Por Arturo Peña, arturo.pena@gruponacion.com.py

Fotos: Nadia Monges / Gentileza

Empezó con una mesita de madera, allá por 1966. Sobre ella unos caramelos y cuatro o cinco revistas. Doña Gloria Recalde comenzaba así a construir su sueño de papel. La librería y revistería La Gloria, en el centro de Asunción, es su huella. Unos 50 mil ejemplares, entre libros, revistas, discos de vinilo y pósters, son parte del legado que su familia mantiene vigente mediante la compra y venta, trueque y hasta la llamativa opción de adquirir textos en cuotas.

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Las paredes son prácticamente de papel y hay poco espacio en el local que no esté ocupado por libros, revistas, discos de vinilo o pósters. En los grandes estantes abarrotados se atesoran millares de añejas historias de amor, de cowboys, de súper héroes, que abrazan a los clientes que pisan la librería y revistería La Gloria, ubicada en la esquina de Montevideo y Haedo, en el centro asunceno.

La familia Britos-Recalde lleva más de 50 años en este rubro, superando embates y haciendo crecer con mucho sacrificio un negocio que para muchos no será precisamente el más “rentable”: el de los libros. La llegada de internet fue un desafío en su momento, así como este año marcado por pandemia, pero ellos siguen ahí, honrando el legado familiar desde su trinchera de papel.

“La verdad ya perdimos la cuenta de cuántos ejemplares tenemos. Pero unos 50 mil más o menos hay, porque arriba hay otro salón lleno”, cuenta Víctor Britos Recalde, el encargado de La Gloria. Su madre, Gloria Recalde, con apenas 15 años inició todo desde una mesita de madera en la esquina de Montevideo y General Díaz, donde comenzó a vender de a una las famosas revistas que venían de Argentina. “La primera revista que vendió fue Disneylandia, un comic para criaturas. También ofrecía Tío Rico y alguna que otra de la época. Así comenzó, en noviembre de 1966. Yo trabajaba en una herrería a la media cuadra y ella ya estaba en la esquina”, recuerda don Victoriano Britos, padre de Víctor, quien también atiende en el local.

A partir de ese pequeño puestito, el negocio fue quemando etapas. Luego de conocerse, Gloria y Victoriano mandaron poner una casilla hecha de madera en el lugar. “En el 71 mandé hacer una casilla de tabla y luego el sindicato (Sindicato de Vendedores de Revistas y Afines) mandó hacer unas 120 casillas de metal para repartir entre los revisteros”, cuenta Victoriano.

Cuando montó su primera casilla tuvo un duelo muy especial, nada más y nada menos que con Sabino Augusto Montanaro, temido ministro del Interior durante la dictadura de Stroessner. “Me quiso sacar de ahí porque él venía por General Díaz y giraba en esa esquina y mi casilla era grande y le molestaba. Tres veces me peleé con él, vinieron con grúa para sacarme pero todo el barrio salió a defendernos, y se fue otra vez la Policía. Luego decidimos desmantelar la casilla. Siete meses después el sindicato nos dio una de metal y ahí comenzó a comprar mi señora más libros. Lo que más se compraba eran las novelas de Corín Tellado, la novelas de amor, después El Tony y D’Artagnan, Patoruzú, Condorito y eso”, cuenta don Britos.

En febrero de 1995 pasaron a alquilar su primer salón, en esa misma esquina. “Ese ya iba a ser la librería. La casilla ya no aguantaba, venía mucha gente a ofrecer libros porque desde esa época ya comenzamos con la compra y venta de usados y de repente ya teníamos muchos”, recuerda Victoriano. Incluso llegaron a vivir en el salón por algunos meses. “A las cinco ya nos levantamos ha rokai’u (tomamos mate) y luego ya a acomodar los libros. Yo hacía los estantes de madera”, agrega.

“Al inicio tuvo varios nombres, como Kiosko Mini y luego Cuatro Estrellas. En el 95 nos mudamos al salón y ahí pasó a llamarse La Gloria, en honor a mi mamá”, señala Víctor, quien también cuenta con el apoyo de su hermana, Alberta, para mantener el local.

Luego de un par de mudanzas más, en diciembre del 2013, la familia se instaló en el local donde se encuentra la librería actualmente. “Mi señora compró en el 2009 y primero empezamos a alquilar. Después nos subieron el alquiler del lugar donde estábamos y nos mudamos ya definitivamente”, rememora Victoriano. “Dos años después que nos mudamos acá (al local actual), mi mamá falleció. Hizo todo ese camino y nos dejó su legado”, agrega por su parte Víctor.

EN CUOTAS

El joven señala la década de 1995 al 2005 como la mejor época para el negocio. La idea de comprar y vender libros usados tuvo un impacto muy bueno, en momentos en que los libros nuevos comenzaron a encarecer los costos. Luego se sumaron los discos. Había un buen movimiento y también hacían trueques de libros que dejaban algo de dinero. Pero uno de los secretos del emprendimiento, además de mantener buenos precios, fue el carisma de doña Gloria. “Ella era muy conversadora y chistosa. Había gente que venía al local solo para hablar con ella”, recuerda su esposo.

