Las personas que pierden a un ser querido siempre buscan la manera de tenerlo presente. Aunque la muerte es tan natural como el nacimiento, difícilmente estamos preparados para decir adiós a quien amamos y la pregunta inmediata es cómo seguimos con la vida. La esperanza es siempre que la pérdida no sea del todo definitiva.

Gilda Arrúa es perio­dista, comunica­dora, pero más que nada es mamá. Actualmente trabaja en una nueva función dentro de la Asociación Para­guaya de Fútbol (APF) al servicio de la Albirroja. Ella nos habla un poco sobre su proceso y dice que fue un camino de transformación.

LN -¿Querés hablar de tu hijo, qué querés decir sobre él?

-Juan Pablo Ernesto es mi hijo mayor, mi regalo del cielo. Él nació el 26 de agosto del 2008 y falleció en el mismo año el 10 de setiembre. Los 16 días que viví con él en la terapia inten­siva fueron mi mayor escuela de la vida. Desde que lo tuve en mi vientre algo me decía que él era como el principito del libro de Antoine de Saint-Exupéry. Su historia me mostró que efecti­vamente era el principito, y hoy es mi estrella que me guía desde el cielo. Con él aprendí que lo esencial es invisible a los ojos.

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LN -¿Sentís que si no habla­mos de él capaz tu dolor duela menos?

-Totalmente lo contrario, hay que hablar. Tu hijo es tu hijo más allá de la muerte. Uno tiene recuerdos tanto felices como tristes, como la vida misma. Cuanto más se visibi­lice esto, se ayudará a muchas mamás y papás a poder tran­sitar un camino del duelo con más apertura. En mi caso siempre hablé aunque mucha gente lo evitaba, siempre que me tocó la oportunidad traté de enseñar a los seres queri­dos de padres en duelo que no hay que dejarlos solos, y que sobre todo hay que abrazar­los y escucharlos.

LN -¿Desde su ausencia física lo soñaste en algún momento?

-Si, lo soñé varias veces. Siem­pre me levanto con una son­risa en el corazón cuando sueño con él.

LN -¿Buscaste algún pro­fesional que te ayude a aceptar continuar sin él o en que refugiarte?, ¿cuál es ese sostén?

-Mi palabra favorita para des­cribir mi proceso de duelo es transformación, porque después de la muerte de un hijo uno comienza un nuevo camino, es un proceso de cambio total. En mi caso leí muchos libros, sobre todo los de Elisabeth Kubler-Ross y Viktor Frankl. También participé en varias comu­nidades online del exterior con otras mamás de angeli­tos. Eso ayuda mucho, encon­trarte con tus pares, saber que no estás solo. Muchas de esas mamás se convirtieron en mis grandes amigas.

“Las células y los tejidos de nuestro cuerpo fueron creados para repararse... para sanar... para curarnos”

LN -¿Lograste adaptarte a tus responsabilidades dia­rias y cuánto tiempo des­pués lo hiciste?

-En cuanto a duelo se refiere, cada persona lo vive de una manera diferente y los tiempos también son diferentes, por­que eso no es bueno comparar. Pues una persona puede dar la impresión de que está muy bien porque a la semana de la muerte de su hijo vuelve al trabajo, y sin embargo cuando vuelve a su casa llora en silencio. En mi caso, tras volver de Boston en setiembre del 2008, en el tra­bajo me dieron la oportunidad de retomar mis labores al año siguiente. En ese tiempo hice un voluntariado en un hogar de niños que me llenó el cora­zón de mucho amor. Hay que tener en cuenta también que el duelo es un proceso no solo espiritual, sino físico y men­tal. Es muy cansador, por eso de ser posible hay que tratar de hacer ejercicio físico, en mi caso yo comencé a hacer yoga, hay que hidratarse mucho y comer saludablemente.

LN -¿Hay un momento en particular que lo hayan vivido como familia, que sea muy especial, de mucha feli­cidad y que quedará en vos para siempre?

-No creo que existan momentos de felicidad, pues para mí la vida no está fragmentada. Creo que uno es feliz tanto en las buenas como en las malas. La felicidad para mí es valorar mi camino como único y especial y amar a cada persona también de forma única y especial.

LN -El desenlace para el que absolutamente nadie está preparado… ¿Cómo se continúa? ¿Cuál es el siguiente paso que se da... cómo seguir?

-No hay fórmulas. Cada uno lo vive como puede. En mi caso la experiencia que tuve en Estados Unidos donde las personas me dieron la oportunidad de hablar de mi hijo y hacer memoria de él, me ayudó mucho cuando volví a nuestro país donde aún la muerte y el duelo es un tema muy tabú. Nunca tuve miedo de hablar de mi hijo y eso me ha ayudado a encontrar paz en mi conexión con él.

