Lo que se presentó como un tratamiento preventivo contra el covid-19 de dos miembros de una familia en la Clínica La Vero, de Asunción, terminó en una tragedia. Después de varios días de una internación que se convirtió en calvario, madre e hijo fallecieron. Hoy la familia reclama justicia y denuncian que hubo negligencia médica. El local operaba a metros del Ministerio de Salud; hoy está clausurado.

El 8 de marzo del 2021, la señora Miguela Barriocanal Vda. de Benítez, de 72 años, ingresó al sanatorio La Vero con la intención de someterse a un tratamiento preventivo contra el covid-19 porque presentaba síntomas. Estaba muy cansada y tenía dificultad para respirar. Así relata Sara Benítez, su nieta.

Supuestamente, La Vero es una clínica que trabaja con medicina “alternativa” e integrativa. En su presentación en la web, dice: “Nuestro circuito de diagnóstico integrativo fue especialmente diseñado para que en el mismo día, demorando entre 2 y 3 horas, encuentres las respuestas más precisas sobre tu estado de salud”.

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Miguela, más conocida como Reina tanto por sus familiares como sus amigos, tenía los síntomas, y entonces su familia decidió acudir a este sanatorio para hacer el proceso médico correspondiente. La mujer fue atendida por el propio dueño de la clínica, el doctor Aurelio Espínola Caballero, amigo personal de Rodrigo Humberto Benítez Barriocanal, hijo de Reina y papá de Sara. “Mi papá tenía una confianza ciega en el doctor porque era su amigo, confiaba plenamente en él”, dice Sara.

Dos días después de ser atendida en La Vero, “Reina” empeoró en su salud por lo que era urgente su internación. Buscaron lugar en los hospitales Universitario de San Lorenzo y Santa Julia, pero no encontraron camas disponibles. “Entonces, ahí le llevamos a mi abuela a la Clínica La Vero porque mi papá tenía muchísima confianza en su amigo, el doctor Espínola”, recuerda Sara. Desde ese día empezó un calvario para la familia Benítez Barriocanal que nunca podían haber sospechado.

Reina Barriocanal ingresó a las 21.00 del 10 de marzo a la clínica. Lo hizo caminando, sin tener fiebre pero sí un poco agitada. La recibió el propio doctor Espínola. El 5 de abril, la mujer fue trasladada al Hospital Santa Bárbara de urgencia. “Es criminal lo que le hicieron a esta señora, su estado de descomposición es inhumano”, le dijo a su familia el doctor que la recibió. Unas seis horas después, Reina falleció.

El tiempo que estuvo internada Reina en la Clínica La Vero fue una pesadilla para la familia Benítez Barriocanal. “Los primeros días, los doctores, y principalmente el doctor Espínola Caballero, nos decían que mi abuela estaba evolucionando bien, que iba a mejor. Siempre su mensaje era de optimismo total y que en tres días ya se le iba a dar su alta”, refiere Sara. Pero tal cosa nunca ocurrió. Fueron pasando los días y cada vez se fueron sumando situaciones llamativas.

La familia contrató a una enfermera particular para atender a la señora Reina. Esta profesional –totalmente identificada– le relató a la familia, con el correr de los días, que notaba cambios raros en Reina y que los médicos, antes que atenderla, básicamente la dopaban para que siga durmiendo. A pesar de estos reclamos, el doctor Espínola Caballero decía que la mujer estaba evolucionando y que todo era parte del proceso, por las características del virus, expone Sara.

El 17 de marzo, Rodrigo, el papá de Sara, también queda internado en la Clínica La Vero por covid-19. Lo ubicaron en una habitación contigua a la de su mamá. “Esos días fueron mucho más pesados”, refiere Sara. Ya no solamente era ver lo de su abuela, sino también había que estar pendiente de su papá. En principio, el señor Rodrigo no mostró mayores complicaciones.

