Por Mario Rubén Velázquez, ruben.velazquez@gruponacion.com.py

En Varadero se maneja con un código tácito, no escrito, pero que explica la vida del barrio: el río, los barcos y Los Búffalos. Y es que esta legendaria banda rockera –que ya cumplió 52 años y sigue sonando como pocas– proviene de esa zona de Asunción que mira al río Paraguay. Desde sus inicios, en 1968, el grupo liderado por Félix Mendieta viene tocando en cuantos clubes, bares y salones de fiestas se lo convoque. Así, la música de The Beatles, Stones, Creedence, Bowie, Parson, Led Zeppellin o Pink Floyd siempre sonó idéntica a la que pasan en las radios. El cover era una forma de vivir de la música en los años de la dictadura, pero también cuando los Djs empezaron a copar espacios de los músicos con sus interminables “levanten las manos” y sus archi repetidas arengas futboleras de “quienes son de tal club”. Los Búffalos preparaban, desde el año pasado, el lanzamiento de un disco con 10 temas, de los cuales dos son propios. Pero el covid-19 arruinó el plan. Ahora, deberán esperar que todo retorne a la “normalidad” para volver al estudio de grabación. Larga vida a la leyenda. Larga vida al rock.

Año 1968. El mundo vivía convulsionado por los cambios que se sucedían en el “Mayo Francés” y las sacudidas al sistema político y financiero mundial, que amenazaban al “statu quo” de las sociedades conservadoras. Paraguay vivía avances y retrocesos, mientras el régimen militar de Stroessner se endurecía y radicalizaba cada vez más. La música, entonces, apareció como un bálsamo y en las radios Cáritas, Paraguay o Ñandutí, sonaba el rock de los Stones, The Beatles, Van Morrison o Zeppellin. “Cuando escuché por primera vez a Los Beatles supe lo que quería ser: rockero”, dice Félix Mendieta, líder, voz y primera guitarra de Los Búffalos, la legendaria banda del barrio Varadero.

Hace poco Los Búffalos cumplieron 52 años de vida rockera y quisieron festejarlos con el lanzamiento de un disco que contiene 10 tema: Ocho covers de Creedecence, Alan Parson, David Bowie y otros, y dos temas propios: “Dejenme ver la luz” y “Con Mi Guitarra”, escritos, musicalizados y arreglados por Félix. Pero la pandemia y el encierro truncaron el plan. “Nos faltan las voces en un par de temas para completar el disco, pero en el estudio de Tajy nos dijeron que debemos esperar hasta que se normalicen las cosas. Así como lo veo, creo que esto va a seguir hasta el año que viene”, lamenta Félix.

Felix Mendieta quería ser músico rockero pero había un “pequeño problema”: su padre odiaba a los músicos de quienes decía que eran haraganes. Un día encontró a Félix con una guitarra, se la sacó de la mano y la tiró en el medio de la calle. El instrumento quedó destruido, como el corazón de Félix. “Papá era mecánico de los barcos. Quería que yo aprenda la profesión. Me di cuenta de que iba a ser un drama si me enfrentaba, entonces fui a trabajar con él”, explica.

Félix era el primero en llegar y el último en irse de los barcos que atracaban en Varadero. “Después de todo el trabajo, me metía en las bodegas de esos barcos que tenían una reverberación espectacular que parecían salas de ensayo. Ahí amanecía practicando con mi guitarra. En cuatro meses ya aprendí a tocar y a componer algunos temas”, se ríe hoy.

EL NOMBRE

De a poco, Félix empezó a armar su banda. “Queríamos un nombre que sonara fuerte, grande. Estalló un conflicto en Haiti y vinieron los americanos a llevar soldados paraguayos para que peleen allá. Un primo mío se alistó. Trajeron aviones enormes: los Hércules y los Búffalos. Me gustó ese nombre y le llamé al grupo Los Búffalos”, cuenta.

Los Búfalos empezó como un trío: Félix Mendieta (primera guitarra), su hermano Luis Elpidio Mendieta (bajo) y Jorge Rivarola (batería). Antes de Jorge estuvo Nicolás Duarte, quien se fue a tocar con otro grupo, Los Brujos, que empezó dos años antes que Los Búffalos. Un domingo, Los Brujos tocó en una de las festividades de María Auxiliadora y como era tradición, todo se iniciaba una semana antes del 24 de mayo. En esas festividades se inició la banda, que todos los años le ofrece un homenaje a la virgen.

