La doctora Lorena Martínez es médica de guardia de la contingencia respiratoria del Hospital de Clínicas. Su vida ha cambiado totalmente desde hace cinco meses, cuando empezó la pandemia. De renuncias y pequeñas victorias es el día a día de una profesional que refleja mínimamente lo que viven los trabajadores de blanco en esta situación.

La doctora Martínez se mudó de la casa que compartía con sus padres. Tanto ella como su hermano trabajan en hospitales, por lo que decidieron alquilar una vivienda en donde descansar y evitar un posible contagio a sus padres. Igual, cada mañana, ella pasa por su casa para saludar a su mamá desde el portón. “Fue un cambio total de mi vida, en el día a día. Trabajo 12 horas seguidas en el hospital y cuando no estoy acá, hago consultorio”, expone la profesional.

Las 12 horas que tiene la mascarilla le dejan secuelas en sus pómulos, en la nariz y la máscara de protección también le deja rastros en la frente. “Uno se termina por acostumbrar”, dice entre risas la doctora, como tratando de quitarle dramatismo al momento.

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Cuesta encontrar a la doctora Martínez para molestarla por cinco minutos. Durante la mañana en Clínicas, la doctora no para de atender pacientes, de ver la evolución de gente que ya está hace tiempo internada, de los que llegaban recién. El trajinar es constante. “Estamos con muchos pacientes ahora”, dice.

Su jornada termina recién a la noche, cuando va a su casa en donde procede a realizar todo el protocolo para ingresar, también ahí. “En principio es desgastante pero con el tiempo uno como que va adoptando eso”, aclara.

Para la doctora Martínez, es necesario que la gente tome conciencia de lo que es esta cuestión del covid-19. Sobre todo, en la responsabilidad que se tiene por cuidar uno de otros. “Por lo expuesta que estoy, no me junto con nadie. Hablo con mi mamá por teléfono. Extraño poder verla y abrazarle”, dice.

Si bien el sistema de salud todavía no ha colapsado en el país, el trabajo de los médicos, enfermeras y todo personal en los hospitales, tanto público como privado, se hace difícil si van sumando más casos. Es una lucha desigual contra un enemigo que parece estar lejos de ponerse débil.

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