Hoy Toni Roberto recorre el paisaje interior de la moderna iglesia de la Santa Cruz a partir de una foto aproximadamente de 1969.

¿Quién dijo que una iglesia moderna no puede tener viejas historias?

Caminando por el paseo central de la avenida Car­los Antonio López no puede pasar desapercibido un tem­plo cilíndrico, es la iglesia de la Santa Cruz que allá por 1964 empieza su construc­ción bajo la dirección del ingeniero Constantino Kova­cevich (1915-1967).

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UNA VIEJA FOTO DE LA CRUCECITA

Una imagen de finales de los 60 del archivo de la iglesia de la Santa Cruz me lleva a ese inmenso paisaje interior, engalanado con el Cristo de la Resurrección de Hermann Guggiari y detalles con pocos elementos, una moderna araña, un gran candelabro y una mujer en oración, hace referencia a la monumen­talidad de ese espacio cilín­drico, en un encuentro entre tradición e innovación en la arquitectura.

“Las formas cambian con el correr de los tiempos, pero el fondo siempre es el mismo con el paso de los siglos”, era una frase que siempre decía el gran maestro Livio Abramo, que está sintetizada en esta histórica foto de un conmo­vedor espacio, al que con el tiempo se le fue agregando piezas, modificándose lamen­tablemente ese clima de gran­diosidad y reflexión con un ser superior, representado por una solitaria gran escultura que es un orgullo para el arte paraguayo.

EL DOCTOR DE LA COMISIÓN PRO TEMPLO

Salir de la Crucecita Mila­grosa, cruzar la calle, tocar el timbre de un viejo chalet de los años 40 que queda en la esquina frontal a la iglesia y saludarle al doctor Ramón Ramírez Rolón –quien el 31 de agosto cumplió 94 años y quien formara parte de la legendaria comisión pro templo– es un viaje a un pequeño pasaje del pasado de la segunda mitad del siglo 20; en unos instantes nos cuenta la historia de cómo se empezó el proyecto, que al principio el cura párroco de la Iglesia Vir­gen del Rosario no aceptaba porque decía que era dema­siado moderno.

“Después de mucho debate el párroco aceptó el pro­yecto cilíndrico y empezó la obra, en la esquina de mi casa pusimos un cartel que decía: ‘Aquí se vende la rifa pro tem­plo’, que después se tuvo que quitar porque no faltó quien pensara que era pro bolsillo”, nos cuenta el doctor Ramírez Rolón con mucho humor.

Al final yo vuelvo al templo a observar su estado actual y abro la página 43 del libro “Un viaje a Sajonia” de Habi­talis para mirar cómo era el espacio originalmente. La soledad de una gran fotogra­fía que nos lleva a conectar­nos con un espacio espiritual que se pensó increíblemente en los primeros años sesenta en una Asunción que empe­zaba a dar sus primeros pasos a la modernidad; un lugar que siempre invita a dar una mirada al pasado reciente asunceno y al que muchos concurríamos los lunes como “peregrinantes urbanos” a cumplir alguna promesa.

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