Fotos: AFP y archivo

A los 99 años, apenas días antes de cumplir un siglo de vida sobre la tierra, ha fallecido el príncipe Felipe de Edimburgo, consorte de la reina Isabel II, la longeva monarca que cumplirá sus 96 años en pocos días más. La vida de este hombre, más allá de las anécdotas sobre su humor especial, fue una extraordinaria sucesión de tragedias en su niñez y juventud, una madre que fue una mártir y no se dio por vencida. Un hombre que supo vencer su propio destino a fuerza de disciplina y dedicación a su papel: siempre un paso detrás de su esposa, la reina.

“Serenamente y en el palacio de Windsor, ha fallecido a los 99 años el príncipe Felipe de Edimburgo”, decían los distintos comunicados emitidos por Buckingham. Ese hombre alto, siempre elegantemente vestido y con fama de hacer “chistes malos” y de tener un carácter fuerte y hasta desafiante, pero también por haber sabido mantener su lugar, siempre unos pasos detrás de la figura de su esposa, la reina Isabel II, pero muy presente en su vida y sus decisiones, ha dejado el mundo en el umbral de los 100 años. El centenario del príncipe que los británicos pensaban festejar por todo lo alto, muy cerca de los 96 de la reina que la semana próxima serán ya oficiales, aunque se festejen en junio con un gran festival, que seguramente este año no será brillante ni colorido.

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INFANCIA DRAMÁTICA

Todos lo conocemos como el elegante señor, acompañando a la reina y con una vida de lujos y de compromisos, pero la vida de Felipe, el joven príncipe de Grecia que enamoró a la joven princesa Elizabeth allá a comienzos de los 50 fue en realidad digna de una serie dramática. Felipe tuvo, al decir de un medio europeo: “una infancia y una juventud llenas de dificultades, una historia de amor de película y una vida a la sombra de Isabel II”. Su vida no ha sido nada fácil, como pudimos ver en las segunda y tercera temporadas de “The Crown”. Estuvo marcada por la inestabilidad, además de la falta de un hogar y de una nacionalidad clara.

Hijo de Andrés de Grecia y Dinamarca y de Alicia de Battenberg, Felipe Mountbatten nació como príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca en la isla griega de Corfú el 10 de junio de 1921 en el palacio de Mon Repos. Fue bautizado como Philippos zu Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg y era el único hijo varón del príncipe Andrés y de la princesa Alicia de Battenberg, que nació sorda, aunque salió adelante gracias al apoyo de su madre. Alicia fue una persona extraordinaria, era nieta de la reina Victoria y se casó con el príncipe Andrés en 1903. Las dificultades comenzaron con la guerra turco-chipriota. El rey Constantino I, tío de Felipe, fue depuesto y su padre, el príncipe Andrés, fue arrestado y juzgado por el Gobierno Revolucionario instalado en Grecia y desterrado. La familia tuvo que escapar a Inglaterra. Felipe solo tenía 18 meses y se dijo que fue escondido en una caja de naranjas. La familia se instaló en París. Los Battenberg habían cambiado su apellido por el de Mountbatten. Fue una iniciativa del abuelo de Felipe, Luis de Battenberg, para evitar que les asociaran con los alemanes. Mountbatten fue el gentilicio que, a partir de entonces, utilizó la familia. Y el que adoptó Felipe cuando obtuvo la nacionalidad británica, años después.

