Por Arturo Peña, arturo.py@gruponacion.com.py

Fotos: archivo de Mauricio Acosta

El 24 de mayo de 1983, las aguas del río Paraguay y del arroyo Ñeembucú quebraron finalmente la resistencia de los muros hechos con sacos de arena y avanzaron con todo sobre Pilar. Según registros, alrededor del 90% de la ciudad quedó anegada. Hasta hoy, con cada lluvia vienen recuerdos de esos días. Pero no es solo la memoria de la angustia, también del coraje y la solidaridad que demostró el pueblo pilarense para enfrentar uno de los sucesos más trágicos en su historia y salir nuevamente a flote.

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La lluvia trae bonanza, dicen. Pero en Pilar esta frase quizás no sea de las preferidas. Aún hoy, a 38 años, los recuerdos de una lluvia interminable se hacen presentes en la memoria de los pilarenses cada que vez que algún nubarrón se asoma en el horizonte.

Al promediar el año de 1983, intensas precipitaciones afectaban varias zonas del país. Se trataba de un fenómeno meteorológico del que se comenzaba a hablar con mayor frecuencia, el cual -a pesar de lo inocente de su nombre- causaría grandes pérdidas en cada aparición: El Niño. La zona del Ñeembucú, regada por varios recursos hídricos, era una de las áreas críticas. En las primeras semanas de mayo, en la capital departamental, Pilar, había alerta roja. La población se organizó en cuadrillas en los barrios y como un ejército de soldados armados con palas y bolsas inició la titánica batalla contra las aguas.

“Desde el segundo semestre de 1982, los ríos y arroyos crecían peligrosamente en todo Ñeembucú, llegando a la gran inundación de mayo de 1983. Ante la alarmante situación por los pronósticos, que no eran muy alentadores, los pilarenses tomaron la decisión de construir muros con bolsas plastilleras cargadas de tierra y lodo en los sitios más vulnerables. Se formó una Comisión Central de Emergencia, con participación de autoridades, representantes de las parroquias y vecinos considerados líderes en sus barrios”, recuerda hoy -como si fuera ayer- el comunicador y activista social Isacio Mauricio Acosta, quien vivió de primera mano aquellos sucesos como parte del sta de la radio ZP 12 Carlos Antonio López, emisora que tuvo un rol protagónico.

Ya en el 82 la crecida había llegado a los 8.03 m. La ciudad no contaba con ningún tipo de defensa. En enero de 83 el río Paraguay alcanzaba los 8.32 m., y tras un leve descenso, en febrero, el agua inició su ascenso devastador: el 24 de mayo, en Pilar, llegó al pico histórico de 10.05 m., rebasando las barreras y avanzando inexorablemente sobre la ciudad.

“El 10 de mayo la Junta Municipal resolvió pedir al Ministerio del Interior la declaración del estado de emergencia y a la Armada Nacional el envío de buques para eventuales evacuaciones. Era una fuerte señal de que la situación se estaba tornando insostenible, a pesar del gran esfuerzo que se realizaba en los muros de defensa, cuya altura aumentaba a medida que creía el nivel de las aguas. En los últimos días de esta titánica lucha, numerosas familias ya fueron evacuadas por el anegamiento de sus viviendas y ubicadas en campamentos muy precarios. Y comenzó la triste migración hacia otros puntos del país, en vuelos del Transporte Aéreo Militar (el pasaje por persona costaba tres mil guaraníes, que no todos podían pagar), en embarcaciones menores y buques de la Armada”, reseña el comunicador.

Explica también que a pesar de la gravedad de la situación, los voceros de la comisión de emergencia evitaban transmitir con crudeza lo que ya era inevitable, haciendo en cambio insistentes llamados radiales para acudir a los muros. “No pasaba un día sin alarma desde los muros, por las filtraciones que se producían. Los momentos de desesperación, de angustia, fueron alimentándose con las torrenciales lluvias que caían en forma constante, como el domingo 15 de mayo, cuando las precipitaciones superaron los 100 milímetros. Las familias damnificadas buscaron refugio en escuelas, colegios y casas de parientes”, señala.

Se rompieron algunas defensas. Hacía ya un mes que Pilar había quedado incomunicada vía terrestre por la inundación de la ruta IV en varios tramos. Las clases estaban suspendidas. “Los alumnos estaban trabajando como voluntarios para cargar bolsas con arena en las improvisadas canteras en plazas o en plena calle. El gobierno nunca atendió al pedido de declaración de emergencia que hicieron las autoridades municipales. Los buques de la Armada Nacional llegaron unas dos semanas antes de la catástrofe para las primeras evacuaciones”, agrega don Mauricio.