LN -La vida no es fácil para nadie y golpea a familias enteras, cada ser humano en el mundo está pelando bata­llas distintas, ¿qué le dirías a aquellas madres que están en una sala de hospital acom­pañando a sus hijos en este momento?

-Más que palabras, les daría un abrazo grande y les escu­charía, es lo que más necesitan estas madres en un momento así, y haría lo imposible para que pueda estar cerca de su hijo según las posibilidades de ese hospital. Muchas veces las personas dicen palabras que sin querer hieren, por eso la mejor forma de acompañarlas es con empatía y poniéndose en el zapato del otro. También otro tema muy importante es que los profesionales de la salud estén formados al respecto, pues en la mayoría de los casos no existen pro­tocolos que posibiliten que los padres sean acompaña­dos y en el caso de un falle­cimiento que puedan tener una despedida digna.

“Las células y los tejidos de nuestro cuerpo fueron creados para repararse... para sanar... para curarnos”

En Paraguay, la primera víc­tima del covid-19 fue el profe­sional Hugo Diez Pérez. Apasio­nado, soñador, así lo recuerda su hija Paloma Diez Pérez. Y por supuesto, muy cerrista.

LN -¿Sentís que tus allega­dos prefieren no nombrar a tu papá para no lastimarte?

-Sí, siento ya que uno de los motivos por el cual no desean nombrarlo es por la manera en que sucedió todo.

LN -¿Qué es algo que te enseñó él y lo encontrás útil a tu vida hoy?

-Mi papá me enseñó muchas cosas que en el día a día nos sirve a mi familia y a mí, como por ejemplo la bondad que tenía, su espíritu de servicio y de luchador para hacerle frente a las adversidades, es algo que capaz por la cotidia­nidad no nos detenemos a pen­sar que fue él el que nos enseñó eso. Una pequeña anécdota es que siempre decía que no quería escuchar la palabra “no puedo” en nosotros.

LN -¿Qué es lo que no qui­sieras que se te olvide de él?

-Su ejemplo de padre y profe­sional.

LN -¿Te sentís enojada por cómo se dieron las cosas?

-Sí, porque fue algo inevitable, desconocido e inesperado y por sobre todo rápido. Me siento enojada por las circunstancias de cómo se dieron los hechos y de repente pienso que hubiera sido distinto si en el país ya se sabía cómo tratar el virus…

LN -Experimentaste el sepe­lio sin la despedida, ¿cómo fue eso?

-Fue algo muy fuerte. Solo pudimos estar personas selec­cionadas, allegados nuestros. El primer anillo de la familia, jamás pensamos que de esa manera tan fría y triste iba a ser despedido. Siendo que fue una persona muy querida en todos lados y no se merecía eso, nadie merece que lo des­pidan así. No pudimos verlo, ni acercarnos a él.

“Hay creencias religiosas que nos instan a confiar en que algún día nos podremos volver a encontrar”

LN -Están quienes deciden creer que uno nace en la tie­rra con algún propósito, si logras coincidir con esta idea, ¿cuál creés que fue el propósito de tu papá acá?

-Coincido con que todos tene­mos una misión que cumplir en la tierra. La de mi papá fue ser­vir a los demás, con su vocación y amor a la profesión.

LN -Continuar es la obliga­ción que tenemos tras una pérdida, es como que nadie nos pregunta si estamos dis­puestos a seguir y volver a sonreír... en tu experiencia, ¿cómo lográs hacerlo?

-Considero que la vida misma nos obliga a seguir, es como una corriente que nos lleva, aún si no estamos listos. Logro volver a sonreír gracias a que me levanto todos los días con él en mis pensamientos y ora­ciones, tenerle a él conmigo en mis sentimientos me hace seguir adelante por más que a veces parezca imposible, está él para empujarme y más en mis propósitos de todos los días, recordando alguna u otra frase que siempre me decía.

LN -¿Hay algo que quieras que sepa tu papá?

-Que lo vamos a amar para siempre y su recuerdo vivo está presente en cada uno de nosotros, en su esposa, hijos, hermanos, sobrinos y primos. Ya que el mayor tesoro que nos dejó es la familia. Y agrade­cerle, darle las gracias por el amor que nos brindó en vida, en todas las formas posibles, y gracias por ser ese héroe de la patria, y por enseñarnos con sus actos.

“Hay creencias religiosas que nos instan a confiar en que algún día nos podremos vol­ver a encontrar”

Francisco Ascarza recuerda a su esposa todos los días en sus redes sociales. Es su manera de llevar adelante su luto y también una forma de home­naje. Su testimonio también suma para este trabajo:

LN -¿Cómo la recordás a tu esposa?

