Por Rodrigo Cardozo Samaniego, gestor cultural, abogado, guionista e investigador. Autor de varios libros. Colaborador de las comisiones nacionales Sesquicentenario de la Epopeya Nacional y de Puesta en Valor de los Sitios Históricos. Reconocido por la Junta Municipal de Concepción por sus aportes a la rica historia de la ciudad y del país.

Fotos: gentileza de Rodrigo Cardozo

Agosto es un mes de festejos en la hermosa y hospitalaria ciudad de La Victoria, tradicionalmente conocida como Puerto Casado, en el Chaco paraguayo, ya que el 25 de este mes es el aniversario de fundación; el 28, la escuela parroquial salesiana Domingo Savio cumple 50 años y el 31 es el día de San Ramón Nonato, patrono de la comunidad. Como un homenaje y muestra de admiración a dichas festividades, te contamos una breve historia de los orígenes del pueblo, de la escuela parroquial, de su iglesia, sus altares, de la peculiar escultura del Cristo Rey y de sus emblemáticas campanas, que atesoran testimonios históricos.

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El pueblo de Puerto Casado, fundado un 25 de agosto de 1889 en territorio chaqueño, tiene historias fascinantes, especialmente de la época de la Guerra del Chaco, como, por ejemplo, las inscripciones en las campanas de la iglesia, que fueron bautizadas con los nombres de tres mujeres: Margarita, Casilda y Genara. Pero ya que viajaremos en el tiempo y antes de hablar de ellas, creo que es bueno recordar el fragmento del famoso poema “Las campanas doblan por ti”, del poeta inglés John Donne, que decía: “Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.

Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla, la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”. Este poema de 1624 ha sido la inspiración de Ernest Hemingway para su célebre novela sobre la guerra civil española titulada “Por quién doblan las campanas”.

El historiador Rodrigo Cardozo (frente al escritorio), junto con el padre Martín Rodríguez, español, vicario y docente de la comunidad.

¿Por quién doblan Margarita, Casilda y Genara? Pasaron 92 años de su fundición y posterior colocación, pero a pesar del tiempo transcurrido, las mismas nunca perdieron su sentido interpretativo. Si retrocedemos a la época de la contienda chaqueña, las tres entonaban su réquiem, tanto alegre como doloroso, y al oírlas el pueblo levantaba la cabeza orientando su pabellón auricular en dirección del distante sonido metálico y permaneciendo en actitud expectante, como embargado reflexivamente en la interpretación del ruido percibido, escuchándolo ensimismado para desentrañarlo y, en breve espacio de tiempo, en general antes del cese del tañido, pronunciar sin titubeos el diagnóstico o el por qué de la señalización del repetido tenor y de su naturaleza.

Ese campanario donde se encuentran ellas, aparte de convocar y aleccionar a sus feligreses, en todo tiempo se utilizó como atalaya por las autoridades militares y municipales, aprovechando su situación estratégica y dominio de las perspectivas paisajísticas de cuantos horizontes rodearon a la ciudad, ya que cuando repican llaman a la fiesta y cuando doblan avisan de la muerte. Cada toque tiene asociado un mensaje o llamada de atención. Sus sonidos son inconfundibles.

La iglesia donde se encuentran estas campanas es en honor a San Ramón Nonato, construida en 1926. Dentro de la misma se pueden ver esculturas de María Auxiliadora, San José Obrero, San Ramón Nonato, San Carlos Borromeo y del Cristo Rey.

La casa donde vivió José Félix Estigarribia con su familia.

Para fines de 1929 llegaron al pueblo tres campanas, que fueron hechas por la fundición de la familia Barigozzi, en Milán, Italia, fábrica fundada en 1806 que se especializaba en la fundición de campanas de bronce y que estuvo activa hasta 1976. Margarita, Casilda y Genara cuentan con inscripciones llamativas en latín por cada una de ellas y fueron hechas por pedido expreso y especial de la familia Casado Sastre. Las mismas guardan un pasado conmovedor y que se puede sentir al ver las inscripciones de valientes paraguayos que se preparaban para ir al inhóspito Chaco para la contienda.