El problema es, siempre, la pobreza en que se manejan los rockeros iniciáticos. “Los instrumentos que veíamos en las películas de The Beatles eran equipos Boos, Fender, Gibson, y nosotros no teníamos nada de eso. Me agarró una depresión, una gran desilusión, porque acá no teníamos nada. Pero eso no hizo que yo me dejara. Al contrario: trabajé hasta comprarme un equipo con mi hermano, un bajo, una guitarra. La batería hicimos nosotros”, recuerda.

PRIMEROS VIAJES

Cuando empezaron a contratarlos para tocar en el interior, sus temores más infundados se hicieron realidad. Entonces la mayoría de edad era a los 21 años y Félix tenía 18, su hermano 16. “Cuando viajamos una vez a Caaguazú nos pidieron cédula, baja y conscripción vial. Grupos que fuimos a tocar allá nos quedamos presos porque no teníamos todos los documentos”, se ríe. Además, como tenían el pelo largo debían pasar por la “operación tijera”. Lo que les salvó es que los músicos de Los Búffalos tenían el carnet de APA que les habilitaba para tocar con pelo largo. El salvatore “carnet habilitante” para ser rebeldes.

Los inicios fueron terribles, las cosas no salían, nadie los contrataba. “A mí me molestaba mucho porque para las fiestas se contrataban a las orquestas que tocaban de todo: polca, cha-cha-cha, tango, boleros, rock and roll. No podés vivir de los festivales. Los Búfalos queríamos hacer temas propios, pero nadie quería escuchar algo que no sea covers. Y para peor, era carísimo entrar a una sala de grabaciones. Por eso nunca pudimos grabar un disco en estudio”.

Félix Mendieta es un tipo duro. La vida lo hizo así. Pero algo se le atraganta cuando recuerda un incidente: en los años 70 se realizó el Primer Festival de Rock de temas inéditos en el hoy desaparecido Estadio Comuneros de Asunción. “Queríamos participar con temas propios, fuimos a inscribirnos un lunes y nos dijeron que vayamos el jueves. Fuimos el jueves y nos dijeron que ya estaba lleno. No nos dejaron tocar. Eso yo siempre sentí porque éramos, en otras palabras, uno de los primeros grupos de rock”, lamenta.

Después, en los 80, la marca Yamaha hizo un festival competitivo de rock inédito. De 35 grupos se eligieron 15. Y de los 15, Los Búffalos fue electo tercero. “Estaba todo cocinado, como siempre”, dice. “Nosotros estábamos tranquilos porque ya hacíamos lo que nos gustaba. Cuando aparecieron las discotecas y los Djs, todos los grupos perdieron. Todos. Pero se abrieron los pubs y bares, y nosotros vimos una veta para tocar allí. Eso nos ayudó mucho”.

¿TOCAR O VIVIR?

El mayor problema de los grupos de rock es financiero, sostiene Félix. “Y hay algo que tienen que saber los que empiezan en esto. Cuando éramos jóvenes queríamos tocar, queríamos triunfar, queríamos llenarnos de plata, vivir de eso. No, totalmente equivocado estábamos. Me incluyo. Después vienen las parejas, tenemos hijos, y todo cambia, menos hacés lo que te gusta. Tenés que trabajar para vivir. Es duro. No es que vos sos rockero y nada más. Si tenés que irte a vender mandioca, tenés que salir a pelearla todos los días”, sostiene.

Félix reivindica la cultura que heredó de su padre: siempre trabajó en maquinarias y en los astilleros. De eso vive. “Yo soy mecánico industrial. Llegué a viajar 10 años en un barco ultramar, recorrí medio planeta, Europa, parte de Estados Unidos. Lastimosamente sufrí mucho porque no hice música. Todo era trabajo. Eso me puso bien económicamente, para sostener a mi familia y para comprar los equipos que yo quería, pero sufrí mucho al no poder tocar”, recuerda con nostalgia.

- ¿Nunca una tocata improvisada?

- Hice algo una vez. Alguien se enteró que tocaba en un grupo de rock, nos llevó a un pub en Alemania y Escocia. Toqué en ambos lugares. Llegué a conocer a un paraguayo que tocaba arpa en Alemania. Fuimos a Hamburgo y Bremen. Nosotros estábamos en cada puerto ocho días máximo. En Escocia, de puro atrevido agarré la guitarra y toqué en un pub (risas). En Estados Unidos no pude ni salir del barco. Todo era trabajo, trabajo y trabajo. Sufrí muchísimo.