-Como se recuerda a la brisa en verano o a la mirada impres­cindible o como se recuerda al amor urgente, esa urgencia de su presencia, de su mirada o de su sonrisa, la recuerdo serena, humilde, honesta y fiel, como se recuerda a un alma noble a un alma inmensa, infinita. Ella era la mujer de mi vida, la recuerdo como mi todo. Cuando ella se fue no perdí la mitad de mí, perdí todo de mí. Tal como se espera que sea el amor profundo y sincero que convierte a dos en uno. Pura, como aquella persona que sonreía a todo, compañera en todo, amante en todo. Más que un recuerdo una necesi­dad imperiosa, una necesidad urgente de su amor.

LN -¿Te gusta hacer que siga estando, buscás la manera de hacerla presente? De ser así, ¿cómo lo hacés para lograrlo?

-Ella está en dos formas pre­sente, una es aquella en la que yo no intervengo, ella está en cada aroma o en cada nota de una canción, era profesora de guitarra, amaba cantar y amaba los escenarios, los jaz­mines del verano me la traen sin que yo lo pida, su recuerdo está en cada paso que yo doy, 26 años estuvimos juntos. Yo camino las mismas calles de siempre, la veo en cada bal­dosa. Esa forma de hacerla presente no la determino yo, lo hacen las circunstancias. Mi esposa tenía la finura de perfumar su almohada, de esa manera la sigo teniendo pre­sente, continúo con ese ritual de encarar la noche.

LN -¿Te quedó algún asunto pendiente o por resolver con ella?

-Vivíamos el instante, el momento siempre, no nos separábamos, no tenemos asuntos pendientes ni por resolver, nos amábamos con todo el corazón, no nos quedó nada por resolver, me hubiera gustado tener tiempo para cumplir con lo que le había prometido, que era un viaje que ella añoraba hacer, le prometí que estaría con ella a cada instante de nuestros días, en cambio el último día, cuando ella partió estába­mos en lugares distintos, me hubiera gustado estar hasta el último suspiro con ella, esas dos promesas sin cumplir me dejan una herida profunda.

LN -¿Hay alguna “técnica” que te ayuda a manejar su ausencia?

-Su ausencia es como una tormenta inesperada, como un tornado sin previo aviso, que arrasa con todo a su paso y luego queda el silencio, la quietud. Hay momentos en los que yo estoy simplemente viviendo y repentinamente su ausencia se hace presente en algún aroma, en alguna foto­grafía y eso se convierte en un huracán que golpea con mucha fuerza y después deja el silen­cio ensordecedor que a uno no le permite escucharse, en la medida que puedo, escribo… toco el piano y trato de plas­mar en el arte lo que llevo en el corazón y el alma, la ausencia es un caos tormentoso. Su paso genera dolor, angustia y vacío.

LN -Llevaban una magnífica relación, disfrutaban de los hijos, ¿sentís que quitán­dotela de tu lado la vida fue injusta contigo?

-La vida no es justa ni es injusta, es un proceso que transcurre, yo no puedo cul­parle nada a la vida, pero si tuviera que otorgarle algún tipo de condición o carácter, diría que en todo caso la vida me privilegió con mi esposa, un privilegio inesperado y maravilloso, un amor ins­tantáneo y para siempre, si tuviera que hablar en térmi­nos humanos, la vida nos dio el privilegio de tenernos uno al otro, entonces ¿qué podría reclamarle a la vida?

LN -¿Cómo recordás el último día que pasaste con ella?

-Yo estaba terminando pro­yectos laborales que debía entregar, ella decidió acom­pañarme. Y lo hizo con una taza de café en la que dibujó un corazón, ella solía tener esos gestos, hoy lo tomo como que hasta el último momento me entregó su amor. Peque­ñas cosas hacían el todo de nuestra relación, unas horas después ella se iría.

LN -¿Vos creés que ella con el tiempo que compartió contigo te enseñó algo que hoy vos podés compartirlo con la sociedad y enton­ces como que aprendemos todos de su legado...?

-Lo que quedó en mí como enseñanza de mi esposa fue el hecho de que me permi­tió amarle, abrió su corazón y su alma para que yo pueda hacerlo, y esa posibilidad que me dio se convirtió en mi feli­cidad, con pequeños detalles que ella dejaba que ocurra para demostrarle mi amor. Quizás debamos dejar de lado nuestros miedos y per­mitir que otros nos amen, ella me dio dignidad dejándome amarla. Pasamos muchas cosas juntos, momentos bue­nos y malos, pero el permitir al otro que nos ame era el sus­tento de nuestras vidas.

El duelo no acaba pero se transforma, las personas que amamos están en los sitios que podamos encon­trarlos. Hablarlo con quie­nes experimentaron la pér­dida física de un ser amado y llevar estos temas a la norma­lidad podrían ayudarnos a tra­tar de estar preparados, dejar de lado la eterna discusión de si se trata del cementerio o el paraíso y volverlo funcional a la idea de que si los buscamos en un recuerdo o en un aroma, los podemos hallar en todas partes y en cualquier lugar.

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