Para esas fechas, a Reina ya le estaban inyectando morfina para que pueda aguantar los dolores que tenía. Había comenzado su tratamiento con 2 litros de oxígeno por minuto. Para el 20 de mayo, su rutina médica abarcaba tratamientos de ozono rectal, 3 a 4 veces al día, morfina para el dolor, revitalización con oxígeno, plata coloidal, vitamina C, nebulización con ozono y para esa fecha, 4 a 5 balones de oxígeno a 15 litros por minutos.

También en ese entonces y gracias a que los familiares de Reina insistían en verla a cada rato, descubrieron que la clínica ni siquiera le había puesto un colchón antiescara (un producto especial para evitar que las personas mucho tiempo acostadas o sentadas tengan llagas en la piel). Encontraron igualmente que el lugar era muy sucio y cuestionaron la higiene con la que le tenían a la mujer. Todo eso también está en el relatorio de la denuncia.

A pesar de las promesas del doctor Espínola, la familia decidió sacarle a Reina y a Rodrigo de la clínica, pero no encontraron lugar en ningún hospital. Fue entonces que el doctor Espínola Caballero les anunció que le iban a hacer un tratamiento con un medicamento llamado “adenosina”, que trajeron de Italia en forma exclusiva para esta paciente. Supuestamente, con este remedio la salud de “Reina” mejoraría totalmente. “Fue todo lo contrario, ella empeoró después de eso y desde entonces tenía una tos seca constante, fuerte”, dice Sara.

La firma del profesional que aparece en la mayoría de los documentos expedidos por la clínica en el caso de Reina es del doctor Mortato Scipione, que figura como especialista en cirugía oral. Un odontólogo italiano. Por las noches, el encargado de cuidar a Reina –y después también a Rodrigo– era un doctor de nacionalidad brasileña. Sara solamente recuerda su nombre: Vinicius.

Las documentaciones de la Clínica La Vero entregadas a los familiares de Rubia Barrriocanal y de Rodrigo Benítez estaban firmadas, casi siempre, por el doctor Mortato Scipione".

Al fracasar la “adenosina”, entonces el doctor Espínola Caballero planteó una última alternativa; un estudio con las células madre de Reina. Con eso supuestamente la iban a recuperar. Mientras tanto, toda la familia seguía buscando un lugar dónde llevar a la mujer y su hijo, pero todo intento era en vano. En todo el sistema público y privado de salud no había camas, menos para terapia intensiva o intermedia.

El 1 de junio murió un paciente por una trombosis. Esto alertó a los pacientes y familiares que estaban en el hospital. Ese mismo día, Rodrigo Benítez fue trasladado al Hospital Nacional de Itauguá. “Va a tener tres días de terapia intensiva preventiva porque él ya estaba para ser dado de alta”, le dijo el doctor Espínola Caballero a Sara, sobre la situación de su papá.

Pero las noticias desde el Hospital Nacional no fueron las mejores. “Mi mamá nos avisa que papá llegó casi sin signos de vida. Nos pidió que saquemos a mi abuela como sea de la Clínica La Vero”, dice Sara. Para entonces, la desesperación se apoderó de la familia.

A pesar de la búsqueda, seguían sin encontrar algún lugar donde derivar a Reina. El doctor Espínola Caballero les anunció el 2 de junio que la mujer saldría de alta en pocos días más. Que ya había superado el covid- 19 y las complicaciones que había derivado en su salud. Supuestamente, Reina tenía que estar de vuelta con su familia el lunes 5 de junio.

Mientras la familia esperaba por una ambulancia, se dieron cuenta de que la mujer estaba muy deteriorada. No había forma de llevarla a la casa. La familia consiguió que en el Hospital Santa Bárbara le puedan atender en una sala común. El médico de guardia, cuando recibió a Reina, dijo que era necesario llevarla de urgencia a terapia intensiva y que ni aún así era seguro que pueda salvarse. A las 23:00 de ese día, “Reina” murió después de semejante martirio.

Cuando la familia apenas estaba asimilando lo que pasó con Reina, desde el Hospital Nacional de Itauguá se vino otro golpe durísimo. Producto de un paro cardíaco, Rodrigo Benítez Barriocanal falleció a los 50 años, apenas cuatro horas después de fallecer su mamá.

