿Qué pasa en Ucrania? ¿Qué pasa en Rusia? Tal vez, rusófobos vs rusófilos.


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