Por Jorge García Riart, fundador del Centro de Investigaciones de Historia Social del Paraguay

Fidel Maíz reconoce en su opúsculo sobre La Virgen de los Milagros (1885) que hay “sombras de silencio” tanto en el relato mítico como en el relato histórico sobre el principio de la imagen de Nuestra Señora de Caacupé. A la luz de documentos del Archivo Nacional de Asunción, intentamos reconstruir una secuencia de hechos que parten del pueblo de Arecayá (a orillas del Jejuí) y llevan por los caminos de la Cordillera, pasando por Altos, Atyrá y Tobatí. Este 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, es propicio hacer un repaso sobre su inserción en la historia del país.

EL INDIO JOSÉ

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La primera versión escrita o compilada de la leyenda de la Virgen de Caacupé se presenta en un texto de historia y geografía del Paraguay elaborado por Leopoldo Gómez de Terán y Próspero Pereira Gamba (primera edición de 1879) que al parecer sirvió de referencia a otras publicaciones locales menos profundas o sistemáticas.

Dice la leyenda que un indio llamado José, proveniente de Atyrá, fue el creador de una imagen en madera de la Virgen María en agradecimiento por haberlo salvado de una persecución por parte de otro indio mbaya hostil. El relato se completa con detalles que conectan la obra con el origen del lago Ypacaraí y el franciscano Luis Bolaños en 1603.

A juzgar por su nombre, José habría sido convertido al cristianismo. Pero los nombres españoles a los neófitos solían ser acompañados por apellidos originales; por ejemplo, José Paraná. En muchos casos, compartían también el sobrenombre de sus encomenderos. Así por ejemplo se expandieron los Fleytas, los Grance y los Salinas en los alrededores de la Cordillera.

De qué o de quién corría José. Si nos valemos de la tradición cronológica, principios del siglo XVII, podríamos especular que precisamente no se escondía de un connatural enemigo sino de su esclavista. ¿Acaso José y su familia no quisieron someterse al régimen de yanaconazgo (servidumbre) que los conquistadores impusieron? Una suposición que cabe discutir.

NUESTRA SEÑORA DE ARECAYÁ

En 1630, a orillas del río Jejuí se fundó el pueblo de indios de Arecayá probablemente por el gobernador Luis Céspedes García Xeria, quien se empeñó en apaciguar el quebranto que producían los hombres originales por no someterse a la fuerza de los conquistadores, españoles y portugueses. Pero esta aldea de indígenas resistió con duras consecuencias.

En 1661, se documenta (ANA, SH, vol. 24, no. 2) el “feliz término” de la insurrección con la celebración de una misa en honor a La Concepción. En realidad, algunos caciques fueron asesinados camino a Asunción como lección y otras familias huyeron. Entonces, para evitar nuevos alzamientos, Arecayá fue trasladada a 3 leguas de la capital (un barrio de la vecina ciudad de Mariano Roque Alonso aún recuerda este cambio).

En 1673, el gobernador Felipe Rexe Corvalán visitó –según manuscritos– la denominada “Nuestra Señora de la Concepción de Arecayá” (ANA, SH, vol. 29 no. 6). Cabe suponer que existió en la nueva localización una capilla dedicada a esta advocación de Santa María. El propósito de la presencia de la máxima autoridad provincial fue censar a los habitantes para un traslado posterior.

SE FUSIONAN A RECAYÁ Y ALTOS

Una decisión complicada asumió el gobernador cuando ordenó trasladar nuevamente el asentamiento de los indios de Arecayá hacia la Cordillera en 1677 (ANA, SNE, vol. 177, no. 1). Esto implicó el despoblamiento así como la transferencia de los ornamentos y vasos sagrados a la parroquia de Altos como propios.

Para nombrar a la insólita convivencia se creó un patronímico tan largo que suponemos que en su origen advertía serios problemas de integración. Los documentos se refieren al nuevo pueblo como “San Lorenzo de los Altos de la Limpia Concepción de Nuestra Señora de la Siempre Virgen Santa María de Arecayá” (¡!).

