Le habían puesto Togo en honor al almirante japonés Tōgō Heiha­chirō que fue un héroe naval de la Armada Imperial muy famoso. Un nombre pre­tencioso para un cachorro revoltoso, hasta que el des­tino probó con el tiempo que le iba perfecto un apelativo heroico.

De hecho así lo definió la revista Times cuando lo nombró en el 2011 el ani­mal más heroico de todos los tiempos. Porque nadie lo había igualado en los duros inviernos del ártico.

Togo llegó al mundo un 17 de octubre de 1913, con pelaje oscuro y cuerpo delgado que lo hacían ver esmirriado al lado de la manada de los robustos husky siberianos. Con esas características físi­cas, sumadas a su espíritu indómito, nadie pensaba que llegaría a ser un perro líder en el criadero de perros de trineo donde había nacido, a pesar de poseer la alcur­nia de un padre legendario. Además, Togo había enfer­mado de cachorro y quedó para siempre más pequeño que el resto.

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Su dueño, el famoso depor­tista y entrenador Leonhard Seppala, lo había puesto al cuidado de su esposa mien­tras estuvo débil, y muchos lo acusaban de malcriado cuando iba creciendo rui­doso y temerario. Travieso legendario, su amo decidió regalarlo como mascota cuando tenía seis meses, porque era imposible que con esa personalidad for­mara parte del equipo de perros de trineo. Pero algo había en el espíritu incon­formista de Togo que lo hizo saltar a través del ventanal de su nueva casa y largarse de la plácida vida de mascota en medio de un tendal de vidrios rotos. Cuando apa­reció en su antiguo hogar luego de deambular kilóme­tros, Seppala decidió dejarlo y lo empezó a sacar con los otros perros a los entrena­mientos.

Pero Togo seguía con sus aires imposibles: Atacaba a los canes principales de los otros equipos, y era difícil controlarlo. Hasta que un día se topó con un perro líder mucho más fuerte que lo hirió y lo mutiló gravemente y aprendió la lección para siempre. De igual manera, su amo no confiaba en su com­portamiento y no lo llevaba a las expediciones comple­jas. Pero ni siquiera esto lograba detener al brillante cachorro que se escapaba del canil para seguirlo constan­temente. De hecho una vez que andaba distrayendo al equipo, llevándoles a atacar a los renos desviándolos del camino, Seppala enfadado, lo puso en un arnés para poder controlarlo.

Y ya andaba esperando la pataleta, cuando Togo lo sorprendió calmándose por completo. Como si esa nueva paz respondiera a haber encontrado finalmente el llamado de su destino. En su primer día el cachorro de ocho meses recorrió unos 120 kilómetros, y terminó compartiendo posición con el perro líder del equipo. Algo inaudito para un can sin experiencia. Seppala no paraba de asombrarse. Ese día le puso el mote de “niño prodigio” y supo que tenía en su equipo a un líder nato. Algo que había tratado de formar –sin éxito– durante años.

Desde entonces Togo empezó a entrenar incan­sablemente hasta ocupar el puesto oficial de perro líder, y su inteligencia y agudeza se volvieron legendarias cuando varias veces logró salvar la vida de su amo y de su equipo. Como la vez que en Norton Sound –en el mortal noreste de Alaska– su amo le dio una orden de avanzar y Togo desobede­ció, dando en cambio una pirueta para atrás que pare­cía sin sentido inicialmente. Seppala –que andaba apu­rado– detuvo el trineo y fue al frente para regañarlo y ahí entendió que aquello había sido una maniobra prodi­giosa para evitar un quiebre de un canal que podría haber ahogado a todos y que no se veía desde el trineo.

Este tipo de anécdotas empezaron a sumarse y por eso las autoridades no duda­ron en darle a Togo el tramo más largo y peligroso de la posta que se hizo en 1925 para llevar medicamentos que detuvieran un brote epidémico de difteria en el norte de Alaska. Todas las rutas estaban congeladas por el invierno y no quedaba otra opción que los trineos. A Togo le tocó de nuevo el temido Norton Sound, que pudo sortear junto a su amo en 420 kilómetros de distan­cia, hasta entregar los reme­dios al relevo. A una tempe­ratura de 34 grados bajo cero con sensaciones térmicas de menos 65 debido al viento. En momentos, Togo en soli­tario fue el héroe que guió al equipo sin perder el rumbo, cuando la tormenta había sacado toda la visibilidad de su amo.

El equipo logró vencer todas las dificultades bajo el lide­razgo del heroico perro, a través del hielo que se que­braba bajo sus patas a la ori­lla de un río y a través de 1500 metros de subida y bajada de una montaña. Togo, con sus 12 años fue crucial en la soledad inhóspita de los témpanos. Y logró su come­tido. A las 3 de la tarde de un 1 de febrero completa­ron el tramo más difícil de la carrera, logrando que los medicamentos siguieran en ruta hasta llegar como antí­doto de esperanza a la ais­lada localidad del norte. Al principio toda la gloria fue para el perro Balto quien realizó el último tramo de la posta. Pero quienes saben consideran que Togo fue el héroe indiscutido de la parte más larga y peligrosa.

Un par de años más tarde Seppala y Togo hicieron una gira por los Estados Unidos y Togo llegó a ser galardo­nado en el legendario Madi­son Square Garden.

Al final de su vida, el perro se retiró en una localidad de Maine, donde llevó una vida plácida hasta el 5 de diciem­bre de 1929, cuando partió a los senderos de la muerte.

Con la misma valentía con que había vivido siempre.

En el 2019 Disney lanzó la película de Togo, centrán­dose en su rol crucial en la Gran Carrera de la Mise­ricordia y la ruta del suero para la epidemia de difte­ria en el norte. Esta crónica surgió porque cuando en la anterior narré sobre aque­lla hazaña, era imposible no mencionar a Togo en un capítulo aparte.

Etiquetas: #Togo

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