Por Óscar Lovera Vera, periodista

Con la confesión del policía Víctor Prieto todo cambió. Su hermana estaba comprometida en todo, lo planificó por despecho al dinero dilapidado por Lorenzo, y por eso lo mató. Los agentes de homicidios solo debían recomponer las piezas del testimonio, era cuestión de tiempo.

Víctor Prieto confesó, no soportó la presión de sus propios camaradas. Su carrera fue aplastada en ese momento por un ataque de conciencia. Le tomó una hora componer todo el misterio y darle sentido a tantos meses de incertidumbre. Prieto es hermano de Jorgelina, y fue ella quien lo contrató para buscar unos asesinos en los barrios bajos, donde él conocía a varios por los meses trabajados en la ribereña estación de policía.

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Víctor encontró a un grupo que podría hacer el trabajo y los identificó a cada uno: Celso García Barreto, alias El jefe, tiene 42 años y operó como el sicario principal junto con su hermano Sixto Ramón, uno año mayor. Sixto se encargó de cerrar el trato con Víctor Prieto, su rol fue el de intermediario, Wilson Rodis Ojeda, alias Kavaju, con 35 años se sumó al grupo gracias a “El jefe”, al igual que Mario Portillo Ramón Bentos, de la misma edad, Julio César Mereles Trinidad, de 28 años, y la veinteañera Melva Judith González Benítez. Todos fueron contratados por Jorgelina para simular un robo en la casa, matar a su esposo y no dejar mayores rastros. Ella era el cerebro pensante de toda la ejecución.

EL GOLPE DE GRACIA

Richard estuvo más que sorprendido, tenía en sus manos el guión de una venganza, digna de una película. Pero superaría aún más su estupor al escuchar la última línea que relataría el suboficial Prieto.

–Mi hermana pidió darle el golpe de gracia, ella le clavó con el picahielo en el cuello y se lo dejó ahí…

Complejo drama familiar, pensó Richard. Qué llevaría a una mujer a matar a su esposo con tanta violencia y exponer a su hermano y hermana. Qué los llevó a unirse en un triángulo de venganza con sangre y saña.

Siete años de incansable trabajo en España, su objetivo era una casa nueva, propia, un comercio donde invertir y pensar en un retiro para el desarraigo, y un automóvil para el transporte de lo que iba a producir en su pequeña empresa. Todo eso lo envió en billetes, durante todo ese tiempo, transferencia tras otra. El encargado de administrarlo era Lorenzo, pero lejos de hacer eso, lo dilapidó. Lo invirtió en frivolidades y en la mujer que fue su amante.

La traición fue descubierta en los primeros meses de ese año, fue la familia de Jorgelina la que descifró el timo y convenció a la mujer sobre el fraude. Cargada de furia y frustración, planificó su venganza durante las horas de vuelo. Desembarcó su impotencia en el país y no hubo más confianza que la vivida con su hermano para ayudarla a emprender su nuevo proyecto. El contrato fue siempre Lorenzo, su muerte violenta era la única manera de satisfacer su desengaño.

Y se preguntan: ¿Qué pasó después? Luego de arrestar a Jorgelina ella sostenía con llanto que Lorenzo la violentaba, y día tras día tuvo que soportar los ataques a golpes de su esposo.

Su fastidio la condujo a planificar la muerte de Lorenzo, y el robo fue para no quedar involucrada en ello.

Para Richard, eso se desmoronó fácilmente. Su experiencia sostenía que los homicidas por un trasfondo de violencia de género no tenían a varios intermediarios, no tenía sentido involucrar a demasiada gente. El instinto le presionaba a tener en cuenta el factor de simplicidad en la coartada de Jorgelina.

–Nos estás mintiendo Jorgelina, por qué no pensás bien, meditás y nos contás lo que realmente ocurrió con tu marido –intervino el policía.

Optó por un carácter diplomático, antes que imperativo. No lograría nada con ello, y el tiempo ya no estaba de su lado en el caso que la mujer decida callar y poner a un abogado como blindaje en su versión.

