Por Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

Este “paseo” singular del artista y la memoria nos lleva a encontrarnos con la serigrafía, una expresión del arte muy singular e importante, además de accesible para comenzar a coleccionar arte y rodearnos de belleza. Las obras de importantes representantes de la técnica de todos los tiempos acompañan este recorrido por una galería imaginaria llena de belleza.

Eran las vacaciones de 1987 cuando caminando por la ciudad había visto en una vieja galería de arte de Asunción la promoción de la venta de un libro que venía junto con una obra serigráfica. Confieso que compré con mi primer sueldo trabajando de letrista en el legendario supermercado Economax de Villa Morra. Fue ese un gran momento, la adquisición de mi primera obra de arte, era una pieza serigráfica de Ricardo Migliorisi que venía con el libro “Los retratos del sueño” de Ticio Escobar editado por Rafael Peroni en aquel lejano año 1986 del siglo pasado. Fue a partir de ahí que me fui interesando en una nueva manera de coleccionar, teniendo en cuenta que en las décadas anteriores era común encontrar solamente reproducciones de artistas famosos europeos en la mayoría de las casas.

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ENCUENTRO CON EL GRAN “GUEVARITA”

A partir de ahí empiezo mi camino por el mundo de las serigrafías, pero es recién en el 2004 cuando el profesor Miguel Ángel Fernández me enseña una del paraguayo Andrés Guevara (el poco recordado “Guevarita”, quien había diseñado el primer diario Clarín de Buenos Aires), realizada ya en 1956 en Río de Janeiro en el taller del editor Mario de la Parra, hecho que la sitúa en la primera obra de un paraguayo realizada en serigrafía. A partir de ese momento empecé a armar un archivo/colección a la que la denominé “La serigrafía en el Paraguay”, la cual sigue en construcción.

UN POCO DE HISTORIA SERIGRÁFICA

A pesar de que nos parece muy lejano el año 1956 como dato de la primera serigrafía artística en el Paraguay, en los Estados Unidos se remonta al año 1932 la realización de las primeras y en 1938 el artista Guy Maccoy realiza la primera exposición de serigrafías.

La reproducción en serie permitió que cierto público de clase media pudiera en el Paraguay acceder a obra gráfica de calidad estética, que de otra manera no lo hubiera podido hacer. Una obra única no garantiza calidad, existe confusión respecto a la relación entre la multiplicidad de una obra y su valor en el mercado, una serigrafía puede tener valor artístico per se, aunque tenga un gran tiraje.

Como decíamos, las primeras serigrafías artísticas de paraguayos se realizaron en el exterior. A partir de ahí en las siguientes décadas existe un gran número de artistas que utilizan esta técnica como medio de expresión de sus obras hasta nuestros días. Desde aquellas viejas piezas “cubistas” de Guevara realizadas en el Brasil hasta experiencias serigráficas actuales en prendas de vestir como lo hizo el artista Marcos Benítez.

TALLERES DE SERIGRAFÍA EN ASUNCIÓN

A finales de los años 80, con la aparición de talleres de serigrafía como el de Marta Giménez en el barrio Sajonia y posteriormente el de Martita Duarte en el centro histórico, se pudo producir sistemáticamente obra gráfica en el país, realizándose serigrafías de una extensa lista de artistas, entre los que podemos citar a Lívio Abramo, Edith Jiménez, Olga Blinder, Luis Toranzos, Carlos Colombino, Mabel Valdovinos, Feliciano Centurión y de extranjeros como Reimhard Frotscher, entre otros.

Estas piezas múltiples que acercaron el arte a las manos de muchos poseen una gran calidad estética y son en algunos casos adaptaciones de pinturas, dibujos, grabados o realizadas específicamente para el lenguaje serigráfico, en forma conjunta por editores, artistas y talleres serigráficos, tanto en Asunción como en Buenos Aires, San Pablo, París, Río de Janeiro o en Nueva York, como fue el caso de Laura Márquez, la artista paraguaya más longeva, próxima a cumplir 93 años.

Yo sigo caminando por Asunción, recordando la compra de aquella sencilla serigrafía en 1987. Tal vez no tendrá un gran valor monetario, pero que guarda recuerdos mágicos para muchos que pudimos acceder por primera vez a una pieza de arte por sus bajos costos por su producción en serie y que este domingo la comparto después de más de tres décadas en estos cortos cuadernos de verano.

Enrique Careaga. Serigrafía, Asunción 2003.
Edith Jiménez, en dibujo San Pablo 1974 en serigrafía Asunción 1999.
Andrés Guevara, Río de Janeiro c.1956. Serigrafía del taller de Mario de la Parra.
Don Luis Toranzos. Serigrafía.
Olga Blinder, en dibujo Bs. As. 1960, en serigrafía Asunción 1998.
Michael Burt. Serigrafía.
Lucio Aquino. Serigrafía c.1989.

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