POR JIMMI PERALTA

Desde el 2017 la historia fue cambiando; sin embargo, desde la sociedad y desde el Estado existen tremendas deudas políticas, sociales y económicas contra las que luchan las mujeres organizadas.

“Irrumpir”, ese el verbo que muchas veces se utiliza para caracterizar la presencia a veces sorpresiva del movimiento feminista y de sus consignas en la agenda política del mundo. Para algunas narraciones, en este último lustro se dio el nacimiento del proceso, para quienes miran un poco más atrás y valoran el presente como resultado de otras acciones, este momento del feminismo es una continuidad en el auge y las victorias.

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El próximo 8 de marzo las calles de Asunción y de otras ciudades del país serán sede nuevamente de la convocatoria a movilización en el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. A más de un siglo de su primera celebración, Paraguay va adoptando desde hace muy poco esta fecha como propia.

“Ni con el pétalo de una rosa”, se oye la frase idealizada de un lado, del otro lado la realidad paraguaya: 35 mujeres asesinadas en el 2021. “Iguales en derechos y obligaciones”, se lee, pero la pandemia no solo dio sobrecarga laborar a las trabajadoras, sino que agravó las estadísticas de desempleo para ellas.

La violencia física es el último eslabón de una cadena, de un ciclo que, de estar tan presente en el entorno, se esconde en lo cotidiano de todos y todas.

Clemen Barerio y Mirta Moragas, feministas, militantes y académicas, comparten una mirada en perspectiva del proceso del feminismo actual en Paraguay.

AUGE

“El 8 de marzo y el 25 de noviembre son fechas que han estado históricamente dentro de la agenda del feminismo latinoamericano y paraguayo, pero es a partir de los finales del 2016 e inicio del 2017 que en esta parte del mundo hay, digamos, toda una movida con el tema de ‘#niunamenos’, a partir de la visibilidad de los temas de violencia, y esa es una movida liderada por las compañeras argentinas. Entonces, de actos pequeños que ya lo hacía el movimiento feminista anteriormente, en el 2017 hay una primera gran movida en torno al 8 de marzo”, comenta desde su interpretación Mirta sobre cuál fue el momento en el que se gesta la primera gran movilización.

Unas 10.000 personas en las calles de Asunción en el marco de la consigna de “El paro de mujeres” daban cuerpo a un cúmulo histórico de consignas que carecían de la fuerza política que necesitaba con urgencia salir a gritarse.

“Creo también que otro factor superimportante tuvo que ver con el hecho de que los feminismos trascendieron las oficinas, por decirlo de alguna manera. Después de los años ‘80, después de las caídas de las dictaduras militares, el feminismo empezó a luchar por la inclusión en las agendas de las políticas gubernamentales. El feminismo era como un universo destinado a las mujeres académicas, y de alguna manera, había una distancia entre las mujeres feministas y las mujeres del pueblo, de la calle, las mujeres trabajadoras, etcétera. Entonces, creo que el 2017 también quiebra eso, o sea, abre posibilidades para las mujeres, que resulta que tenían cosas en común, y que también podían ser feministas”, explica Bareiro, de formación socióloga.

Una de las afirmaciones comunes en los espacios de movilización es con relación al encuentro entre pares, una forma básica de política que por algún motivo no se dio anteriormente, en un contexto de una sociedad conservadora que sigue restringiendo espacio, escucha y movilidad a las mujeres, haciendo imposible el encuentro.

“Yo diría que para mí la importancia en los últimos años del 8M, del 25N, está en mostrar que el movimiento de mujeres ha crecido, se ha fortalecido, y que ya no es un actor, como movimiento social, marginal dentro de la escena. Entonces, es muy difícil encontrar ahora cualquier tipo de iniciativa que no tome en cuenta, por ejemplo, el movimiento de mujeres o las reivindicaciones de las mujeres e incluso en claves más conservadoras también. La paridad democrática fue de alguna manera apoyada por partidos políticos de todos los espectros. Hay diversos temas de derechos de las mujeres que ya no se pueden ocultar”, señala Mirta.