Ella lo miró bien al policía, notó en él lo decidido que estaba a sacarle una confesión. Exhaló profundamente, sacando todas las voces que entorpecían la verdad y se convenció en que el camino que estaba tomando no conducía a ningún otro lado, más que la prisión. Ella decidió contar todo.

EL PLAN QUEDÓ DEVELADO

En la noche del miércoles 6 de julio, Lorenzo regresó del trabajo, estacionó su camioneta y tomó sus llaves para entrar a la casa. No imaginaba que al cruzar la puerta, su destino portaba un puñal.

Dentro de la vivienda lo esperaban los hermanos Sixto y Celso García, junto con Wilson Rodis Ojeda Pedrozo y Mario Ramón Portillo. Estuvieron toda la noche esperándolo estacionados en un automóvil, pasada las 20:00, una hora después debía llegar el objetivo. Jorgelina los aguardaba y fue la que abrió las puertas, de ahí que llamó mucho la atención que las puertas no fueron violentadas pese a ser un robo.

Cuando Lorenzo acomodó sus cosas sobre una mesa, el ataque fue voraz, como animales de carroña. Celso García lo hirió siete veces con el puñal, una tras otra sin atisbo de clemencia, lo dejó caer en el suelo y con un gesto dejó que su esposa se acerque y le quitara la vida con el sello de una cruenta represalia.

Como efecto dominó, el contrato fue echando a sus participantes, salvo los hermanos García. Lograron en ese tiempo escabullirse, pero solo por un tiempo más.

CUATRO AÑOS DESPUÉS

El 15 de setiembre, el cuerpo de Sixto fue encontrado en un monte, envuelto en malezas. Los signos de golpes violentos, las manos sujetas con una esposa, y dos balazos en el rostro denotaban un ajuste de cuentas. Los rumores sugirieron a la policía que delató a un funesto ladrón apodado “Cucharita”.

No se dejen llevar por el sobrenombre, aquel malhechor había encabezado a mediados de agosto de aquel 2015 el robo de 1.400 millones de guaraníes a una sucursal bancaria en la lejana ciudad de Curuguaty. Botín alto, traición alta.

Mucho antes cayó “El jefe”, Celso. La información oficiosa dio un norte, y él apuntaba a la Argentina. Por cuatro años se ocultó en un barrio humilde bonaerense, el de Tristán Suárez. Ahí nadie lo conocía, y como cualquier otro vecino paseaba sin contratiempos, hasta que la Policía de Interpol lo rodeó a mitad de calle y lo condujo a su extradición.

CINCO AÑOS DESPUÉS

Todos juntos en Tribunales. En el rostro de los investigadores se percibía satisfacción, fue largo el trayecto para reunirlos, aunque no a “El jefe”. Su trámite de extradición aún estaba en curso, y no lo efectivizarían sino hasta junio de ese año. De igual manera, sentían que finalmente le estaban dando un cierre al caso.

El juicio fue en el mes de abril del 2015, con prontitud. Los jueces dictaron sentencia luego de escuchar todos los argumentos, de los acusados, testigos y la inconfundible trama que finalmente respiró lógica en sus últimos tramos de pesquisa. La policía compuso el rompecabezas pese a los contratiempos que Jorgelina puso para desviar la atención sobre ella.

La justa condena llegaría a las dos semanas de audiencia, lo ecuánime en su decisión para Jorgelina se reflejó en los 23 años de cárcel en el penal para mujeres, Casa del Buen Pastor.

Sus juzgadores la calificaron como autora principal e ideóloga del plan criminal.

Los demás fueron sentenciados a 20 años de prisión sin distinción, esparcidos en las cárceles donde existiere albergue para ellos.

El contrato fue desmontado y aunque ella venganza haya jurado, las letras pequeñas al final de ese acuerdo estaban manchadas en sangre y caro hubo que pagar por el pacto.

FIN…


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