No es un 14 de febrero cualquiera. Para los que celebran hoy el Día de los Enamorados es, quizás, hasta un acto de reivindicación. La pandemia puso a prueba también la salud del amor y los estudios revelan que fue con diversa suerte para muchas parejas. Según el psicólogo José Britos, uno de los segmentos que sufrió de forma más drástica el impacto fue el que no tenía pareja o quedó sin pareja en este tiempo.
- Por Arturo Peña
- arturo.pena@gruponacion.com.py
- Fotos Ilustración / gentileza
Hoy recordamos el Día de los Enamorados. Las redes sociales se llenan de corazones. Y no es para menos celebrar el amor en plena “batalla”. Todavía seguimos en la lucha abierta contra la pandemia del covid-19, que ha puesto a prueba no solo a los gobiernos y sus sistemas de salud, sino también a las relaciones humanas.
Si bien un panorama un poco más esperanzador se abre en el horizonte con la distribución de las vacunas y el descenso de casos en algunos países, la pregunta ¿cómo afectó la pandemia a las relaciones de pareja? se hace casi necesaria este día para entender un poco más el particular momento que vivimos.
El estudio “Early effects of the Covid-19 pandemic on relationship satisfaction and attributions” (Efectos tempranos de la pandemia de Covid-19 sobre la satisfacción y las atribuciones de la relación), realizado por Hannah C. Williamson, psicóloga de la Universidad de Texas, EEUU, y publicado en la revista Psychological Science (versión online, diciembre, 2020) llega a una conclusión que invita a la reflexión: el estudio, que abarcó 1.200 ciudadanos norteamericanos en el 2019, afirma que las parejas que llevaban una situación más estable mejoraron sus relaciones, mientras que las que se encontraban en crisis fueron cuesta abajo en ese periodo.
RELACIONES PERSONALES
La pandemia ha afectado, sin dudas, a las relaciones personales. En cuanto a las de pareja, ¿en qué aspectos se da esa incidencia? Le trasladamos la pregunta al psicólogo clínico José Britos, docente de la Universidad Católica de Asunción y director del Instituto de Ciencias del Comportamiento: “La pandemia y las sucesivas medidas sociosanitarias que se fueron tomando afectaron todos los procesos de relación, desde la conformación de nuevas parejas hasta la ruptura o separación de las constituidas. En otros términos, se truncaron nuevos procesos y se aceleraron separaciones que vieron en el confinamiento una sobredosis de problemas que se tenían. Por supuesto, los cambios o las influencias no siempre fueron negativas, en algunos casos se fortalecieron los vínculos ayudados por el mayor tiempo compartido y porque en algunos casos quedaron en suspenso algunas amenazas externas”.
“Ahora, después de hacer una visión en perspectiva sobre las parejas en pandemia, hay que puntualizar que además del riesgo a la salud y, por ende, a la estabilidad de las familias y las personas, la pandemia potenció dos factores que influyen de manera importante en el comportamiento humano: 1- mucho tiempo juntos; 2- menor variedad de actividades. Estas dos variables influyen en el incremento de varios fenómenos, entre ellos la violencia y el hastío”, agregó el profesional.
–Estadísticas muestran un aumento de la violencia intrafamiliar, por ejemplo. ¿También aumentaron conflictos cotidianos o casos de depresión relacionados a conflictos de pareja?
–Así es, el espacio restringido y el mayor tiempo juntos incrementan las probabilidades para la disminución de la tolerancia, aumento de la agresividad y potenciación de los factores de malestar en general. Además, en muchos casos se dio un incremento en el consumo de sustancias psicoactivas, alcohol, por ejemplo, y así como a algunas personas pudo haber relajado en otras actuó como desinhibidor de agresión y violencia.
–Mucho del “ritual” de las parejas, como salir a bailar o a cenar tranquilamente, fue condicionado. ¿Cómo afectó esta situación?
–Sin duda la restricción fue una limitante no solo de actividades sociales de relacionamiento y diversión, sino que ambientalmente el paisaje en el que la pareja se desempeña se limita y el escenario repetido quita la variedad tan necesaria para el equilibrio humano. Este hecho fue patente y todavía de alguna manera presente, pero además contribuye para un clima conflictivo la contradictoria información manejada cotidianamente. Por un lado, ciertos análisis daban cuenta de la necesidad de las restricciones y lo temporal de las medidas, pero a la vez otras versiones enfatizaban que tales restricciones se basaban en hipótesis sanitaristas que no contemplaban los tantos otros factores como el económico, político, educativo, social, etc. Y las parejas tiene que vivir y comportarse en ese clima de paradigmas o ideologías en pugna.
–Personas solteras buscando par, novios, casados o en convivencia, con o sin hijos... El espectro es amplio. ¿Cuál segmento se tuvo que ajustar en mayor medida a las “nuevas reglas”?
–Justamente el segmento poblacional al que sorprendió la pandemia y las diferentes modalidades de cuarentena de manera más drástica fue el que no tenía pareja o quedó sin pareja en este tiempo. Los que ya tenían una relación tuvieron que adaptarse a espacios restringidos o modalidades de comunicación alternativas, pero los que tenían cortado el vínculo afectivo o amoroso o los que estaban en gestión de alguna relación quedaron en standby, en pausa o tuvieron que apelar a aplicaciones y redes virtuales que gestionan parejas.
–Las redes sociales y el mundo digital en general cobraron preponderancia en este tiempo de distancia social. También “el amor” tuvo que adaptarse a estas herramientas. ¿Es un riesgo o una ventaja?
–Diría que en el contexto de una sociedad no educada como lo somos es un riesgo. Y se suma al riesgo y los resultados deficitarios que ya tenemos en el fenómeno parejas. Somos una sociedad que, sabiendo la importancia de las relaciones de pareja, paradójicamente, no hay investigación científica al respecto, no hay educación al respecto y las instancias de protección que la sociedad instaura son deficitarias (ejemplo, la institución del matrimonio, tutelaje de los hijos, prevención o rehabilitación para casos de violencia marital, educación en salud sexual y reproductiva, etc.).
Entonces, con las tecnologías potenciamos algunos beneficios de comunicación o gestión, pero aumentamos el impacto de las deficiencias que tenemos (sexting, violación a la privacidad, tráfico de datos personales, trata de personas, abuso de niños y niñas, etc.).
–El concepto de las relaciones de pareja fue evolucionando. La pandemia ¿marcaría un momento en ese sentido?
–En la historia creo que pasos revolucionarios se dieron, por ejemplo, cuando se incluye el amor como condición para la formación de una pareja, cuando antes se conformaban por acuerdos familiares o imposiciones de índole económica, religiosa, etc. Y no es que el amor no existiese, pero cuando existía no era con la pareja oficial, sino con el o la amante.
El romanticismo, sobre todo, cambió esas prácticas. Posiblemente otro salto en la evolución de las relaciones de pareja tiene que ver con la apropiación del tema sexual como tema de salud y no de la religión. Esto fue en gran parte gracias a Krafft Ebing y juntamente con las reivindicaciones de los derechos de la mujer hicieron cambios que dieron autonomía sexual a las mujeres, tanto para su disfrute como para la elección de su pareja sexual. Si pensamos en estos saltos evolutivos, posiblemente la pandemia no sea un fenómeno tan revolucionario, a no ser que veamos en el futuro inmediato la consolidación de modalidades digitales de relacionamiento.