Por Arturo Peña, arturo.pena@gruponacion.com.py y fotos de Nadia Monges

La guerra contra el coronavirus se pelea con soldados de blanco: el personal de salud, que desde principios de año viene enfrentando a la pandemia. En esta contienda, uno de los principales frentes es el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente Juan Max Boettner. Médicos, enfermeros y funcionarios de diversas áreas compartieron sus vivencias desde la primera línea.

Juan Max Boettner (1899-1958) fue un reconocido médico, científico –y también destacado músico– paraguayo que tuvo una labor determinante en la lucha contra la tuberculosis. Sirvió también en el ejército en la Guerra del Chaco, donde llegó al grado de capitán de Sanidad. Con justicia, uno de los principales centros médicos del país lleva su nombre: el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente Juan Max Boettner (Ineram). Allí, el personal de blanco, los “soldados de la salud”, hace hoy honor al nombre y legado de Boettner librando otra batalla histórica, ahora contra el covid-19, una enfermedad que ha llegado a la categoría de pandemia.

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A la cabeza del Ineram se encuentra el doctor Felipe González, quien hace cinco años es director de la institución. A pesar de haber pasado ya diversas situaciones en sus casi 30 años de ejercicio de la medicina, González afirma que esto es algo muy distinto a lo que haya visto. “Es totalmente diferente, porque uno no tiene solamente un enfermo, estamos teniendo casos en los que inicialmente cayó un miembro de la familia y en terapia intensiva la ansiedad de no poder comunicarse, en donde ingresa un personal extremadamente protegido, causa angustia. Pero tratamos de humanizar, de estar cerca, porque están pasando por una situación difícil. Y más aún cuando cae un segundo familiar que tiene que venir también a terapia, y un tercero, como ya está ocurriendo. Y ese primer paciente sabe que pudo haber sido por una falta de cuidado suyo”, reflexionó el director.

El director se vale de una imagen bíblica para graficar sin rodeos la situación: “Lastimosamente, esto es como el Arca de Noe: no podemos meterle a todos, tiene que haber una conciencia ciudadana. Es imposible. Quisiésemos salvarles a todos pero va a llegar un momento en que no vamos a tener mas lugar”.

Además de la tensión de la labor misma, los funcionarios de blanco enfrentan también la presión externa, de los medios de prensa y de la ciudadanía, ya que están en el centro de las miradas. “Hemos sentido esa presión, tratamos de administrarla de alguna manera, pero hasta se han vuelto violentas algunas reacciones familiares. Entendemos la situación, pero queremos que ellos entiendan también que somos seres humanos, que tenemos nuestras limitaciones y nuestras limitaciones por sobre todo son físicas, por eso es que se están tomando todos los recaudos posibles desde el nivel central para ir enrolando a más hospitales, incluso a los hospitales privados, como ya se anunció”, agrega González.

“En esto tenemos que estar todos unidos, ese es el mayor mensaje que queremos darle a todos. No podemos estar buscando culpables, esto es real, está presente y esta es nuestra realidad, y bueno, hoy estamos en plena lucha”, señala.

IMPACTO EMOCIONAL

La doctora Delia Jiménez trabaja en el Laboratorio de Biología Molecular del Ineram. Ella explica que a diario están procesando alrededor de 100 muestras de hisopado que se utiliza para diagnosticar covid. “El hisopado tiene un 80% de carga viral, lo que implica exponerse enormemente al virus. Nosotros nos protegemos al máximo, fuimos capacitados, usamos todos los trajes de seguridad que por suerte tenemos en stock. Esto ya se volvió una rutina en el trabajo, fuera de él no tenemos prácticamente vida social. Es del trabajo a la casa. Les protegemos a nuestros padres, que son los más expuestos”, explica la profesional.

La doctora Rocío Arruabarrena, del área de Urgencias, cuenta a su vez que muchos miembros de su equipo están teniendo guardias de 12 a 14 horas para cubrir las necesidades. “Desde marzo tenemos esta dinámica, vinieron compañeros de apoyo porque cada vez hay más pacientes. Ahora los pabellones de Urgencias están prácticamente llenos, son unas 100 camas”, explica.

