POR ESTEBAN AGUIRRE, @PANZOLOMEO

“¡Ese ko es mi íntimo chamigo!”, en el país de los amigos esa frase es casi como decir “Yo ko me fui a Harvard my friend”. La habré escuchado cientos de veces a lo largo del intento de corta vida que tengo. Esta vez en particular pareciera que me caló hondo, distinto. No sé si fue la inflexión de la voz de este señor, Julián, jefe de obra del sueño de una casa siendo construida a la vuelta de la mía. El motivo por el cual la puso en juego parecía ser para resolver una disputa con dos albañiles que acusaban al proveedor de cal de alguna macanada del rubro. La imposibilidad de esto, ante los atentos ojos de don Julián era que lo sugerido por su equipo de trabajo era una cuestión de locos ya que el proveedor de la cal era su amigo, motivo por el cual no podía haber cometido el crimen del que hablaban los constructores.

Qué perfecto sería el mundo si la romántica idea de Julián fuese potable. Si cada persona que tenga un amigo o amiga sea incapaz de ningún daño ni perjuicio hacia la humanidad simplemente por el hecho de que sea imposible violar esa genial imagen con la cual nos interpretan nuestros amigos. Una imagen que genera la amistad que nos vincula con otros seres humanos. Lo mismo se aplica a la muerte, ¿alguna vez escucharon la existencial disputa, muy de nuestro país, sobre la muerte ajena? Suena algo así:

–”¿No viste piko que se murió fulano?”.

–”¡¿Fulano?!, ¡no puede ser si él vive al lado de casa!”.

–”Hee, y bueno ahora ya no vive más ni al lado de tu casa ni de ni una otra parte”.

–”No puede ser si anteayer nomás tomamos tereré”.

–”Así es…”.

La cantidad de cosas que son inconcebibles que hagamos en Paraguay por el simple y complicado hecho de conocer a otras personas contradice enteramente la situación por la cual pasa el país. En la mente de nuestros amigos u amigas no podemos ser ladrones, somos bien educados, no perdemos la paciencia, no podemos haber golpeado a nadie, somos inmortales y por sobre todo somos los kape de nuestros kape, única excepción a la regla ya que si tu “kape” te llama para hacer alguna macanada como buen amigo deberías prenderte al pedido de tu socio.

A medida que pasa el tiempo veo que el concepto de intimidad está cada vez más subestimado. Si bien me costó mucho llegar a comprender que la intimidad, como palabra y concepto es eternamente evolutiva (así como muchas otras nociones). Es una palabra que alguna vez fue sinónimo de lealtad, de sinceridad, de confianza, confidencia, luego pasó hasta ser asociada con promiscuidad, sexo, secretos y de alguna manera en Paraguay logró encontrar una bizarra y libre interpretación de la palabra amistad. Como viene esto a ocurrir, creo sinceramente, que es una de varias pistas que nos pueden ayudar a reinterpretar esta isla rodeada de tierra.

Entendiendo que seguimos con la resaca de la guerra grande y que esta inminente xenofobia con la cual todavía miramos los países vecinos está cada vez más pululante en la búsqueda de una identidad como país y como marca o símbolo que represente con dignidad a dicho país. Entiendo por un segundo el velo de seguridad que el decir “Ese ko es mi íntimo” puede regalarle a uno, parecería que no hay lugar a dudas ni margen de error, es una forma de decir “Ese nio no me va a cagar a mí porque yo soy su amigo, yo comparto intimidad y ante esta ilusa noción el país debería andar bien”.

Me considero un romántico y entiendo que esta intimidad, casi adolescente, de la que hablamos en nuestro transitar diario en el país cuya bandera batalla entre dos colores de un pueblo que solo quiere vivir en el blanco del medio, ahí donde reina la paz, es nada más que eso, una idea romántica y pubertuosa, que no responde a los códigos con los cuales este mundo opera. Un mundo, lastimosamente, cada vez más perverso en lugar de intercomunicado en tiempos de globalización. Un mundo en donde el “país de los amigos” debe reinventar, redefinir o reinterpretar la “intimidad”, esa cercana palabra que, irónicamente, cada vez nos aleja un poco más.

Etiquetas: #Mi íntimo

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