El caso de Rodrigo adquiere ribetes parecidos al de su madre en cuanto al tratamiento que le dieron en la Clínica La Vero. El relato de Sara con respecto a cómo lo encontraron a su papá en el Hospital de Itauguá, luego de estar unos 20 días internado en la Clínica La Vero, es demoledor. Sobre todo, porque expone todo el suplicio que tuvieron que enfrentar. Además, el atenuante es que su papá creía en el doctor Espínola, a quien consideraba un gran amigo.

Los primeros días que Rodrigo Benítez estuvo internado, no presentaba mayores problemas. Pero en la clínica rápidamente le trataron con “ozonoterapia”. “Durante esos días se realizó ozonoterapia, plata coloidal, vitamina C y dos balones de oxígeno por día, saturando entre 90 a 93. El viernes 19 de marzo, acudo a la clínica durante la mañana para llevarle jugos, al percatarme que mi abuela no se encontraba del todo bien, decido quedarme durante la noche para cuidar de ambos”, dice Sara.

Desde la fecha 20 de marzo, todo se complica. Su tratamiento no daba resultados a simple vista, pero al igual que con Reina, el doctor Espínola Caballero decía que era parte del “proceso médico”. En el caso de Rodrigo, también le aplicaron la “adenozinaa”, el medicamento italiano. “Luego de la aplicación de ese medicamento, su salud se deterioró notablemente, empezó a respirar con mayor dificultad, utilizar 3 a 4 balones de oxígeno por día, brazos y piernas hinchados por la posición sentada en la que estaba, hacía 8 días desde su ingreso. Empezó a tener también muchos dolores de espalda para lo que le aplicaban morfina”, relata Sara.

Cuando lo llevaron a Rodrigo Benítez al Hospital de Itauguá, el informe de La Vero fue que tenía solo 22% de infección en los pulmones, una crisis de ansiedad y que necesitaba posiblemente intubación preventiva durante tres días para que su cuerpo descanse. Supuestamente, él ya estaba superando la enfermedad.

Sin embargo, lo que le dijeron en Itauguá fue contundente: “El primer reporte del hospital, el 2 de abril, fue sepsis pulmonar; el segundo, 3 de abril, shock séptico pulmonar. El médico le aclaró a mi mamá que fue uno de los casos más difíciles y complicados que vio por el nivel de deterioro, producto de haber arrastrado tanto tiempo una infección, sus palabras textuales fueron ‘nunca vi unos pulmones tan comprometidos’. Mi mamá le preguntó si él tenía posibilidades de recuperarse, a lo que el médico le responde que, que él es joven y que estaría así hasta que su cuerpo aguante”.

Los informes médicos tanto de Reina Barriocanal como de su hijo Rodrigo Benítez otorgados en la Clínica La Vero difieren con lo que le entregaron tanto en Santa Bárbara como en el Hospital de Itauguá. Por esta razón y las demás situaciones, la familia de Sara hoy encara una demanda que será presentada próximamente contra esta clínica y sus directivos.

Sara tuvo a su papá 10 días internado y su abuela, más de un mes en la Clínica La Vero. Ambos recibieron un tratamiento alternativo de ozonoterapia rectal para “curar” el covid-19, pero la realidad fue que ambos murieron después de pasar por situaciones realmente dolorosas. “Lo único que buscamos es que se haga justicia y que otra gente ya no sufra lo mismo”, dice Sara.

Rubia Barriocanal. Su familia hoy reclama justicia por su fallecimiento.

CLAUSURADA

La superintendencia de Salud clausuró el pasado 4 de junio la Clínica La Vero, tras una denuncia de negligencia médica presentada por Sonia Deleón Franco, esposa del ex diputado liberal Fernando Nicora López Moreira, quien falleció el pasado 22 de agosto del 2020. El ex parlamentario estuvo internado varios días en este nosocomio.

De acuerdo con lo informado por el Ministerio de Salud, durante la intervención realizada el 4 de junio pasado, se descubrió que la clínica interna a pacientes sin tener el permiso para hacerlo. Además, la habilitación que otorga el ministerio ya estaba vencida, por lo que estaba operando de forma irregular.

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