Cuando el niño tenía apenas ocho años, la princesa Alicia fue ingresada en un psiquiátrico tras sufrir lo que entonces se llamaba un “colapso nervioso”, mientras el padre de Felipe se iba a vivir con su amante a Montecarlo. En realidad, se trataba de una crisis y la pobre Alicia fue internada en un hospital de Suiza y diagnosticada de esquizofrenia. Le aplicaron tratamientos bárbaros como radiaciones de rayos X en los ovarios para suprimir su libido. Felipe no volvió a verla hasta bien entrada la adolescencia. Con el tiempo Alicia de Battemberg decidió tomar los hábitos y dedicarse a cuidar a los más pobres en Grecia. La única familia de Felipe mientras su madre estaba prácticamente prisionera en la clínica fueron sus cuatro hermanas mayores, aunque ellas se casaron rápidamente, tres de ellas con oficiales nazis y se instalaron en Alemania. Su hermana Sofía se unió a Cristóbal de Hesse-Kassel, nieto del káiser Federico III, afiliado al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) al año siguiente de su boda y nombrado, en 1935, jefe del servicio de inteligencia de Herman Göring. Otro de sus cuñados alcanzó el rango de Oberführer en las temibles SS.

UN OSCURO INTERNADO

Felipe fue matriculado un un internado en Cheam. Fue entonces cuando aparece en su vida su tío, Louis Mountbatten, Lord Mountbatten que se convirtió en una figura paterna para él y ejerció de consejero del joven Felipe durante toda su vida. Fue él quien consiguió que le otorgaran el título de príncipe tras tener que renunciar a sus títulos, y quien, cuando tenía 13 años, le presentó a la entonces princesa Isabel, con la que casó a los 26 años. A los 12 años, su padre le inscribió en una escuela alemana, pero poco después regresó a Inglaterra e ingresó en un centro escocés. Cuando tenía 16 años, la tragedia sacudió de nuevo al joven Felipe, cuando su hermana Cecilie, la más cercana a él, murió junto a su marido y sus dos hijos en un accidente aéreo, de camino a Inglaterra para visitarle. En 1939 se alistó como cadete en la Real Marina de Gran Bretaña. Fue entonces cuando comenzó la relación con la heredera al trono británico, Isabel. En 1942, con 21 años, se convirtió en el primer teniente de barco más joven de la Royal Navy. Pero tras convertirse Isabel en reina, tuvo que abandonar su carrera naval y renunciar a sus títulos reales. Al casarse, el rey Jorge VI le concedió los de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich, y le otorgó el tratamiento de alteza real. Sin embargo, la tensión en el joven matrimonio surgió cuando la reina Isabel se negó a que sus hijos llevaran el apellido Mountbatten, en lugar del de Windsor. Para el príncipe Felipe fue una amarga decisión que puso en riesgo la estabilidad de la pareja. Desde entonces tuvo que acostumbrarse a vivir un paso por detrás de la reina y reinventarse como patrono de decenas de organizaciones benéficas.

EL CONSORTE

Isabel de Inglaterra fue coronada como reina Isabel II y monarca del Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Pakistán y Ceilán el 2 de junio de 1953. Ese mismo día, Felipe de Edimburgo pasó a ser el príncipe consorte y en 1957 la reina le nombró príncipe de Reino Unido y primer caballero en la precedencia del Reino Unido

En la boda de Felipe y Elizabeth la figura de la princesa Alicia se destacó como una rareza en medio de las joyas y trajes de fiesta. Con sus hábitos de monja y su sonrisa llamó la atención, pero su historia llena de tragedias y de redención pasó a primeros planos gracias a diversas investigaciones periodísticas. En 1967, la princesa Alicia se instaló en el palacio de Buckingham. Había fundado una orden religiosa para cuidar a los niños pobres y enfermos y regalado todas sus posesiones para financiar su obra. Murió dos años después. Está enterrada en Jerusalén, un honor concedido a héroes y heroínas de todas las religiones que salvaron de morir a familias judías perseguidas por los nazis. La princesa Alicia arriesgó su vida muchas veces y salvó a unas 100 familias judías del Holocausto, a pesar de que sus hijas eran cercanas al partido Nazi ella nunca comulgó con esa creencia, sino todo lo contrario. Un homenaje que el hijo, Felipe, dijo que era uno de los que más hubiera apreciado su madre que lo dio todo por los más desfavorecidos, a pesar de la crueldad con la que la trataron desde su esposo hasta la sociedad e inclusive la medicina de entonces.


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