Para la unión también se elaboró un estricto reglamento. Si bien la pretensión de gobierno fue que los naturales compartan el templo (con dos imágenes principales), cabildo y corregidores, nos parece pertinente dudar sobre la permanencia de la coexistencia. De hecho, las fuentes primarias dicen que solo 90 de 300 familias aceptaron la marcha. Hasta 1848 hay índices de un par de bultos de Nuestra Señora de la Concepción en el retablo principal y en otro secundario de donde se la extraía para las procesiones, según el inventario de temporalidades practicado en la suprimida comunidad de Altos (ANA, AHRP, vol. 532). ¿Se trataba del mismo perfil de la virgen de Arecayá?

SAQUEOS EN ATYRÁ Y TOBATÍ

En 1674, la iglesia del pueblo de indios de Atyrá fue atacada por indios “fronterizos” provenientes del Chaco, conocidos como los mbayás. Quemaron ornamentos sagrados, mataron al cura y a 120 personas más –dicen las crónicas–. Esta situación deterioró el prestigio del gobernador Corvalán quien para contrarrestarlo dispuso el traslado de la población a las cercanías del río Jejuí.

Los demolidos atyrenses no aceptaron la mudanza. Las inmediaciones del afluente representaban más peligro para la población, pero era una decisión estratégica para custodiar tanto el acecho de “infieles” como de mamelucos. ¿José o sus descendientes fueron testigos de este conflicto? El relato mítico sobre el hombre que salvó la muerte en manos de los mbayás dice que vivió muchos años.

Como resultado de la oposición, se creó un nuevo pueblo llamado San Benito de Yois en el valle del Yhaguy, en tierras que estaban cedidas por merced real a un caballero español para encomiendas y que tocaban los mojones del pueblo de Tobatí. Ahí debió elevarse una nueva iglesia y trasladarse objetos sacros de la devastada Atyrá (ANA, CyJ, vol. 1350, no. 1). El asentamiento original de Tobatí recayó más tarde en la encomienda de los Grance, según otras fuentes.

Un testimonio del párroco de Atyrá, en 1793, dice efectivamente que el nuevo pueblo se generó con “los transmigrados de Yois a este lugar”. La referencia temporal coincide con los estragos señalados anteriormente (1764). En 1699, el pueblo de Tobatí también se mudó por acecho de los mbayás, según su párroco quien, a fines del S. XVIII, no encontró en el “escritorio parroquial” más referencias (ANA, SH, vol. 159, no. 3).

EL POZO DE LA VIRGEN

En 1635 se llevó a cabo la primera fundación de Curuguaty donde nace el río Jejuí; según Félix de Azara en Geografía Histórica, participaron del asentamiento, entre pueblos de indios, los de Arecayá. En 1715, se realizó una nueva constitución como contención a la invasión lusitana por el noreste de la Provincia del Paraguay y custodia de los yerbales.

En este segundo intento, alrededor de 1717, se propuso la ubicación de edificaciones emblemáticas como la capilla de Nuestra Señora de los Milagros “antigua por haber, los pobladores, merecido a esta santa y virgen el que se transfiere de la Villa del Espíritu Santo a su antiguo lugar que es el que se le ha asignado para su iglesia”, según reza el acta original (ANA, SH, vol. 87, no. 7, f. 29).

La nota fundacional hace presumir que los pobladores de Curuguaty llevaron la tradición de la Santa Madre a la nueva situación. ¿Quiénes fueron? ¿Criollos o indígenas? ¿De dónde procedieron? Para testimonio, señala que una arteria del nuevo pueblo se llamaría “El Pozo de la Virgen de los Milagros”. La confirmación de la parroquia data de 1721 (ANA. SH, vol. 159, no. 3).

Hacia el ocaso de la Guerra Grande, en diciembre de 1869, el ejército brasileño asaltó Curuguaty –declarada capital de la República– y su principal templo –donde rezaba el prócer oriental, a decir de Pedro Gaudiano en Artigas Católico–. Un lugarteniente del Conde d’Eu, en tono de desprecio por los bultos santos “primitivos y sin arte”, según expresó, los envío al fuego.