EL FEMINISMO ES POLÍTICO

El feminismo se reivindica a sí mismo como político y diverso. En Paraguay la forma preinstitucional que asume es la de plataforma, una articulación de organización e individualidades que cuenta con consignas estratégicas comunes y una base amplia que se lo permite la tolerancia de los diversos matices internos.

“Creo que ahora hay una interpelación constante, tanto de las mujeres como de los hombres, respecto a la forma en la que nos relacionamos, y creo que es una victoria superclave. Esto de poder decirnos ‘bueno, somos mujeres, somos hombres, somos personas que queremos relacionarnos de maneras distintas’. Hay un intento por modificar esas formas heteropatriarcales de vincularnos entre las personas. Entonces, me parece que esa es la mayor victoria. No digo que se haya logrado así al 100%, pero sí creo que hay una interpelación constante que tiene que ver con el movimiento feminista, y esto no es solamente para los hombres, sino que también a las mujeres”, agrega Bareiro respecto a los logros que se cosechan en el marco de la masividad del alcance que tiene el discurso feminista hoy.

LA VIOLENCIA Y EL HARTAZGO

Sin dudas, la trágica realidad de los feminicidios en Paraguay mantiene cada vez más vigente la consigna de la no violencia contra la mujer, y esa problemática se convierte en aglutinante, en convocante, que soporta cualquier fisura mejor de los espacios de convocatoria.

Sin embargo, detrás de la realidad de la violencia física existen otros modos de desigualdad y un sinfín de inacciones estatales.

“El hecho de no tener educación integral de la sexualidad, el hecho de no tener políticas de prevención de la violencia desde la educación, te muestra que hagas lo que hagas, el Estado siempre va a ser reactivo, y ese es para mí un problema muy grande”, explica Moragas.

“El elemento aglutinante para mí de las marchas del 8M y del 25N tiene que ver con que las mujeres estamos hartas. Hartas de sufrir las opresiones que ejerce el sistema patriarcal sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas. Creo que principalmente el elemento alucinador tiene que ver con las violencias, y esto es en todos los niveles, llegando al extremo que es el feminicidio. Pero me parece que el elemento aglutinador es que es el hartazgo; entonces, por eso es que hay mujeres de diferentes sectores que forman parte del movimiento y la articulación, y sobre todo que tenemos la capacidad de llegar a acuerdos y decir bueno sobre estas reivindicaciones”, comenta Clemen.

RESISTENCIA CONSERVADORA

El reclamo de derechos, la crítica a prácticas sociales normalizas y el juzgamiento de acciones colectivas y privadas que van en detrimento, según el feminismo, de la igualdad de varones y mujeres, no son metabolizadas sin reflujos por parte de la sociedad, ahí surge la polarización en algunos casos.

“El movimiento feminista es un movimiento muy contestado. Hay mucho odio en redes sociales porque finalmente estamos en una sociedad superconservadora, que se resiste a cambios más estructurales porque finalmente el feminismo lo que está planteando es un cambio en la forma de relacionarse entre hombres y mujeres en la sociedad, y eso implica que algunos sectores van a tener que perder privilegios, digamos los privilegios de género que han tenido históricamente entonces. Creo que ahí radica la fuerza, la potencia y sobre todo, la posibilidad transformadora que tiene el feminismo”, explica Mirta.

Muy difundido desde el ámbito religioso fue el planteo en tono acusatorio de “ideología” al feminismo, una reacción conservadora que hasta tuvo aristas de supuestas conspiraciones. Algo de eso sigue marcando la agenda de la política del Estado en carteras como las de Salud y Educación.

lMirta Moragas, abogada feminista.
Clemen Bareiro, militante y socióloga feminista.

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