POR OLGA DIOS, olgadios@ gmail.com 

Yo no sé qué pasa en el Norte de España; pero desde el año pasado me vienen robando horas de sueño los policiales situados entre el País Vasco, Galicia, Navarra y Cantabria. Como si la sugestiva herencia celta y su mitología hayan “hechizado” a las narradoras de la región. Ya les hablé de todo lo que me obsesiona Dolores Redondo. Pero este es mi primer libro de otra excelente escritora, cuyo apellido es tan largo como sus recursos literarios y su talento: Eva García-Sáenz de Urturi. En realidad es el comienzo de una trilogía; pero, al ser las tres sobre casos totalmente diferentes, escribo sobre el primero antes de siquiera haber terminado de leer el segundo. Es que en “El silencio de la Ciudad Blanca” hay demasiados elementos como para escribir tres columnas. 

Empecemos por el espacio físico. La magia de la Ciudad de Vitoria (Gasteitz, en vasco), capital de la Comunidad Autónoma del País Vasco Español, y los pueblos de los alrededores en la Provincia de Álava, con una historia que se remonta a tiempos de los romanos, lo cual ha dejado un patrimonio impresionante. Y su consecuente abundancia de historiadores y arqueólogos. Justamente a eso parece dedicarse o al menos ser firme aficionado el asesino de esta historia. En el verano del 2016, Vitoria se prepara para la celebración de las fiestas patronales de la Virgen Blanca, a la sombra de una preocupación y un muy mal recuerdo en la historia reciente de la ciudad: está por salir en libertad Tasio Ortiz de Zárate, quien hace veinte años pasó de ser una de las celebridades más queridas: 25 años, buen mozo, arqueólogo estrella de la televisión, quien pasa a ser de la noche a la mañana el asesino múltiple más famoso de la zona, cuando se lo descubre como el culpable de varios asesinatos rituales. Quien lo descubre y lo entrega, agregando aún más drama a la cuestión, es su propio hermano gemelo: Ignacio, policía local. 

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Una semana antes de la liberación de Tasio, una pareja de veinte años aparece muerta, abrazados en un gesto que se asemeja a un ritual lleno de simbolismo, por picaduras de abejas en la garganta. Pero sólo serán los primeros. El asesino ha vuelto; ¿pero cómo? ¿No estaba ya tras de rejas? Tasio siempre ha insistido en su inocencia, en ser sujeto de una conspiración para incriminarlo. ¿Quién es el asesino?, ¿Quién fue el verdadero asesino hace dos décadas? ¿Se trata de una treta de manipulación del propio Tasio para fingir su inocencia original, de una trampa de su propio gemelo, Ignacio, o hay alguien más interesado en destruirlo? 

Dilucidar esto será el trabajo de uno de los policías mejor escritos que me haya topado en mi largo deambular por el género: Unai López de Ayala, apodado desde joven “Kraken”, experto en desarrollar perfiles criminales. Unai está obsesionado con los crímenes; pero su propia historia personal le impide ser imparcial. Sus métodos no son para nada tradicionales, se salta las reglas cada vez que puede, y esto vuelve loca, en más de una forma, a su nueva jefa: la Subcomisaria Alba Díaz de Salvatierra, recién llegada a la ciudad. Unai y Alba se atraen como imanes. Pero no es la Subcomisaria la única: alguien desde las redes sociales, imitando al propio Tasio, o quizás inducido por él, le tira “puntas de ovillo” para comenzar a investigar públicamente, con el #kraken. Unai se vuelve “famoso” en la ciudad, muy a su pesar; y al mismo tiempo despierta el interés del asesino. Difícil posición. Cazador y presa. Con lo que no cuenta el asesino es con la increíble capacidad de resiliencia del Inspector Ayala: 

“La gente herida es peligrosa, porque sabe que puede sobrevivir”. 

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