Vivir estas experiencias tiene implicancias muy fuertes en el personal, que todo el día presencia situaciones de gran tensión. Otro desafío es absorber el impacto emocional. “Emocionalmente no creo que nadie haya estado preparado para la pandemia. Te preparás, pero hay veces que ves cosas que no viste antes”, señala Arruabarrena.

UNA ESCUELA

La doctora Luana Ocariz y el doctor Guillermo Molinas están haciendo su segundo año de residencia de Neumología en el Ineram. Al culminar la carrera dejaron las aulas con todas las expectativas, pero no imaginaban que al poco tiempo ya estarían frente a una de las pruebas quizás más exigentes de su carrera. “El año pasado tuvimos la epidemia de influenza, que es característica en invierno, pero lo que está ocurriendo ahora es diferente. A partir de ahora se siente el flujo de pacientes y el pico del cual habla el Ministerio de Salud. La verdad que nos llega bastante a nosotros como residentes experimentar esto. Creo que con esto ya nos estamos preparando para el desafío que nos viene el día de mañana para cuando tengamos que ser jefes de alguna sala de cuidados intensivos o de pacientes estables. Esta es escuela”, afirma el doctor Molinas.

A su vez, la doctora Ocariz opina que “este virus es muy dinámico, creo que todo el mundo está tratando de estudiarle bien, hay muchas cosas que nosotros estamos desconociendo, porque no es lo mismo cuando empezó con lo que esta pasando ahora. Es casi como en las películas. Hasta ahora trabajamos arduamente pero dentro de todo estamos bien”.

Ambos profesionales jóvenes coincidieron en pedir a la gente que practique las medidas de seguridad personales y comunitarias “para ayudar a que esto no vaya a colapsar. El modo covid de vivir es desde este momento y vamos a tener que practicarlo como una forma de vida que se extenderá por un tiempo prolongado”.

LA DISCRIMINACIÓN

Javier Denis es jefe de Aseo hospitalario, y su compañero de trabajo, Rubén Ortigoza, jefe del área de Mantenimiento. Ambos hacen un trabajo coordinado para mantener en condiciones óptimas el hospital. “La limpieza, como todos sabemos, es algo fundamental. Estamos reforzando el grupo, contamos con todo el equipo de protección, usamos hipoclorito en tres concentraciones y tenemos el alcohol también a 70 y a 90%, ambos productos son desinfectantes y hacen un bloqueo de lo que es microorganismo”, explica Denis. Un dato anexo es que gracias a las medidas extremas de saneamiento se ha reducido el índice de infecciones intrahospitalarias, que era uno de los problemas siempre presentes.

Por su parte, Ortigoza señala que “somos 21 personas que trabajamos con todos los equipos del hospital. Yo, como jefe, estoy también en el área de Electromedicina. Es decir, de repente me llaman de la terapia porque un respirador está con inconvenientes. Entonces, ahí tenemos que intervenir en el lugar. Entramos, pero con todas las medidas de protección. Manipular un respirador que estuvo conectado a un paciente es lo mismo que estar en contacto 100% con el virus”.

La batalla sigue incluso fuera de los muros del hospital, por proteger a la familia e incluso para asimilar la discriminación. “Yo, al llegar a casa tengo en la entrada una mesa donde hay de todo, hay alcohol, etc., tenemos una pequeña canilla, la alfombrita, y siempre uno tiene que aguantar un poco, porque, yo por ejemplo, tengo hijos chicos que me ven y me quieren saludar. Pero, al llegar yo no puedo hacer eso. De esa forma cuido a mi familia, pero igual hay siempre una preocupación de que les pueda contagiar”, confiesa el jefe de Mantenimiento. Ortigoza dice que siente en carne propia muchas veces el temor de sus vecinos. “Ellos saben que yo trabajo en el Ineram y como que te miran así... (imita el gesto entre risas). Ellos no saben nomás que en el hospital uno cumple mejor las medidas de protección que cualquier otro lugar. Vos te vas en un súper y no es lo mismo el cuidado que tenés”, señala.