Eso le cansó, sostiene.Venía cada nueve meses, me quedaba tres meses en casa y volvía a viajar. “Y sabés qué hice? Le dije a mi señora que ya no iba a viajar. Cuando venía, tocaba con Los Búfalos acá, pero después ya no quise irme. Ahora tengo todas mis herramientas, vivo de eso, y sigo tocando”.

“PALMEADA”

Fue un sábado 21 de setiembre de los 80. Fue un Día de Primavera. La calle Palma era peatonal y estaba llena de jóvenes. Era la tradicional “Palmeada” y Los Búffalos tocaban en el escenario de Palma entre Chile y Nuestra Señora de la Asunción. En eso, hay corridas y policías por todas partes reprimiendo a la gente. “Había sido unos cuantos manosearon a una chica. Y la Policía empezó a meter garrote a todos. Nos dijeron que paremos y empezaron a repartir patadas. La prensa nunca dijo que Los Búffalos era el grupo que estaba tocando en ese momento. Los periodistas solo dijeron que eso pasaba porque la juventud era drogadicta y que se merecía esas cosas. No: nosotros estábamos haciendo lo que más nos gustaba que era tocar y nada más”, concluye Félix Mendieta.

LAS “GIRAS” QUE NO FUERON

Los Búffalos viajaron a varios países. En los años 70 fueron contratados para tocar en Argentina, en Avellaneda. Eran tiempos de la dictadura militar de Videla (1976). De ida ya empezaron las peleas con el representante argentino. Bajan en Buenos Aires con todos sus instrumentos. “Teníamos 15 días libres en un hotel, pero nada de comida, solo café. Y no podíamos tocar allá porque se pelearon los que nos llevaron de acá y los de allá. Estuvimos 15 días vagando, pero sin poder tocar. Fue un desastre”.

Un milagro los salvó: un amigo de Félix que trabajaba con su padre en el taller, era mozo de un gran restauran en la esquina de la plaza Miserere. Le vio: “qué hacés Félix”, le dice. Le cuenta todo y el mozo les lleva a comer en el restauran durante 12 días. “Nos salvó la vida. Estuvimos 15 días y regresamos sin ni un guaraní”, se ríe. La misma cosa les pasó con un “contrato” para Saõ Paulo, Campinas y Río de Janeiro, Brasil. Todo fue mentira, lamenta.

En Paraguay, sin embargo, tocaron en todas las ciudades, y pasaron por algunos lugares “en donde ni el rey de Inglaterra habrá pasado como en el Hotel Acaray, en donde nos trataron como a reyes, de primera”, recuerda. Cuando empezaban hubo épocas en que iban a tocar a clubes y no había gente. Entonces, no les pagaban. “Una vez contraté un ómnibus de La Santaniana para llevar a los músicos y los instrumentos. Llegábamos, no había gente y regresamos con una cuenta enorme y sin un solo guaraní”.

En otra oportunidad fueron a Ciudad del Este contratados por un “empresario” en un micro de 60 pasajeros. Llegaron allá y se enteraron de que el tipo ¡estaba preso! “No sabíamos como regresar a Asunción porque no teníamos la plata ni para el combustible” (risas).

FIESTA DE LA AMANTE

En la época de la dictadura de Stroessner Los Búffalos tocaron en fiestas en donde estuvo el propio general presidente. Cuenta Félix Mendieta, director, primera guitarra y voz de la banda, que fueron contratados para tocar en una fiesta de carnaval en la casa de la famosa amante del dictador, María Estela “Ñata” Legal. “Fue una fiesta normal como en cualquier otra. Le llevamos a Los Rolling, una banda amiga. Nicolás Duarte, que era mi baterista, era también de ese grupo”, agrega. Pero Félix no contaba con que un guardia le haría una serie de preguntas. “'De donde son ustedes. Por qué tienen el pelo largo y qué hacen acá. Quienes son. Por qué están en este lugar. Muéstreme sus documentos', me preguntan. Cuando eso regía el famoso edicto que hasta las 2am nomás podíamos estar en las fiestas. Y nosotros empezamos a las 10 de la noche hasta las 4 de la mañana. ‘Ustedes saben quienes está acá’, me dice amenazante. ‘Sí, el presidente de la República. Y ni fu ni fa’, le digo. ‘Yo no soy luego colorado, soy liberal’, le dije” (risas).

DOS GUITARRAS, DOS VOCES. Félix Mendieta en voz y la primera guitarra y Rubén Pasmor en la segunda guitarra y voz.
CARACOL CLUB, 1985. Los Búffalos ya eran considerados “The Beatles Paraguayos” en la década de los 80.


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