No es un 14 de febrero cualquiera. Para los que celebran hoy el Día de los Enamorados es, quizás, hasta un acto de reivindicación. La pandemia puso a prueba también la salud del amor y los estudios revelan que fue con diversa suerte para muchas parejas. Según el psicólogo José Britos, uno de los segmentos que sufrió de forma más drástica el impacto fue el que no tenía pareja o quedó sin pareja en este tiempo.

Hoy recordamos el Día de los Enamo­rados. Las redes sociales se llenan de cora­zones. Y no es para menos celebrar el amor en plena “batalla”. Todavía segui­mos en la lucha abierta contra la pandemia del covid-19, que ha puesto a prueba no solo a los gobier­nos y sus sistemas de salud, sino también a las relacio­nes humanas.

Si bien un panorama un poco más esperanzador se abre en el horizonte con la distribución de las vacunas y el descenso de casos en algunos países, la pregunta ¿cómo afectó la pandemia a las relaciones de pareja? se hace casi necesaria este día para entender un poco más el particular momento que vivimos.

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Lic. José Britos, psicólogo clínico

El estudio “Early effects of the Covid-19 pandemic on relationship satisfaction and attributions” (Efectos tempranos de la pandemia de Covid-19 sobre la satis­facción y las atribuciones de la relación), realizado por Hannah C. Williamson, psicóloga de la Universidad de Texas, EEUU, y publi­cado en la revista Psycho­logical Science (versión online, diciembre, 2020) llega a una conclusión que invita a la reflexión: el estu­dio, que abarcó 1.200 ciuda­danos norteamericanos en el 2019, afirma que las pare­jas que llevaban una situa­ción más estable mejoraron sus relaciones, mientras que las que se encontra­ban en crisis fueron cuesta abajo en ese periodo.

RELACIONES PERSONALES

La pandemia ha afectado, sin dudas, a las relacio­nes personales. En cuanto a las de pareja, ¿en qué aspectos se da esa inci­dencia? Le trasladamos la pregunta al psicólogo clí­nico José Britos, docente de la Universidad Católica de Asunción y director del Instituto de Ciencias del Comportamiento: “La pan­demia y las sucesivas medi­das sociosanitarias que se fueron tomando afecta­ron todos los procesos de relación, desde la confor­mación de nuevas parejas hasta la ruptura o separa­ción de las constituidas. En otros términos, se trunca­ron nuevos procesos y se aceleraron separaciones que vieron en el confina­miento una sobredosis de problemas que se tenían. Por supuesto, los cambios o las influencias no siempre fueron negativas, en algu­nos casos se fortalecieron los vínculos ayudados por el mayor tiempo compartido y porque en algunos casos quedaron en suspenso algu­nas amenazas externas”.

“Ahora, después de hacer una visión en perspectiva sobre las parejas en pan­demia, hay que puntuali­zar que además del riesgo a la salud y, por ende, a la estabilidad de las familias y las personas, la pandemia potenció dos factores que influyen de manera impor­tante en el comportamiento humano: 1- mucho tiempo juntos; 2- menor variedad de actividades. Estas dos variables influyen en el incremento de varios fenó­menos, entre ellos la vio­lencia y el hastío”, agregó el profesional.

–Estadísticas muestran un aumento de la vio­lencia intrafamiliar, por ejemplo. ¿También aumentaron conflictos cotidianos o casos de depresión relacionados a conflictos de pareja?

–Así es, el espacio restrin­gido y el mayor tiempo juntos incrementan las probabilidades para la dis­minución de la tolerancia, aumento de la agresividad y potenciación de los facto­res de malestar en general. Además, en muchos casos se dio un incremento en el con­sumo de sustancias psicoac­tivas, alcohol, por ejemplo, y así como a algunas per­sonas pudo haber relajado en otras actuó como desin­hibidor de agresión y vio­lencia.

–Mucho del “ritual” de las parejas, como salir a bailar o a cenar tran­quilamente, fue condi­cionado. ¿Cómo afectó esta situación?

