Este título refleja la verdadera historia de Uliana Romanenko, una joven rusa que llegó al Paraguay sin imaginar que aquí encontraría el amor de su vida. Ella es docente universitaria y periodista, muy inteligente, nació y vivió en la zona sur de Rusia y conoció el famoso río Don. Luego tuvo la oportunidad de viajar a Paraguay. Acá conoció a Iván López, con quien se casaría y ambos son padres de un niño paraguayo Aleixey López Romanenko.

–¿Dónde naciste y cómo se llama tu ciu­dad natal?

–Mi ciudad natal se llama Novocherkassk (Novo – nuevo, “Nuevo Cherkassk”), está ubicada en el sur de Rusia y fue construida como capi­tal nueva de los cosacos del Don. Allí yo nací y allí ahora están viviendo mis padres. Aunque es una ciudad chica y se encuentra a 35 kilóme­tros de la ciudad grande, Ros­tov del Don, es un lugar bas­tante lindo, una ciudad con infraestructura bien orga­nizada y estructurada. Su arquitecta, France de Volan la llamaba “pequeño París” y así, igual que en la capital francesa, las calles principa­les de la ciudad están organi­zadas como los rayos del sol con las iglesias ortodoxas en el centro. Viviendo acá ya, descubrí que, durante la gue­rra civil rusa, Novocherkassk fue el corazón de las fuerzas del ejército blanco del Don. Y varios rusos blancos como Ermolieff, Serebriakoff y otros, que vinieron acá a prin­cipios del siglo 20 eran mis “directos” compatriotas.

Uliana Romanenko, su esposo Iván López, paraguayo, y su pequeño hijo Aleixei.

–Contame, ¿cómo era tu vida allá?

–Bueno, allá después de obte­ner mi diploma de la educa­ción superior, según el cual yo soy profesora de inglés, me di cuenta que yo no quería más seguir trabajando como tra­ductora de literatura científica en el instituto científico de la construcción de locomotoras, donde toda su vida trabajaron mis padres y tampoco quería enseñar inglés. Mi corazón me decía que yo no encontré toda­vía mi vocación. Y de repente un día me llama una persona y ofrece probarme en la radio. Era una radio ortodoxa. Esta persona, el jefe de la radio, era el padre Alexey y como yo, desde los 7 años no imaginaba mi vida sin iglesia, pensé que todo era un sueño nomás. Esta lla­mada de nuestro querido padre Alexey (que ahora vive en Uru­guay) cambió entonces mi vida. Me mudé a Rostov del Don y desde allí empezó la aventura que tuvo su continuación acá en Paraguay.

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–¿Cómo fue esa historia?

–Fue así, hubo viajes a España, a Uruguay, estuve cinco años como locutora en la radio esta­tal, y de repente decidí ingre­sar a la facultad de periodismo de la Universidad Federal del Sur, para hacer allí el curso de maestría. Hasta ahora no sé cuál fue mi motivo prin­cipal –la posibilidad de estu­diar gratis o ganas de aprender español–. Y después… después conocí al profesor Igor Prot­senko, y conocí la novela de J. M. Marcos y a través de ellos, al final conocí el Paraguay.

Uliana con representantes de la etnia maká.

–¿Conocías algo de Para­guay antes de venir? (Una vez me dijiste que querías conocer el Lido Bar porque el Dr. Marcos lo había nom­brado en su novela).

–Bueno, en mi curso de maes­tría tuvimos una materia que se llamaba: “Los países hispa­nohablantes” o algo así, y allí aprendimos algo de Paraguay; que su moneda era el gua­raní y su plato tradicional es sopa, que en realidad no era sopa jaja; pero para ser sin­cera, empecé a conocer Para­guay después de intentar leer el libro del doctor Marcos y después de entrevistar al Prof. Igor Protsenko, allí en Rostov, para mi programa en la radio. Me dijeron que yo podía ser la primera alumna que iba a ir como pasante a este país.

–Y por fin viniste.

–Y antes de venir acá leí otra vez la novela y decidí visitar el Panteón de los Héroes y el Lido Bar, que en la novela tiene otro nombre. El Pan­teón estaba cerrado, y al Lido Bar me llevó mi nuevo amigo, que era mi futuro esposo Iván López. Me acuerdo que hacía frío y yo llevé la servilleta de ese lugar como un pequeño recuerdo. No pensaba volver a Paraguay todavía…

–Fue difícil el proceso de adaptación, aunque saber un idioma es una gran ven­taja para asimilarse a un nuevo país, ¿dónde apren­diste a hablar español?

