Hoy Toni Roberto escribe junto a su compañera de páginas de todos los domingos, Bea Bosio, que se retira hasta el mes de marzo. Un recuerdo de “Cuadernos de barrio” a “Crónicas desde el alma” y a su tío Sergio “Puchito” Godoy, ilustrador y dibujante recientemente desaparecido.

(HOMENAJE A CRÓNICAS DESDE EL ALMA Y A TÍO “PUCHITO” GODOY)

Hace unos años tuve el privilegio de traba­jar en forma conjunta con el Dr. Antonio Cubilla, una eminencia de la medicina, Premio Nacional de Ciencias, entre las muchas pregun­tas que le hice para interpre­tar sus recuerdos en un gran dibujo/pintura fue: ¿de dónde usted viene, doctor? En ese momento hizo un silencio y su respuesta fue: “Es la primera vez que escucho esa pregunta”. A partir de ahí viajamos ima­ginariamente al norte hasta Puerto Fonciere, lugar donde nació. Todo fluyó natural­mente contándome la apaci­ble vida en la rivera del norte del río Paraguay en aquellos años 40 de su niñez.

UNA FOTO DE R. ADORNO

Eso me pasó al escuchar la misma pregunta de mi amiga y compañera en estas pági­nas, la distinguida doc­tora Bea Bosio: “¿De dónde venís? En ese instante viajé a una vieja foto firmada por R. Adorno en 1964, el casa­miento de mis padres en la iglesia de San Francisco. De ahí vengo, un padre ita­liano con “apellido nombre” que pasó toda su infancia las penurias de la tremenda Segunda Guerra Mundial y una madre asuncena cita­dina, veinte años más joven que él, así de esas diferen­cias empecé a entender que tenía dos historias, una muy lejana y otra omnipresente que empieza con las tradi­ciones paraguayas contadas por mi bisabuela y las des­gracias familiares de la Gue­rra Guasu (guerra grande en nuestro dulce idioma gua­raní) y la historia de mi tío Sergio, que me regaló un cuaderno de dibujo a los 9 años donde empecé a estam­par aquellas imágenes con­tadas de oídos.

De ahí devienen todos estos ríos de tinta, que, junto a ella, voy tejiendo ininte­rrumpidamente domingo a domingo desde marzo del 2019; desde la historia donde empieza este reco­rrido dominical barrial en la vieja esquina de viejo moderno edificio del Cristo Rey en Montevideo e Yga­timí, pasando por las memo­rias de mi tío abuelo el capi­tán Federico Figueredo y mi tatarabuelo Espíritu Pérez, sobreviviente de la batalla de Piribebuy, los recuerdos de la calle Tercera, hasta los fantasmas imaginados en mi niñez en el arroyo Mburicaó en el fondo de la casa de los Prieto Yegros.

EL DIVÁN DE LA CALLE DEL SOL

Al final, las crónicas del alma se convirtieron en una especie de viaje encan­tado al diván del Dr. Freud en lo de Beatriz Rivarola o a los análisis profundos de Jaques Lacan en el minima­lista consultorio de Angela Gómez en las calles Del Sol y Porvenir ahí, en los límites entre Asunción y la poética Lambaré, donde empezaron a despertar los recuerdos que me llevan cada domingo a estos Cuadernos de Barrio.

Hoy Bea Bosio se retira por un tiempo de estas páginas y ya no habrá un llamado mutuo para preguntarnos: “¿Qué inventamos para el próximo domingo?”. Me que­darán en la memoria sus his­torias como la de aquel niño del Mercado 4 que aprendió a hablar coreano con el televi­sor, o las ricas anotaciones de sus viajes al Norte, como la de la solitaria monja, magní­ficamente contadas por Bea e ilustradas por Yuki, que seguirán inspirando mis propias historias, de ellas también provengo.

EL VIAJE DE TÍO SERGIO

Al tiempo que estaba ter­minando este artículo recibo una de las noticias más tristes de mi vida, la partida de mi tío Sergio “Puchito” Godoy, ilustra­dor y dibujante, que a los 9 años me regalara mi pri­mer cuaderno de dibujo y de donde viene el nombre de estas páginas.

A veces las personas nacen en el momento equivocado y luchan por un ideal que al final no pueden cumplir. Así es, cuando hablo de “los dibujantes que no pudieron ser” y que el destino les dio el último tajo en sus memo­rias. Tal vez no haya que­dado ni un solo dibujo, pero estará siempre presente en cada raya de tinta que siga haciendo hasta el final de mi camino.

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