Por Bea Bosio, beabosio@aol.com

El primero de junio y como última medida de desespero, Ángel tomó a su hijo Bastian en brazos a pesar del frío y se sentó con él en la puerta de una sucursal de un banco. Allí imploraría que alguien le diera una mano, o una limosna al menos, para sobrellevar la carga que tanto le estaba pesando. Desde enero estaba sin trabajo y ya no le quedaban medios para sostener a su familia que hace un tiempo sobrevivía de la caridad de los extraños. Con su bebé de cinco meses, su mujer y una nena de tres años, se ubicaron en la puerta del negocio ubicado en un coqueto barrio de Buenos Aires. Tal vez más de uno al verlo hubiera pensado que eran mendigos en busca de dinero rápido, pero quien mirara de veras podría ver que Ángel llevaba consigo su currículum impreso y lo que suplicaba era un trabajo.

En su hoja de vida estaba escrita su trayectoria: Los cinco años de labor en una gomería para un par de empresas conocidas y luego, durante la pandemia las obras en las que se había desempeñado como albañil. Las cosas nunca habían sido fáciles, pero al menos fueron llevaderas hasta enero, cuando terminó el último proyecto y ya no pudo ubicarse en ningún lugar.

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Una ayuda por favor … imploraba entre ruegos.

Un trabajo por piedad…

La gente de paso apurado iba y venía por la acera, y a medida que pasaban las horas a él se le iba agotando la voz. Buscaba el contacto visual con los transeúntes, pero la mayoría elegía no mirar. Alguno le arrojaba una moneda. Otros seguían de largo conectados a sus celulares y no faltaba quien lo mirara contrariado, como si su indigencia ofendiera a los demás. Ángel había golpeado ya tantas puertas buscando trabajo, que a pesar de sus 34 años a veces sentía que le faltaban las fuerzas. No le gustaba pedir dinero, pero era lo único que podía aquel día desahuciado, al borde de un abismo de soledad. Luchaba por contener las lágrimas mientras acunaba a su bebé y dejaba el alma en cada persona que pasaba implorando misericordia. Hasta que de pronto, una mujer llamada Sandra detuvo su paso al verlo tan angustiado y se acercó a él.

¿Cuál era su historia? ¿Por qué estaba con su familia sufriendo frío ahí en la calle en medio del caos de la ciudad?

Ángel sintió que se le alivianaba el mundo al ver que alguien le brindaba un gesto de humanidad, y con la voz quebrada le contó de su situación desesperada. Sandra –una ciudadana más entre tantas anónimas que circulan en la vorágine de la capital– se conmovió al escuchar su historia y quiso hacer por él algo más que darle una moneda rápida.

Le pidió permiso para sacarle una foto a él y a su currículum, para poder compartirlo en sus redes, y en su cuenta de Facebook, subió las fotos empezando el relato con estas palabras:

“Ángel y su familia están en la calle…”.

Así. En primer nombre, y a título personal. Luego describió lo que había visto. La publicación tuvo algunos compartidos como un destello de esperanza, pero la llama se avivó cuando la vio Agustina –una joven tecnológica, reclutadora de IT– que conmovida compartió la información en su página de linkedin, y a partir de ahí se gestó la magia de lo que sucedió después.

La historia de la familia se hizo viral y la ayuda de los internautas no tardó en llegar. Personas anónimas – conectadas apenas por las redes– salieron a buscar a Ángel a la calle hasta encontrarlo, y no sólo lo ayudaron a comprar comida sino también le dieron un celular donde pudiera recibir ofertas de trabajo y los medios suficientes para seguir habitando con su familia en la pensión que los albergaba por las noches.

Tres semanas más tarde –gracias a la magia de las redes–, Ángel barajaba cinco ofertas laborales y actualmente se encuentra tramitando las últimas pruebas para empezar como mecánico en una reconocida automotriz multinacional.

Con el futuro de nuevo tomando forma ante sus ojos, hoy sonríe agradecido, y siente que recuperó no solo su fe en la vida sino también en la humanidad. Porque en medio de lo más profundo de la noche, una red social enorme activó su engranaje y le alumbró el camino para continuar.

Altos beneficios de la hiperconectividad.

Etiquetas: #Red social

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