Los concursos organizados por las emisoras han servido como escenario para el surgimiento de nuevas voces e intérpretes musicales que enriquecieron el acervo artístico nacional.

POR EDUARDO PALACIOS

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Una tradición asuncena que se debe a las emi­soras de radio, en las décadas pasadas –que hoy solo permanece en el recuerdo– han sido los programas “El cer­tamen de los barrios” y “Una canción para mi barrio”. Eran competencias interpretativas y en algunos casos premiaba también las composiciones inéditas que se presentaban a concursar. Se buscaba nue­vos valores del canto popular y motivar a los talentos artísti­cos barriales a subir a los esce­narios que se constituirían en una plataforma para otros objetivos artísticos.

Las calles donde se alzaban los escenarios vestían sus mejo­res galas para recibir a los competidores y artistas, que formaban parte de la orga­nización de los elencos para los eventos. Por los años 40, radio Teleco y Stentor se dis­putaban la supremacía de ese tipo de concursos. Alberto de Luque o Vitalino Rodríguez Báez, su nombre original con el que fue declarado ganador del certamen organizado por radio Teleco, en el año 1948, fue uno de los primeros que a fuerza de talento y tenacidad comenzó su carrera artística en el certamen desarrollado en el escenario radial.

Vitalino Rodríguez Báez, triunfador en los escenarios mundiales como Alberto de Luque, foto del año 1949, un año después de consagrarse en el Certamen de los barrios de radio Teleco. Publicada en el libro autobiográfico “Arribeño y andariego”, año 2002, escrito por el artista para Intercontinental Editora.

En su libro autobiográ­fico “Arribeño y andariego”, publicado en el 2002, el gran artista compatriota, Alberto de Luque, lamentablemente ya desaparecido, cuenta que “En el certamen podían tomar parte todos los aficionados al canto para que, en sucesivas audiciones, se fueran seleccio­nando los mejores hasta que­dar un único ganador. Los pre­mios consistían generalmente en cortes de telas para trajes, relojes para caballeros y una pequeña cantidad de dinero”.

UNA CANCIÓN PARA MI BARRIO

La inauguración y puesta en el aire de radio Ñanduti el 29 de noviembre de 1962, de la mano de Humberto Rubin y Teófilo Escobar, significó un hito trascendente en la radio­fonía nacional. Comenzaba una nueva etapa de innova­ciones en materia de progra­mas y estilos radiales, cuyo modelo adoptaron también otros medios.

Humberto Rubin había vuelto del Uruguay donde desarro­llara una intensa actividad profesional en radio Carve, en la televisión y en los esce­narios teatrales.

Poco tiempo después de la salida al aire de la nueva emi­sora, comenzó en Ñanduti, los días viernes de 20:00 a 21:00, un ciclo radial, similar al Certamen de los Barrios, con el titulo de “Una canción para mi barrio”, al que Hum­berto y Teófilo Escobar dedi­caran una expresiva canción que forma parte del reperto­rio musical paraguayo, que se utilizaba entonces como cor­tina del certamen.

Gente de radio. Años 90. Fueron partícipes de los exitosos programas radiales: de Iz. a der. parados Carlos Montaner, Elpidio Alcaraz, Miguel Ángel (Baby) Argüello y Américo González. Sentado Víctor Castro Monte. Arriba Ángel Gini y Wilfrido Sanabria, E. Palacios, Edgardo Lezcano. Pablo R. Benítez, don Artemio Vera, Rodolfo Schaerer Peralta, Víctor Caballero Cocuesta y Víctor Schaerer, en cuclillas, Rodolfo Víctor Santacruz (Rovisa).

La doctora Gloria Rubin nos señaló con respecto a la foto que reproducimos en la página que “en esa ocasión se estrenó una canción de Humberto y Teófilo con el título de ‘Gloria a Mayo’”, que fue igualmente grabada por Teófilo Escobar. El ciclo radial que se mantuvo por algunos años, sería uno de los últimos certámenes com­petitivos en busca de nuevos valores del canto popular.

La conducción del programa estaba a cargo de Humberto y Gloria Beatriz y los anuncios comerciales con Juan Carlos Martínez y Carmelo Ruggilo. Los libretos eran de Rodolfo Víctor Santacruz (Rovisa) y “Papotín” Recalde y la par­ticipación en la apertura a cargo del actor nacional Car­los Gómez. La orquesta esta­ble compuesta por 15 profe­sores bajo la conducción del maestro Luis Cañete y núme­ros artísticos a cargo del can­tante Teófilo Escobar, con­forme se publica en la revista Ñandé en mayo de 1965.

El programa no solamente era una oportunidad para quie­nes tenían inclinaciones artís­ticas, sino también otorgaba un reconocimiento al mora­dor más antiguo de ese barrio. Asimismo, cumplía una fun­ción social, con actividades solidarias, entregando apor­tes para instituciones y per­sonas dedicadas a acciones benéficas para los más nece­sitados de la comunidad en la que esa noche se montaba el escenario artístico.

En 1965 apareció la televisión, atrapando audiencia y creando su propio escenario para llegar hasta el mismo hogar. Así la radio fue paulatinamente per­diendo toda esa riqueza crea­tiva de sus talentosos profesio­nales, hasta “reinventarse” más tarde con otros objetivos y otras proyecciones, donde el conte­nido periodístico entró a jugar un rol fundamental, reempla­zando al contenido artístico.

Programas, voces y artistas componentes de un pasado importante del movimiento artístico-cultural que giraba alrededor de la radio, cuyas historias la estamos tratando de rescatar en las páginas domi­nicales de La Nación.

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