MARGARITA

“Gloria Laus Et Honor Tibi Sit Rex Christe Redemptor”

En homenaje a la hija menor del español don Carlos Casado del Alisal (Margarita Casado Sastre)

CASILDA

“Voca Operarios In Messem Tuam”

En honor a la madre del mismo (Casilda del Alisal) y también por una de sus hijas (Casilda Casado Sastre)

GENARA

“Vox Mea Vox Vitae Voco Vos Ad Sacra Venite”

En honor a la esposa, Ramona Genara Sastre Aramburu.

Mientras esperaban, soldados y oficiales visitaban la iglesia y subían al campanario para dejar sus mensajes en el interior de las campanas. La zona hueca del metal forjado ayudó a resguardar esas escrituras, que se conservan como evocación al heroico pueblo paraguayo, casi cien años después y al decir de un amigo: las campanas de Puerto Casado doblan por los héroes del Chaco.

En la Margarita se puede leer perfectamente: “Recuerdo de mi ida al frente. R. Narváez. Octubre 20, 1933”; “De vuelta del frente. Segovia. Abril 26, 1935”; “Recuerdo del Sgto. 1° Alfredo Gamarra, a la vuelta del frente. Junio 12, 1935”; “Recuerdo de mi juventud. Ricardo Candia. 1934”;

“Capitán de Corbeta. Amarilla. Cañonero Humaitá. Enero 9, 1934”; “Recuerdo de mi venida del frente. P. Parra. Junio 3, 1934”,

Como pueden ver en las fotografías que acompañan este material, debido a que el material del cual se fabrican las campanas es el bronce, con el tiempo este se oxida

–como el caso de las tres– y va perdiendo su color original y brillante que tenía cuando las campanas se instalaron en 1929, y a cambio se convierte en un color gris-verde muy llamativo.

Este podría ser un problema no solo desde el punto de vista estético, sino también funcional porque la oxidación del bronce de las campanas y la suciedad pueden influir en su sonido. Pero no solo se oxidan, sino también reúnen polvo, suciedad, grasa y a menudo, aparte de la suciedad y fuera de la vista, las campanas pueden presentar deterioros mucho más serios.

Para eliminar todos estos problemas resulta urgente que especialistas puedan examinarlas y así detectar el grado de mantenimiento que necesitan y esas auténticas inscripciones no se pierdan, ya que son campanas antiguas, valiosas desde el punto de vista histórico y cultural, por lo que es mejor no tocarlas y aprovechar la experiencia y los conocimientos de los entendidos.

La iglesia en honor a San Ramón Nonato, donde está el campanario.

CIUDAD DE LA VICTORIA

Carlos Casado del Alisal, radicado en Rosario, República Argentina, estaba ligado a la banca de la región y al capital de origen inglés. El acaudalado empresario ferrocarrilero español (1833-1899) adquirió cerca de 6.500.000 hectáreas de tierras en el Chaco, el 25 de agosto de 1889. Comenzaba el desmonte para la explotación de tinturas del tanino sacada del quebracho, una sustancia que se utilizaba para curtir cueros. Los primeros colonos menonitas se establecieron ahí en 1920 y durante la Guerra del Chaco, el puerto de la empresa taninera fue utilizado como muelle de embarque y desembarque de las tropas paraguayas que iban y venían del frente de batalla.

Tanto los menonitas como los soldados paraguayos fueron a internarse en el Chaco central con el ferrocarril de la empresa, que era de trocha angosta y llegaba a 145 km del río Paraguay, construido para la extracción de maderas. La misma vía del ferrocarril fue prolongada hasta el km 160, lo que posibilitó a las tropas paraguayas en campaña acceder con la logística a los fortines y así parar el avance de los bolivianos en el inmenso “infierno verde”.

Sus instalaciones se utilizaron como talleres de todo tipo de maquinarias, armamentos, especialmente vehículos motorizados, antes de ser enviados al campo de operaciones. Cuando José Félix Estigarribia y familia se instalaron en el puerto, la familia Casado Sastre les cedió una casa, conocida como La Chaqueña, una amplia y cómoda residencia que hoy sigue ubicada en el centro de la ciudad.

En Puerto Casado hay lugares históricos de la época de la contienda chaqueña. El cerro Galván, de 325 msnm, se encuentra a 15 km al sur del llamado Kilómetro 11, la primera y antigua estación de importancia del ferrocarril donde existe un añejo caserón y que todavía está en pie en la localidad. Ahí el poeta norteño Emiliano R. Fernández escribió la gran mayoría de sus obras.