Con el tiempo fueron surgiendo otras ideas. “Lo mitã sa’i ojogua (la gente poco compra) la libro, pero el cambio, sí. Después mi señora carburó y empezó también a alquilar libros. Por ejemplo, vos dejás el valor de este libro y cuando leés todo traés de vuelta y se te retorna más de la mitad del costo. Ha oiko chupe (y le funcionó) la idea ¡nde bárbaro! Ahora ya hay poco, pero antes todos los días venían 10 a 15 personas que alquilaban. Después si que ya se le ocurrió vender en cuotitas. ¿Cómo era eso? Le gente viene y elige un libro, da una primera entrega y ese libro ya no se vende a otra persona. Después cubre todo y lleva. Hasta hoy seguimos haciendo todo eso; hay menos, pero la gente sigue entrando a preguntar toda extrañada cómo lo que es la compra a cuotas”, explica el propietario entre risas.

“Fue una buena época, luego decayó un poco con la llega de internet y todo eso, pero igual mantuvimos una buena cantidad de clientes. Hay mucha gente que prefiere más el libro físico. Inclusive tenemos muchos lectores que se pasaron a los digitales pero después volvieron a los tradicionales. A muchos incluso les gustan más los libros viejos antes que los nuevos, les gusta su color y su olor”, dice Víctor.

El kiosco en sus primeras épocas.

DE TODO UN POCO

En La Gloria hay de todo un poco: libros nuevos y usados, colecciones de comics legendarios (con los infaltables Nippur de Lagash y otros), libros de bolsillo, las famosas novelas románticas de Tellado y Estefanía, las policiales de Aghata Christie y los discos de vinilo en una variedad enorme de artistas de todas las épocas (desde hace unos años también hacen copias digitalizadas).

A causa de la pandemia del covid-19, La Gloria se vio obligada a cerrar durante tres meses este año, en los que la familia batalló “con lo que había”. Luego, con la apertura de fases retomaron su horario normal desde la mañana hasta las 19:00. “La pandemia nos mermó pero gracias a Dios los clientes no nos abandonaron. Tenemos nuestra clientela que nos sostiene, pero de crecer más creo que ya no vamos a crecer. Se queda en esta meseta, digamos”, explicó Víctor.

Los que más siguen teniendo circulación son los comics, además de las novelas de amor, “infaltables entre las señoras”, como antaño. También fueron adquiriendo materiales para lectores más jóvenes que gustan, por ejemplo, de las sagas de vampiros. Y siguen apareciendo de tanto en tanto coleccionistas en busca de alguna “joya”. Hay gente que nos vende lotes enteros de libros y ahí entre 100 o 200 títulos de repente encontramos algún tesoro”, cuenta Víctor, y recuerda que uno de los más llamativos fue un manuscrito que relata exactamente lo escrito en un libro de Juan Crisóstomo Centurión, periodista y político que participó como soldado en la Guerra de la Triple Alianza. “No puedo asegurar que era original, pero era un manuscrito muy antiguo y lo vendimos muy bien”, dijo. También recuerda una colección que adquirieron de un veterano de la Guerra del Chaco en la que vino un libro de actas con nombres de soldados que cayeron en combate o que fueron remitidos a hospitales, todo escrito a mano.

Estos son solo algunos de los “tesoros” que se guardan entres las paredes de papel de La Gloria, una esquina donde la palabra “historia” adquiere una dimensión muy especial.

Don Victoriano Britos.
Doña Gloria, en su antigua casilla.
Don Victoriano con sus hijos.

EL LUGAR ELEGIDO POR ROBIN WOOD

Entre las curiosidad que hay en el local se encuentra un póster autografiado por el caazapeño más universal, el reconocido guionista de historietas Robin Wood. El creador de sagas inmortales como Nippur de Lagash, Dennis Martin, Dago, Pepe Sánchez, Mi novia y yo, entre otros, tiene un vínculo muy especial con la familia Britos-Recalde. De hecho, ellos probablemente estén entre los principales promotores de su obra en el país.

Por ello, años atrás Wood eligió a La Gloria como locación para una entrevista con un equipo de la TV Pública argentina. Como testimonio de aquel momento, el artista dejó un póster autografiado dedicado a Gloria Recalde, que permanece con orgullo colgado de uno de los estantes. “Yo aproveché para hacerle firmar más para repartir entre los fans, a lo que él accedió con todo gusto. Nos regaló unos libros también que eran de él. Recuerdo que tiempo después llegó al local un grupo de turistas argentinos y entre ellos un niño de unos 10 años que compró un comic. Entonces yo le sorprendí y le regalé un póster autografiado por Wood. El nene se puso a llorar de la emoción”, recuerda Víctor.

La Gloria fue visitada por muchas personalidades. Recuerdan, por ejemplo, a los escritores José Luis Appleyard y Rudi Torga y al político Carlos Romero Pereira como asiduos clientes.

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