Cuando la nada­dora japonesa Ikee Rikako empezó a cosechar medallas en los campeonatos naciona­les, el país entero supo que estaba frente a un prodi­gio. Ikee venía acumulando logros desde pequeña, pero en la adolescencia el salto fue extraordinario al cla­sificar para el Campeonato Mundial estando en el ter­cer curso del bachillerato. La pusieron en el plantel nacional, y fue la primera vez en 14 años que alguien tan joven ingresaba a la selección japonesa.

En aquel 2016, Ikee brilló en varias pruebas de mari­posa y libre y tal fue su des­empeño que se ganó el ticket olímpico a Río de Janeiro. Había vencido en los torneos nacionales siete récords juveniles y uno a nivel país, así que nadie dudaba que su papel sería estelar en las olimpiadas cariocas.

Así fue como la niña delfín cruzó el océano para repre­sentar a su país en 12 carre­ras y siete pruebas, en las cuales llegó a eliminatorias, cuartos de final y finales. Cuando tuvo que nadar los 100 metros de mariposa volvió a batir el récord nacional de Japón, que­dando en el quinto puesto. Ikee a su temprana edad se perfilaba una estrella inter­nacional con tanto desplie­gue de talento.

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Su desempeño impecable continuó en el 2017, cuando en el Campeonato Nacio­nal de su país ganó las diez carreras que nadó en cua­tro días, y lo mismo ocu­rrió en el 2018 cuando la nombraron la mejor depor­tista del torneo. Por eso impactó al mundo cuando en febrero del 2019 su vida abruptamente dio un giro inesperado.

–Ikee, tienes cáncer– le dijo el médico con el ros­tro grave, luego de unos estudios a partir de que en esas semanas al nadar sentía que le faltaba el aire.

–¿Cáncer? –repitió la atleta estupefacta, sin dar crédito a lo que estaba escuchando.

¿Cómo podía aquello ser posible, si era la imagen de la salud a sus 18 años? El médico le explicó la grave­dad del cuadro y le urgió a que se tratara de inme­diato. Tenía la suerte de que su leucemia estaba en estado incipiente y que gra­cias a la natación, a tiempo la habían detectado.

Por unos días, Ikee se llamó a silencio intentando salir de la perplejidad de su diagnóstico hasta que por fin tomó aire como en el borde de una de sus pisci­nas y anunció su retiro al público.

De más está decir que la noticia conmocionó al Japón entero.

Y así fue como Ikee se lanzó a la pileta a nadar contra las olas del mar revuelto de la incertidumbre: las quimios.

La caída del pelo. Las náu­seas. Las molestias. La pre­gunta perpetua de todas las noches: ¿Será que saldré triunfal en esta prueba? La liviandad de su cuerpo con 15 kilos menos, flotando en el agua de los recuerdos. Dos, tres, días sin comer, y el peso de la angustia hun­diéndola con la fuerza de mil anclas. Transplante de médula ósea. Pasillos. Vías. Batas. 6 meses. Y nueve. Y 10, tomando la cárcel del hospital como su nueva casa.

Hasta que un día, en diciem­bre, por fin llegó el alta luego de casi un año hospitali­zada. Poco quedaba de su cuerpo atlético luego de los azotes de la quimioterapia, pero Ikee estaba resuelta en sus ganas de volver al agua. Y en marzo del 2020 con­siguió permiso, y 406 días después de aquel diagnós­tico feroz pudo darse el cha­puzón que tanto esperaba. Sabía que no había tiempo de llegar a Tokio 2020, pero se enfocó en París 2024 con todas las ganas.

Solo pensaba en el día día. En la fuerza que iba adqui­riendo en cada brazada. Hasta que otro golpe del des­tino vino a darle un nuevo giro a esta mariposa: La pandemia del coronavirus retrasó los Juegos Olímpi­cos para el 2021 y, por ese motivo, volvió a surgir la esperanza.

Ikee entrenó de nuevo con todas sus fuerzas y siete meses después de volver a las piscinas, compitió en el Campeonato de Natación, ganando en la primera prueba los 100 metros mari­posa. Oficialmente quedó clasificada para Tokio 2021. Con lágrimas en los ojos y bajo una nueva perspectiva, la atleta brindó por la vida en la victoria, inundada en un mar de lágrimas.

Todos los ojos del mundo estuvieron puestos en ella cuando esta semana nadó en el equipo de relevo, par­ticipando del tercer tramo en estilo mariposa. Y aun­que no llegó el podio, ni le tocaron medallas, el equipo logró ubicarse en el octavo puesto en la contienda, y la atleta celebró victoriosa.

Hoy ve la vida de otra manera y por lo pronto el podio es estar viva y, por sobre todo, de vuelta.

Etiquetas: #Mariposa

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