Otra de las áreas que entró en nuevo y vertiginoso ritmo de trabajo es la de Suministros. Carlos Pagliaro, jefe de este departamento, relata que así como otras dependencias, ellos también sienten una enorme presión sobre los hombros por ser su labor vital. “Nosotros tenemos que dar soluciones a como dé lugar, porque hay necesidades que de repente no están contempladas y hay que solucionar. Si hay un faltante, nosotros hacemos la gestión.

De repente estamos con un presupuesto y por la cantidad de pacientes eso hay que volver a gestionar. Ahora, por ejemplo, se usa prácticamente el doble de insumos en todas las áreas”, dice. El movimiento en Suministros es constante durante todo el día y su contacto es permanente con todas las demás áreas del hospital. “Vivimos también con miedo de llevar el virus a nuestras casas, pero vivimos el día a día con todas las medidas”, agrega Pagliaro.

LÁGRIMAS Y RISAS

Así también, la Farmacia es uno de los órganos vitales de este cuerpo médico. Ana Gavilán, química farmacéutica, es encargada de esta dependencia. “Farmacia entró en un ritmo muy diferente, no para. Aumentó la cantidad de pacientes y aumentó la cantidad de insumos que usan normalmente”, cuenta.

Ella vive con sus padres, que ya son mayores, y todos los días hace un renunciamiento, en cierta medida, para protegerlos. “Yo vivo con ellos y tomo todos los recaudos para protegerlos. Al llegar a casa tengo una entrada aparte para evitar el contacto; entro, me baño y ahí recién les saludo. Tenemos un contacto mínimo. Mi mamá al llegar me quiere hablar a veces, ella es muy cariñosa; entonces, yo me pongo a un metro o dos y ella se acerca y yo voy retrocediendo. Eso es muy duro a veces, tener que contener las ganas de abrazarnos”, cuenta, y en sus ojos asoman tenues lágrimas.

El acompañamiento en lo anímico que se hacen entre compañeros es notorio en cada testimonio. Se percibe que es algo fundamental. Carlos García es del Departamento de Radiología, una de las áreas que tiene contacto directo con pacientes sospechosos y positivos. De carácter ameno, Carlos ríe a la primera oportunidad en medio de la charla. “Reírse es bueno, es una terapia acá, porque levanta las defensas, porque si uno está así bajoneado es peor y está más vulnerable”, afirma con entusiasmo. Cada tanto tiene que ingresar al área de contingencia para hacer su tarea dentro de los pabellones de internados. “Si es en terapia ya es otra cosa. Ahí te dan todo doble, tenés un pilotín otra vez encima, te dan mascarilla N95 y otra más encima. Se siente un calor enorme con ese equipo e incluso le asusta a muchos pacientes cuando entramos”, relata.

Todos los atuendos de seguridad que utilizan se desechan inmediatamente al momento de terminar la tarea. Se usan solo una vez. “También se desinfecta todo el equipo. Si antes hacer una placa te llevaba 15 minutos, ahora te puede llevar una hora, fácilmente”, agregó.

DE NOSOTROS

Una de las luchas principales del Ineram es mantener sano y seguro al personal. “Conseguir mano de obra calificada que pueda mantener esto es muy difícil y es el mayor desafío por sobre todas las cosas tratar de evitar que ese personal altamente calificado no se contamine, porque no tenemos una segunda línea. Si la tuviésemos es personal que no va a tener la misma experiencia de los que están actualmente en ese frente de batalla”, comenta el doctor Felipe González.

Otra situación es el nivel logístico, ya que la provisión de todo lo que se usa se ve desmedida por la cantidad de pedidos de todo el país, lo que impide que muchas veces puedan ser satisfechos en tiempo y forma. “Hoy, por ejemplo, tenemos que estar controlando el oxígeno, porque viene un fin de semana prolongado y esos mismos camiones que nos abastecen a nosotros le abastecen a todos los hospitales públicos y privados del país”, agrega el director.