–Hace cinco años que vivo acá y todavía estoy en este proceso. Pero sí, es muy importante saber el idioma. También es muy importante el hecho que noso­tros estábamos muy enamora­dos, y todo lo que suele tener una mujer al mudarse a otro lugar historias, miedo, choques cul­turales etc.–; todo eso no fue tan grave porque había amor. Cuando vine recién, mi marido estaba trabajando en un labora­torio en el interior y por eso los primeros 2 meses vivimos allí, donde la mayoría hablaba gua­raní; y yo, a pesar de ser muy comunicativa, no entendía casi nada, y a veces me iba a visitar a las vacas de nuestros vecinos para por lo menos hablar con ellas, decía a mi marido “me voy a las vacas”. Pero desde aquel tiempo me gusta el inte­rior, el campo paraguayo, donde la gente es muy trabajadora, la naturaleza es linda y las vacas son muy amigables.

–Tengo entendido que la Univ. de Rostov se encuen­tra cerca del río Don. ¿Hay un clima parecido al de Paraguay ahí?

–Sí, así mismo. Podemos decir que está en sus orillas, pero el clima no, nada que ver. Antes de contestar a la pregunta quiero mencionar que acá escucho de los taxistas que Rusia es el país del frío, todo está cubierto con la nieve. No. En Rusia hay de todo. Por supuesto depende de la zona. En mi región, te digo que hay de todo, las 4 esta­ciones: invierno con la nieve y a veces 30 grados bajo cero, primavera con su plantas y flores más bellas del mundo, verano con el calor seco hasta 45 grados y otoño, que es como el invierno de acá.

–Ahora que sos madre de un niño, ¿comprendés algunas actitudes maternales?

–Sí. Entiendo por qué mis padres no me dejaban salir jajajaja. En realidad, cuando una mujer por primera vez está embarazada, y si todo va bien, ella suele estar llena de pensamientos y esperan­zas muy románticas: baby showers, ropitas chiquiti­tas, toda esta preparación. Me acuerdo que un día antes del parto, fuimos de compras con mi querida Lucía Giovine para completar lo que faltaba. Pero llega el día, el momento y nadie le puede enseñar a la futura mama qué es sen­tir 24 horas por día respon­sabilidad por una criatura. Eso sí es algo absolutamente nuevo, especialmente si vos no manejas perfectamente el idioma y si tu mamá no está a tu lado. Pero al mismo tiempo junto con esta respon­sabilidad viene un nuevo tipo de alegría que nunca antes habías sentido. No me canso de agradecer a todos mis ami­gos, a mi suegra que estaba ese día junto con nosotros, a mi cuñado que después de no dormir toda la noche se fue a conocer a su sobrinito. Estos momentos son inolvidables. Y sí, entiendo ahora a mis padres que no me dejaban salir. Y también entiendo que tengo a un varón, y voy a tener que aprender qué es separación psicológica y física de tu criatura.

Vista de la iglesia ortodoxa rusa de la tierra donde vivió Uliana hasta venir a Paraguay.

–¿Cuál fue tu primera impresión de Paraguay?

–Que me siento bien acá. La vida está llena de sorpresas. Sabes, Lita, yo desde chiqui­tita era bastante religiosa y siempre tenía el sueño de ser esposa de un sacerdote orto­doxo para dedicar así mi vida a la iglesia. Pero nunca ni me imaginaba que me iba a casar en Paraguay, con un hombre católico y más, que justa­mente con él y gracias a él voy a poder “entrenar” y “prac­ticar” qué es ser religiosa en realidad. Viviendo en un país católico me siento más res­ponsable por mi religión, por­que si me “porto mal” ¿qué van a pensar sobre los orto­doxos? Jaja. Tampoco ima­ginaba que me iba a gustar enseñar y más enseñar ruso. Paraguay y sus habitantes me ayudan a descubrir nue­vas oportunidades de ser útil en esta vida, de poder servir inclusive a mi país, a mi cul­tura. Ahora dando clases de ruso estoy descubriendo a mi idioma de nuevo y estoy feliz de poder compartir eso con mis alumnos.

–En esta nueva vida que emprendieron vos e Iván, criando al hijo de ambos, ¿querés regresar a Rusia o ya estás firmemente asentada en estas tierras calientes y rojas?

–Cierto. ¡Tierras calien­tes y rojas! Mi hijo todavía ni conoce la tierra roja, ojalá que termine la pandemia y vamos a ir al interior para que conozca el color de esta tierra. ¡Es impresionante, de verdad! Nosotros con Iván queremos ir a mi país y llevar a nuestro hijo allá, para que ellos dos conoz­can mi tierra, a mis padres, la nieve. ¿Y dónde vamos a vivir en el futuro? De verdad que no sé, lo más importante es estar juntos, cultivar nuestro amor de familia y ayudar a nuestro hijo a ser una persona digna, honesta y feliz.

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