LOS “PALEROS”

Norma Aquino de Romero es una docente retirada, pilarense. Con sus 71 añostodavía sigue trabajando en favor de su ciudad y su departamento. En aquel mayo del 83 enseñaba en una escuela, la cual fue arrasada por las aguas. Ella también recuerda vívidamente aquellos sucesos: “Como la ciudad es grande, la gente se organizaba en cuadrillas para cargar las bolsas de arena para los muros. Eran los ‘paleros’, jóvenes, gente mayor, mujeres y hasta niños, que dejaron todo para dedicarse a contener el agua. Se hacía guardia en turnos las 24 horas para verificar si no filtraban. Si se necesitaba ayuda de otro barrio, la gente se trasladaba hasta ahí. Los paleros llegaban de los barrios, de los distritos, incluso vinieron pilarenses que ya no vivían en la ciudad. Fue algo extraordinario. Con el tiempo uno se da cuenta de la solidaridad que había”.

Hasta horas antes de aquel trágico 24 de mayo, los pilarenses seguían peleando en los muros de contención. Luego se lanzaron los primeros avisos para la vacuación hacia lugares más altos, pero la gente que se aferraba a sus hogares. “No hubo otra salida que abandonar las casas, buscando cualquier tipo de transporte para llevar sus pertenencias, algún carro, una camioneta y después ya con las calles inundadas, en canoas, lanchas, deslizadoras. Reinaba un ambiente de tristeza y desesperación”, recuerda Acosta.

Los que no estaban paleando en los muros estaban en las ollas populares que alimentaron durante días a la población, otros aportaban el dinero que les quedaba, las amas de casa llevaban el cocido o café caliente para soportar el frío, y tortillas, empanadas y chipa, “y para los que se zambullían en las frías aguas para taponar peligrosos filtros, tragos fuertes. Y no se puede dejar de destacar la solidaridad qe los mismos pilarenses recibieron en las campañas de recolección de ayuda montadas por medios de comunicación de la capital, y de las familias que en Misiones, Paraguarí, Cordillera, Central y otros puntos recibieron a los damnificados evacuados”, dice Acosta.

“Ya era imposible venir por tierra a Pilar, entonces venían por avión las ayudas; traían bolsas, también abrigos, pilotines, botas. El frío en esos días también era terrible, la gente tuvo que soportar las bajas temperaturas peleando en el agua”, recuerda con emoción doña Norma. En pocas horas, muchas de las calles, plazas y otros espacios de la ciudad ya habían sido invadidos por las voraz inundación. Los autos y carretas fueron reemplazados por precarias balsas, canoas, lanchas... Los servicios básicos se vieron afectados.

Tras algunos días se reanudó e suministro de energía eléctrica en el barrio Loma Clavel, “muy populoso debido a las familias damnificadas. Había mucho temor por los anuncios de que el agua seguiría subiendo hasta los 11 metros. Con esta altura Pilar desaparecería totalmente. Se decía que la crecida iba a continuar, que no iba a parar, por una gran masa de agua que baja desde el Brasil. Por eso, numerosas familias prefirieron dejar la ciudad”, explica Acosta.

“La gente en su huida alzaba lo que podía en improvisadas balsas hechas con maderas y tambores. Pero la mayoría salió con lo básico, ya no dio tiempo para mucho. Se cerraban las rejas, se candadeaban las puertas, pero por efecto del agua estas se pudrían, los muros caían y uno veía roperos o electrodomésticos flotando por ahí”, recuerda también la docente.

Mauricio Acosta, comunicador.
Norma Aquino, docente jubilada.

MILES DE AFECTADOS

El panorama en la ciudad era desolador. Y siguió así durante varias semanas, con la lluvia que no daba tregua. Pero “pasaron los días y la vida parecía volver a la normalidad: energía eléctrica, reactivación de algunas panaderías que proveían de suficientes panificados, carne vacuna en cantidad y a bajo precio, pescado, frutas cítricas, parrilladas para las noches frías; los niños y jóvenes retornaron a clases bajo carpas, ZP 12 de nuevo con sus avisos de interés, los saludos, los mensajes, las dedicatorias desde las distintas ‘islas’ pobladas, en campamentos o en viviendas n inundadas. Parecía todo normal en medio de la tragedia”, rememora don Mauricio.

Destaca la labor de los voluntarios de la Cruz Roja Paraguaya, con carpas instaladas en el barrio Loma Clavel, lugar en que se asentaron los campamentos. Ahí estaban también las carpas de los centros educativos unificados para seguir con las clases. El ministerio de Salud dispuso la asistencia sanitaria con provisión de medicamentos. El Hospital del IPS y el Centro de Salud estaban bajo agua.

Varias cifras se manejaron sobre la cantidad de personas afectadas. Se hablaba de una población de entre 18.000 y 23.000 habitantes. De los evacuados a otros puntos del país, entre 7.000 y 10.000 personas. Según un censo realizado por sacerdotes redentoristas italianos, quedaban aún 8.000 personas. Estimaciones del entonces Intendente municipal, Fabio Insfrán Ruíz Díaz, afirman que solo 7% de la superficie pilarense era tierra firme. El 93% quedó bajo agua.