La cantidad de soldados de blanco ha crecido. Actualmente cerca de mil personas trabajan en torno al Ineram. Pero también ha crecido de forma considerable el número de disponibilidad de camas y eso hace que los esfuerzos sean mayores.

“Nos cambió la vida realmente este virus y nos hizo saber que hay cosas más importantes por las que luchar y no por cosas banales puramente”, afirma el titular del Ineram. Y enfatiza en un punto: “Está muy demostrado que debemos protegernos personalmente y exigir a los demás que se protejan. Si hacemos esto aminoramos los contagios y esto va a poder atajarse. Quiero que seamos muy enfáticos en esto: depende de nosotros, de manera individual y en nuestro relacionamiento con los demás. Si yo me cuido y vos te cuidas, vamos a poder salir. Este modo de vivir va a permanecer por mucho tiempo, hasta que aparezca algo que lo aplaque. Hoy, lo único sabido que aplaca esto son las medidas de cuidado personal y colectivo. No hay otra forma”.

“NO LE TENEMOS MIEDO, LE TENEMOS RESPETO”

Licenciado Lucas Zevallos.

Lucas Zevallos está en el epicentro de la batalla. El licenciado enfermero es jefe de la Urgencia de Adultos del Ineram. Su cotidiano es como una de esas series de TV sobre salas de emergencia. Desde mayo, cuando se habilitaron los nuevos pabellones, pasó a trabajar al área de contingencia de coronavirus. “Una vez que un paciente ingresa, ya se queda 100% a nuestro cuidado. El personal de blanco se encarga de administrarle el medicamento, hacerle la oxigenoterapia, la alimentación, la higiene. También tiene que estar viendo no solo la parte pulmonar o cardiaca, sino también la parte psicológica, la contención. Muchas veces hacemos no solo enfermería asistencial, sino también enfermería psicológica”, cuenta.

“Cuando empezamos a trabajar con este tipo de pacientes a nosotros nos dijeron que es muy contagioso, lo leímos y lo evidenciamos frente a nuestros ojos. Lo que tratamos es de no tenerle miedo al virus, sino más bien respeto”, sentencia Zevallos.

EL OTRO LABORATORIO

Licenciada Viviana Gómez.

Es el otro laboratorio, donde en vez de tubos de ensayo hay ollas de todo tipo. Es la cocina del Ineram, donde a diario “las chicas hacen milagros, pero milagros que salen siempre ricos”. Así lo relata la licenciada Viviana Gómez, del departamento de Nutrición del Ineram.

“En principio, nosotros nos informamos para saber cómo íbamos a tratar a estos pacientes, nos encontramos con muchos pacientes obesos, diabéticos, que son en gran medida los internados. Incluso encontramos que entre los principales síntomas está la pérdida de apetito, pérdida de olfato, pérdida del gusto, lo que representó un gran desafío a nivel nutricional”, sigue relatando la licenciada.

Una de las jefas de este departamento, la nutrióloga Ani Ferreira, fue diagnosticada con covid, un hecho que por un lado les da la dimensión de los riesgos, pero por el otro les motivo a seguir en la lucha.

La licenciada Gómez se enfoca especialmente en un factor: el sobrepeso. “Podemos hablar acá de que casi el 80% de los pacientes internados está entre sobrepeso y obesidad, y la verdad que las estadísticas del Ministerio de Salud reflejan esa realidad: el paraguayo, casi el 54%, presenta sobrepeso y obesidad. Por eso, creo que es un buen momento para decir: vamos a cuidarnos, vamos a llevar una dieta equilibrada. Es el momento de apreciar un poco lo que es la nutrición. El más complicado es el paciente obeso porque esto generalmente viene asociado a diabetes, hipertensión e incluso dificultades respiratorias. El que está mejor alimentado tiene mejores chances de superar el covid. Esto está más que comprobado”, señala finalmente.

Doctora Luana Ocariz y doctor Guillermo Molinas.
Doctor Felipe González, director del Ineram.
Doctora Delia Jiménez.
Carlos García.
Doctora Rocío Arruabarrena.
Javier Denis.
Carlos Pagliaro.
Rubén Ortigoza.

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