POR OLGA DIOS, olgadios@ gmail.com 

“Si un cuadro realmente le habla a tu corazón, si cambia tu forma de ver la vida, de pensar, de sentir, es imposible que te digas ‘Realmente me encanta esa pintura porque es universal, porque le habla a toda la humanidad’”. Mentira. Lo que sentís es: “Ese no es el motivo por el cual uno AMA una obra de arte. Es como oír un susurro secreto, en un callejón, diciéndote: ‘Pstt, vos, sí, chico, a vos te hablo’”.  

De vez en cuando se publica un libro así. Uno que, como la vida en la canción de Serrat, “nos besa en la boca”. A ver, qué te puedo decir que la etiqueta no te adelante: “Premio Pulitzer 2019”, uno de los que siguen teniendo prestigio. Igual, no te garantiza que no sea un plomazo. Te puedo decir que, además de toda la técnica literaria y el genio de la autora, siento que Donna Tart, nombre que hasta ahora desconocía, es alguien de quien quiero leer hasta su lista del supermercado.

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Y sí, me voy a arriesgar a decir lo que habrán dicho otros, solo que, cuando lo digo yo, hasta a mí me suena snob y pedante. Pero la novela se merece mi humillación pública, y el adjetivo: “Dickensiana”. En lenguaje siglo XXI, y guiados por el maravilloso narrador, por supuesto, un niño (aunque crezca y escriba como adulto, como buen personaje de Dickens, Theo Decker, siempre hablará como el niño huérfano que es); víctima de los males de su tiempo, si no fuese suficiente Oliver Twist, se enamora platónicamente de la única niña que vivió la tragedia que marcó la vida de ambos.

¿Era necesario que fuese ella la que llevase el nombre del adorable personaje de “Grandes Esperanzas”? “Pippa”, es el compás de la vida de Theo, ese esquivo norte que busca mientras su minoría de edad, lo lleva como una hoja en el viento desde la Quinta Avenida de Nueva York, a los tugurios más truculentos de Las Vegas, de vuelta a su ciudad natal, pero ya aquí, como Dickens hubiera dicho mirando su reloj, era hora de “un poco de bondad”; y termina en lo de Hobbie, el restaurador de muebles en el Greenwich Village, que lo acoge como a un hijo y no solo le enseña un oficio: le transmite la pasión por recomponer cosas aparentemente rotas, y, como hacen los japoneses con los jarrones, convertirlos en algo aún más hermoso que el objeto original.

Yo no sé si Dickens inventó el concepto de “rotos; pero enteros”, o si simplemente, su vida lo obligó a retratar esa máquina trituradora de gente que fue el Siglo XIX y la explosión de la revolución industrial, que denunció para la eternidad en la pureza de David Copperfield, o de un Oliver Twist niño; recién llegado al purgatorio, cuando, se atreve a formar de nuevo la fila, con su plato y su estómago aún vacíos, y pedirle, al dueño de la cuchara, es decir, del mundo, desde toda su inocencia: “Por favor Señor, ¿podría servirme MAS?”. 

Al igual que Oliver y David, al igual que Pip, Theo se atreve a pedirle MÁS a la vida, y encuentra personajes hilarantes en su camino que lo moldean, o se moldea él mismo. Rige su vida a la casualidad, la misma que hizo que un niño terminase siendo el guardián de un cuadro de un gran maestro flamenco del Renacimiento, un jilguero atado por una pata a su jaula dorada, en lo que su madre le había descrito como la verdadera idea de una naturaleza muerta. Theo nunca pudo responderse la pregunta: ¿Por qué seguía cantando el jilguero? ¿Por qué revestía tanta importancia para su madre? ¿Por qué a él, le parecía cada vez más hermoso ese pequeño retablo? Me animo a aventurar, basada en frases del libro, una poco probable respuesta: ella logró transferirle algo que era la única forma de asegurar la felicidad de su hijo: el amor por la belleza. 

“Y, entonces, todo lo que hago es sumar mi propio amor a la historia de la gente que ha amado las cosas hermosas, y las ha cuidado, y hasta las ha salvado de hogueras, las ha buscado cuando se perdieron, y tratado de preservarlas y salvarlas, pasándolas, literalmente, de mano en mano, como un canto glorioso desde la destrucción del tiempo, a la nueva generación de amantes del arte, y la próxima, y la próxima”. 


Etiquetas: #Donna Tartt

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