“La inundación del 83 dejó una huella profunda entre los pilarenses. No pueden olvidar aquellos momentos dramáticos y traumatizantes. Aunque recuerdan orgullosos la ciclópea lucha, los temores resurgen con cada lluvia torrencial o nuevas crecidas de los ríos. Varias veces la ciudad quedó inundada por las torrenciales precipitaciones y un sistema de bombeo inservible, ocasionando pérdidas millonarias y sufrimiento a las familias afectadas.

La recuperación de Pilar estaba ya pensada en plena inundación. Los evacuados aseguraban que algún día iban a regresar para levantar nuestra ciudad. Se soñaba en una etapa de recuperación y hasta de fundar una nueva Pilar. Las esperanzas no se habían perdido a pesar del drama vivido”, señala finalmente Acosta. “Esa experiencia nos dejó una gran lección de solidaridad. Incluso ahora en la pandemia ns estamos manejando solidariamente, como en el 83. Espero que la gente joven sepa valorar todo lo que los pilarenses ya hemos luchado”, añade por su parte doña Norma.

Desde 1986 se construyeron muros definitivos protegiendo a casi toda la ciudad. El año pasado comenzó el ambicioso proyecto de defensa costera, que aseguran protegerá al 100% a Pilar. Al menos, ese es el sueño de los pilarenses, que por ahora, mientras un trueno suene con fuerza, seguirán mirando al cielo y a los recuerdos.

ZP TRASMITIÓ DESDE UNA CASA

La radio ZP 12 Carlos Antonio López, asentada en Pilar, fue desde sus inicios una emisora de referencia para toda la región sur e incluso más allá de las fronteras (provincias del nordeste argentino: Chaco, Corrientes, Formosa). En 1966, a solo 4 años de su salida al aire (el 10 de septiembre de 1962) la radio tuvo su “bautismo de agua”, cubriendo la inundación de aquel año. En 1983, “ZP 12 estuvo presente como nunca convirtiéndose en el principal brazo de comunicación de la Comisión Central de Emergencia. Todo el personal comprometido y movilizado: radio operadores, locutores, periodistas, mecánicos, administrativos, hasta el mismo día de la inundación de la ciudad”, recuerda don Mauricio Acosta, quien era parte de ese plantel e incluso llegó a ser director de la radio décadas después.

Las aguas también cubrieron la planta de transmisión y sus estudios. El equipo fue arcialmente desarmado con la colaboración de técnicos y sus componentes llevados en canoas a un lugar seguro. “A las 12:30 del 24 de mayo, la radio anunciaba la suspensión de su transmisión, y que el medio de comunicación a utilizar en adelante, iba a ser Radio 1º de marzo de Asunción, con un micrófono instalado en los mismos estudios inundados. Se había tomado la decisión de interrumpir la transmisión, porque el agua avanzaba, poniendo en peligro la vida de los funcionarios. Mientras la inundación atravesaba el improvisado muro, trabajaron en el lugar el radiotécnico, Miguel Angel Stete; el mecánico, Tomás Montiel; el locutor, Manuel Encina; el contador, José del Pilar Acosta; el mecánico invitado, Macelino Ferreiro; el técnico también invitado, Alberdo Borda, y los demás compañeros. Para el traslado de las partes del transmisor las canoas fueron facilitadas por gente solidaria, como Cirilo “Tito” Jara. El resto quedó en el agua, como el motor generador que se usaba en los días de cortes de electricidad que proveía la usina de Manufactura de Pilar”, agregó.

“Llegó la noche, las calles oscuras por el corte de energía, a lo lejos el grito de la gente, el aullido de perros que quedaron abandonados. La ciudad quedó sin voz y sin luz. Una semana después Radio Carlos Antonio López vuelve al aire, con un pequeño transmisor facilitado por Humberto Rubín, director de radio Ñandutí, que cubría solo la zona urbana. Con la alegría de los pilarenses vuelve a transmitir desde el 31 de mayo para acompañar los sueños y la realidad de la recuperación de la ciudad. Funcionaba en la casa particular del compañero de trabajo Mario Gómez y familia, en el barrio Loma Clavel. En la noche del 24 de diciembre de 1983, ZP 12 transmite nuevamente para toda la región con un transmisor de cinco kv propiedad de su entonces director Sergio Enrique Dacak”, recordó Mauricio Acosta.

OTROS DATOS

Cuando Pilar se inundó, el río Paraguay alcanzó su pico máximo (10.5). La bajante comenzó el 1º de junio, después de meses de ininterrumpida crecida. El buque de ultramar Britania, proveniente del Río de la Plata, partió de Pilar el jueves 26 de mayo con 700 personas, y el Bermejo con 470. En embarcaciones menores salieron 500 personas. Impresionante fue la cantidad de público que esperaba el arribo de los compueblanos en el buque Yhaguy, para tributarles un cálido recibimiento a su retorno a Pilar después de tres meses.

“Con vítores, hurras, lágrimas mal contenidas y sollozos por parte de los más fuertes, llegaron a Pilar cerca de mil personas que habían sido evacuadas a Asunción cuando las aguas arrasaron sus ciudades”, describía un diario local sobre el retorno, en septiembre 1983.

Obs: Aportes de Mauricio Acosta.




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