Por Bea Bosio, beabosio@aol.com

La mañana en que José se hizo al monte allá por el 1600 no podía imaginar el tremendo susto que se llevaría unas horas más tarde, y mucho menos dimensionar el milagro que ocurriría a partir del percance. José era un nativo guaraní de una misión franciscana asentada en Tobatí, que había abrazado el cristianismo y aprendido el arte de esculpir. No era extraño verlo adentrarse en la selva de sus orígenes, a buscar la materia prima para el trabajo. Como buen baqueano conocía los peligros del monte y como buen cristiano converso sabía que no todos los nativos habían aceptado esta nueva fe que había llegado un día a asentarse en el nuevo continente.

Los conversos eran considerados enemigos para varios de los grupos de resistencia que reinaban en la selva, y aunque la chance de encontrarse con uno de ellos no era tan grande, si ocurría, eran bien sabidas las consecuencias. Por las dudas, José se persignó encomendándose esa mañana y procedió a lo suyo, con la fe puesta en encontrar madera para la talla. En eso andaba cuando escuchó los pasos en el monte. Alerta, agudizó los oídos, y pronto los sonidos se convirtieron en voces. El corazón comenzó a latirle con fuerza. Estaba absolutamente solo y desarmado en la oscura espesura del bosque, y tenía la peor de las pesadillas en frente: Un grupo de los fieros mbajas avanzaba en un claro, y si lo veían, acabarían con él en ese mismo instante. (Como buena tradición oral la leyenda difiere un tanto en sus matices: Algunos dicen que eran guaikurúes.) Lo cierto –y donde todos convergen– es que el indio José al verlos supo inmediatamente el destino que le tocaría en suerte.

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Como pudo, se escondió detrás de un tronco, y en última súplica de supervivencia decidió utilizar el recurso que le habían enseñado los frailes: Invocar a esa Señora Santísima, María Inmaculada para que en milagro lo resguarde. Cerró los ojos con fuerza y con devoción profunda exclamó su nombre. (¿La imaginaba blanca o de piel morena al llamarle Madre?).

Tembloroso y desesperado trató de hacerse pequeño mientras seguía rezando y contuvo el aliento cuando se acercaron más las voces. (Y redobló su apuesta cuando prometió a su Señora que si salía airoso de aquel peligro, con el mismo tronco que lo protegía tallaría su imagen.) Y así ocurrió, y así lo hizo. Los enemigos siguieron de largo y el indio profundamente agradecido, talló dos imágenes de aquel tronco bendecido: Una más grande, que sería entregada a la Iglesia de Tobatí, y una pequeña, para cargarla consigo en devoción eterna.

Los años pasaron y de alguna manera, dicen que la Milagrosa volvió a obrar en la zona. Esta vez durante una gran inundación de proporciones catastróficas. Ante la crecida desmedida, los frailes franciscanos se unieron a los pobladores en sendas rogatorias y fue el mismísimo padre Luis de Bolaños quien pidiendo intervención divina bendijo las aguas. Estas retrocedieron y se amansaron, formando lo que hoy se conoce como el lago Ypacaraí. En medio de aquel suceso, milagroso la Virgen apareció flotando, envuelta en un recipiente de cuero, como si fuera ella quien los hubiera salvado.

Alguien dijo:

–¡Es la Virgen Milagrosa del Indio José!

Y todos vieron que efectivamente era la misma imagen que alguna vez aquel nativo piadoso había tallado. Y ya no quedó ninguna duda. Aquella Señora pasó a ser conocida por todos como la Virgen de los Milagros. El padre Bolaños se la entregó en custodia al carpintero que la había encontrado, y este decidió erigirle un pequeño y humilde oratorio en el lugar donde había ido a conseguir madera para una obra que le habían encomendado. La zona estaba ubicada a un cuarto de legua del actual centro de Caacupé.

Ahí supo encontrar la Virgen su morada, y hasta ella empezaron a llegar los fieles y en esas dotes milagrosas fue acrecentando su fama. Tanto que en su entorno y en su Gracia se fue formando el pueblo que hoy sigue envuelto en esa profunda tradición mariana, que confía en su Señora y hacia ella peregrina a fuerza de oraciones, promesas, alivios y esperanza.

* Como toda tradición oral las versiones de esta historia varían. Esta reinterpretación libre es recuento de varias fuentes, siendo la principal la de la página oficial del MEC.

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