CAMINO A CAACUPÉ

La fábula sobre el origen de la imagen de la Virgen de Caacupé dice también que alrededor de 1750 llegó un hombre desde Tobatí para regalar la efigie que más tarde dio pie al levantamiento de una capilla. Probablemente la hayan llevado a otro lado. Sabemos con precisión que en ese año se erigió arriba de Tapuá el curato de pardos libres con el nombre “Concepción de Emboscada” (ANA, SH, vol. 127, no. 2).

Algunos indicios documentales nos hacen pensar que la imagen de la Pura y Limpia Concepción siguió un derrotero que la cronología histórica no acierta en develar. Se dice que en 1775, el cura de Tobatí, Roque Melgarejo, entregó en donación una réplica al pueblo de Caacupé quizás para librarse del sumario que se le practicó a su salida (ANA, CyJ, vol. 2080, no. 6).

Pero, los libros de Caacupé dan cuenta que desde enero de 1770 ya se realizaban oficios religiosos en la capilla, como el casamiento de Felipa Salinas y Gerónimo Añazco a cargo del teniente cura Andrés Salinas (parece que el clérigo se traslada luego a San Estanislao). Entonces, el templo ya tenía el rango de viceparroquia y suponemos que una imagen de la Virgen estaba expuesta.

Desde el 4/04/1770, oficialmente se cuenta la antigüedad cívica de Caacupé que coincide con el gobierno de Carlos Morphy porque se halló esa fecha inscripta en una viga del viejo templo. Sin embargo, el 20/06/1767, por Real Cédula, se estableció la viceparroquia de “Caacupé de la Cordillera”, según comprobamos en un documento inédito (ANA, SH, vol. 58, no. 9, f. 146v).

CAPILLA DE LOS MILAGROS

La mitología arropó el origen del nombre “Caacupé” con la primera imagen de la Virgen María tallada por un carpintero indígena. De que la etimología sea de extracto guaraní (kaaguy-cupe) estamos de acuerdo. A que el padre de la toponimia sea José, el autor del retrato en madera, tenemos dudas.

En el Archivo Nacional de Asunción, encontramos documentos que desde 1713 señalan la geografía de nuestro interés como Valle de Caacupé. Véase por ejemplo un caso de apertura de caminos y maltratos en la Sección Civil y Judicial que involucra a la familia Ayala (ANA, CyJ, vol. 1275, no. 2).

También, en un caso judicial de 1800, hallamos una cita que se refiere al punto histórico como “Capilla de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé”. En el legajo, leemos que José Ojeda fue demandado por haber herido a otra persona y tener relaciones ilícitas con parientes. Francisco Cabañas era juez local (ANA, CyJ, vol. 1562, no. 3).

En 1858, el cura de Caacupé, José Mariano Quiñónez, intercedió por una benefactora, Juana Isabel Díaz, “vecina del extinguido pueblo de Tobatí”, para constituir una casa particular en oratorio “en el camino público que gira a Caraguatay”, pero Carlos A. López le rechazó. “Que pida la interesada”, le respondió (ANA, CyJ, vol. 2180, no. 1).

PARTIDO DE CAACUPÉ

A pesar del fin del coloniaje, los excesos con los indígenas no cesaron. Aunque participaban del gobierno de los cabildos, López padre entendió que era importante suprimir los pueblos de indios como compensación histórica. Sin embargo, se apropió de todos los bienes materiales, muebles e inmuebles que administraban los indígenas.

El Decreto de 1848 afectó a los pueblos vecinos como Atyrá, Altos y Tobatí, entre otros, pero no a Caacupé porque no era relacionado con un “pueblo de indios”. Desde entonces es considerado un partido como lo testifican legajos del Archivo entre 1849 y 1860. Un documento de 1866 cita que sus compañías eran: Cabañas, Cañada, Valle Carê, Ytú e Itaguí (ANA, SH, vol. 373, n. 8).

Pero, casi un siglo antes es evidente que una población criolla se movía en torno a la capilla. Cuando el gobernador Pedro Melo de Portugal, en 1778, emitió un bando de buen gobierno, el juez comisionado Juan José Benítez hizo su publicación en la “Plazuela de la Iglesia Viceparrochial de Caacupé, Cordillera” (ANA, SH, vol. 143, no. 16).

PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN

Los franciscanos, a pesar de discusiones dentro de la misma Iglesia Católica, difundieron la tesis de la concepción virginal de la madre de Jesús muchos años antes que se declarara dogma. El grabado original representa a María con un manto azul que le da forma triangular, en el vértice la corona y en la base la media luna.

Por ejemplo, en los inventarios de la “pía memoria de la Virgen de Tobatí”, en 1818, 1846 y 1848, se lee que en el retablo principal estaba “la imagen de la Pura y Limpia Concepción, que hace de patrona con el velo de raso azul guarnecido con galón angosto de plata falsa” (ANA, CyJ vol. 1370, no. 8; CyJ, vol. 1370, no. 6 y AHRP, vol. 539).

No obstante, es posible que la transmigración de la imagen (sea por rebeldía de sus devotos originales o salvada de los acechos a los templos) haya alterado algunos rasgos primarios hasta convertirla en la imagen de la Virgen de la Caacupé con arreglos de otros elementos como el globo terráqueo y la cabellera rubia. Pero, no hay dudas que su fisonomía se refiere a la Limpia y Pura Concepción de María.

En 1854, se promulgó el dogma de la Inmaculada Concepción y el 8/12/1861, Fidel Maíz consagró el seminario de su rectoría bajo la protección de esta advocación que se volvió oficial, según narró El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles. El mismo periódico contó que en 1865 y 1867 Josefa Coene de Mora era la principal promotora de la devoción. Ya no se usaba entonces el epíteto “Pura y Limpia”.

La efigie de la Virgen en la iglesia de Altos, arriba de San Lorenzo, ya no se parece a la original Pura y Limpia Concepción que había sido de Arecayá. ¿Qué pasó con la original?
Imagen actual de la Pura y Limpia Concepción (Inmaculada) de Tobatí.


Documento histórico

Copia de una hoja del cuaderno de registros de matrimonios en la viceparroquial iglesia de Caacupé desde el 16/01/1770.

Este documento que transcribimos delata un hecho y una fecha no registrados en la historia oficial de la ciudad de Caacupé. Por considerarlo de interés, ponemos en conocimiento de los lectores, con las correcciones de estilo para facilitar su interpretación.

“El venerable Deán y Cabildo de la Catedral del Paraguay expone en conformidad de lo mandado por su Majestad que Dios guarde del Excelentísimo Señor Virrey abocado y conferido con V.S. sobre la creación de Tenientes de Curas necesarios en la Diócesis a cada cuatro leguas de distancia a costa de los fondos de los curatos, y en subsidio de ellos del Real erario para el bien espiritual de los feligreses: atendiendo a larga extensión de los valles, pagos y partidos poblados en que habitan, son precisos diez y nueve tenientes: Y considerando también la incongruencia tentación de los curas rurales de los citados lugares fundada solo en sus tenues obsesiones sin más ingreso de renta, diezmos, proventos, ni emolumentos que no perciben sus parroquiales iglesias; es indispensable se haga la creación de los tenientes y creación de sus viceparroquias a costa del corto subsidio de doscientos pesos de plata anuales, que a cada uno haya de contribuir el Real erario, y para ayuda de costa de la creación de cada viceparroquia por una sola vez cuatrocientos pesos; conviene a saber en las distancias de la jurisdicción de esta capital de Lambaré, Frontera, Capiatá, Itaguá, Pirayú, Quindy, Ybycuí, Quyquyhó, Ybytymi, Luque, Caacupé de la Cordillera, Naranjos, Cariy, Ajos, Maynumby, Cuarepotí, uno en la jurisdicción de la Villarrica y otro en la de Curuguaty, y últimamente en beneficios generales de la yerba del Paraguay (…) Asunción y junio veinte de mil setecientos sesenta y siete años”. Firman: Don Antonio Caballero de Añazco, Andrés Félix Quiñónez, Don Antonio de la Peña, Don Diego de Otazú, Don Pedro de Samudio.

Fuente: Archivo Nacional de Asunción, Sección Historia, vol. 58, no. 9, 1763-1764, Reales Cédulas.

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