–Sin duda la restricción fue una limitante no solo de actividades sociales de relacionamiento y diver­sión, sino que ambiental­mente el paisaje en el que la pareja se desempeña se limita y el escenario repe­tido quita la variedad tan necesaria para el equili­brio humano. Este hecho fue patente y todavía de alguna manera presente, pero además contribuye para un clima conflictivo la contradictoria informa­ción manejada cotidiana­mente. Por un lado, ciertos análisis daban cuenta de la necesidad de las restric­ciones y lo temporal de las medidas, pero a la vez otras versiones enfatizaban que tales restricciones se basa­ban en hipótesis sanitaris­tas que no contemplaban los tantos otros factores como el económico, polí­tico, educativo, social, etc. Y las parejas tiene que vivir y comportarse en ese clima de paradigmas o ideologías en pugna.

–Personas solteras bus­cando par, novios, casa­dos o en convivencia, con o sin hijos... El espectro es amplio. ¿Cuál seg­mento se tuvo que ajus­tar en mayor medida a las “nuevas reglas”?

–Justamente el segmento poblacional al que sor­prendió la pandemia y las diferentes modalidades de cuarentena de manera más drástica fue el que no tenía pareja o quedó sin pareja en este tiempo. Los que ya tenían una relación tuvie­ron que adaptarse a espa­cios restringidos o moda­lidades de comunicación alternativas, pero los que tenían cortado el vínculo afectivo o amoroso o los que estaban en gestión de alguna relación queda­ron en standby, en pausa o tuvieron que apelar a apli­caciones y redes virtuales que gestionan parejas.

A happy finger couple in love with protective mask Valentines Day during covid 19 coronavirus. New Normal

–Las redes sociales y el mundo digital en gene­ral cobraron preponde­rancia en este tiempo de distancia social. También “el amor” tuvo que adap­tarse a estas herramien­tas. ¿Es un riesgo o una ventaja?

–Diría que en el contexto de una sociedad no educada como lo somos es un riesgo. Y se suma al riesgo y los resultados deficitarios que ya tenemos en el fenómeno parejas. Somos una socie­dad que, sabiendo la impor­tancia de las relaciones de pareja, paradójicamente, no hay investigación científica al respecto, no hay educa­ción al respecto y las ins­tancias de protección que la sociedad instaura son defi­citarias (ejemplo, la institu­ción del matrimonio, tute­laje de los hijos, prevención o rehabilitación para casos de violencia marital, educa­ción en salud sexual y repro­ductiva, etc.).

Entonces, con las tecnolo­gías potenciamos algunos beneficios de comunicación o gestión, pero aumentamos el impacto de las deficien­cias que tenemos (sexting, violación a la privacidad, tráfico de datos personales, trata de personas, abuso de niños y niñas, etc.).

–El concepto de las rela­ciones de pareja fue evo­lucionando. La pandemia ¿marcaría un momento en ese sentido?

–En la historia creo que pasos revolucionarios se dieron, por ejemplo, cuando se incluye el amor como condición para la formación de una pareja, cuando antes se conforma­ban por acuerdos familiares o imposiciones de índole eco­nómica, religiosa, etc. Y no es que el amor no existiese, pero cuando existía no era con la pareja oficial, sino con el o la amante.

El romanticismo, sobre todo, cambió esas prác­ticas. Posiblemente otro salto en la evolución de las relacio­nes de pareja tiene que ver con la apropiación del tema sexual como tema de salud y no de la religión. Esto fue en gran parte gracias a Krafft Ebing y juntamente con las reivin­dicaciones de los derechos de la mujer hicieron cambios que dieron autonomía sexual a las mujeres, tanto para su disfrute como para la elección de su pareja sexual. Si pensa­mos en estos saltos evolutivos, posiblemente la pandemia no sea un fenómeno tan revolu­cionario, a no ser que veamos en el futuro inmediato la con­solidación de modalidades digitales de relacionamiento.

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