Don Carlos Casado falleció en 1899 y para inicios de la década del 1920, su hijo, José Casado Sastre, llegó a administrar la firma y vivió en el lugar hasta 1945. Elevada a la categoría de distrito en el año 1973, se rebautizado como La Victoria.

Así es que, recordando esta rica historia, deseamos felicitaciones a la escuela Domingo Savio por sus 50 años. ¡Viva San Ramón Nonato!, ¡salud La Victoria!, ¡rohayhu Puerto Casado!

SALESIANOS Y EL 50º ANIVERSARIO DE LA ESCUELA DOMINGO SAVIO

En 1878, el papa Pío IX pidió al fundador de los salesianos, el P. Juan Bosco, que enviase sus misioneros al Paraguay para fundar una misión entre los indígenas del Chaco. Recién en 1896 pudo concretarse el deseo del Pontífice. En la oportunidad llegaron cuatro salesianos que se establecieron en Asunción y desde allí recorrieron de norte a sur el río Paraguay, en su ribera Occidental, contactando con los nativos y buscando un lugar para establecer la futura misión.

Para 1917, el obispo de Asunción, monseñor Juan Sinforiano Bogarín, firmó un contrato con el superior de los salesianos, encargándoles la misionalización de todo el extenso Chaco. Cuando se inició la misión salesiana, en 1926, en la isla Tagatiya (hoy Banco Leonor), frente a la desembocadura del río Napegue, en el departamento de Concepción, también llegaron al puerto taninero. Allí, don José Casado donó una porción de tierra cerca de la empresa para sede de la futura iglesia San Ramón Nonato, que en ese mismo año comenzó a construirse.

El padre Denis Báez, director de la comunidad y párroco, nos comentó la historia de la escuela Domingo Savio. En junio de 1970 comenzaron los trabajos de organización de la comisión de padres y personas del pueblo, quedando presidida por el coronel Víctor Silvero y comenzando los trabajos de manera inmediata. El 26 de julio de 1970, el monseñor Alejo Obelar bendijo el predio de la futura escuela y su inauguración se produjo el 28 de agosto de 1971.

Primeros años de la escuela Domingo Savio.

ALTAR Y ESCULTURA DEL CRISTO REY

Luego de la Primera Guerra Mundial, en medio del crecimiento del comunismo en Rusia, y con ocasión del XVI centenario del Concilio de Nicea (año 325), el papa Pío XI instauró la fiesta del Cristo Rey, el 11 de diciembre de 1925, en la encíclica “Quas Primas”, estableciendo su celebración el último domingo de octubre. El Papa así quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey. El padre español Martín Rodríguez, vicario y maestro, relata que en octubre de 1926, la Santa Sede organizó un concurso de esculturas del Cristo Rey. Hubo muchos escultores que participaron, pero el premio al primer lugar lo ganó Ferdinand Stuflesser, “suministrador de la Santa Sede” desde 1875 (el título fue asignado por el papa Pío X), y también había sido premiado por el papa León XIII.

Todas las esculturas que fueron presentadas al concurso del Cristo Rey fueron luego repartidas a las iglesias esparcidas por el mundo. La escultura ganadora fue destinada a la iglesia San Ramón Nonato, de Puerto Casado, llegando desde el Vaticano al pueblo a inicios de 1927. En 1969, el papa Pablo VI dio a la fiesta su actual título: Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, y la trasladó al último domingo del año litúrgico. Su fecha varía entre el 20 y 26 de noviembre.

En 1948, con la llegada del salesiano uruguayo monseñor Ángel Muzzolón, el Vaticano vuelve a encargar a Ferdinand Stuflesser el mobiliario para el púlpito y el nuevo altar de la iglesia de Puerto Casado, donde hoy están San José Obrero, San Ramón Nonato y San Carlos Borromeo, y a los costados María Auxiliadora y el emblemático Cristo Rey. También la mesa principal cuenta con una recreación de “La última cena”, de Leonardo da Vinci, tallada en alto relieve por el afamado escultor.

Altar principal, de izq. a der: San José, San Ramón Nonato y San Carlos Borromeo.
Imagen del Cristo Rey.
Todavía se ven las inscripciones que dejaron los combatientes.


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