La memoria de un artículo publicado en 1962 por la revista dominical del Corriere de la Sera, en el que se hablaba de un futuro en el que los ciudadanos se moverían en diminutos automóviles individuales, nos anima a recordar con qué soñábamos entonces y lo que fue realidad…

Por Toni Roberto

tonirobertogodoy@gmail.com

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¿In cittá gireremo cosí? (En la ciudad andaremos así?), un artículo firmado en 1962 por la prestigiosa “La Domé­nica” del Corriere de la Sera e ilustrado por Walter Molino, hablaba de un futuro donde los ciudadanos se moverían en unos “diminutos indivi­duales automóviles”, en una época en que se soñaba la lle­gada del hombre a la Luna y se predecía que en los años 2000 nos moveríamos en autos voladores de ciudad en ciudad, de barrio en barrio.

Todo esto me llevó a recordar algunas escenas de mi infan­cia en los 70’, cuando conocí aquellos primeros miniautos creados en los 50, pequeños bólidos con motores entre motocicletas y autos, para dos o tres personas. Uno de ellos fue “el autito de la japo­nesita”, un viejo Suzuki de mediados de los 50 que había traído la Embajada del Japón en esa época y que daba vuel­tas por Asunción, la amiga oriental pasaba a buscarle a mi abuela para “viajar” el recorrido: unas pocas cua­dras desde la calle Alberdi hasta Colón, donde quedaba la casa del grupo filosófico Movimiento Seicho-No-Ie del Paraguay, que tenía como objetivo lograr la felicidad y armonía del ser humano. Estas diminutas máquinas de motor de tres o dos tiem­pos, donde más de una vez pude disfrutar de un paseo en el “diminuto habitáculo” inventado por la legendaria firma automotriz japonesa.

No quiero olvidarme de otros muy importantes que daban vueltas por las calles de Asunción, como el autito Toyota 1000 de la profesora Olga Blinder, o el particular Fiat 850 de Fiorello Ficori­lli, tampoco del Hondita 850 del Dr. Carlos Capurro o el Vauxhall de la pianista Nelly Jiménez. Recuerdo también el Corcelito de dos puertas de Ernestina Figueredo, tal vez una de las primeras mujeres conductoras de la Asunción o el AMC Pacer, un auto con forma de platillo volador, pro­piedad de la recordada artista Lotte Schultz, que me trae a la mente la nave de Los Supersó­nicos, unos inolvidables dibu­jos animados de los 60 y 70’.

EL SUEÑO SUPERSÓNICO DEL “AÑO 2000”

Siguiendo el viaje, justo el “Año 2000”, número que sonaba a un mundo que correría a velocidad “hiper­sónica”, fue clave para dar­nos cuenta que aquel sueño tecnológico cambiaría para siempre con la caída del legendario Concorde–del que ya habíamos hablado en una entrevista realizada a la dise­ñadora de modas Esperanza de Portaluppi, quien fue la primera paraguaya en cono­cer esa “proeza moderna” de la aviación en el año 1969 en un viaje a Paris– y que luego de esa catástrofe aérea el mundo haría un “parate” para replantearnos algo muy sencillo: ¿hacia dónde vamos?, o ¿quién nos corre?

Sigue girando en mi cabeza la imagen de “In citta gire­remo cosí?”, esa genial pieza gráfica de 1962 de La Domé­nica del Corriere con una idea que jamás se cumplió y que en el año 2000 por aque­llo de la “catástrofe aérea supersónica”, nos llevaría a un mundo más “Glocal”, menos frenético. Hoy justo 20 años después, al encon­trarme con esta fotografía que resume todo y que nos demuestra una escala más humana y lenta: el director de Vigilancia de la Salud, Dr. Guillermo Sequera, uno de los dos protagonistas de la foto, que iba todos los días a pie a su trabajo cruzando dos barrios, se hizo de una simple bicicleta.

Creo que de esos vuelos sobre la ciudad con “autos fantásticos” imaginados allá por 1960, ahora pode­mos “volar” imaginaria­mente en dos ruedas, en una ciudad más vivible, menos frenética, para conquistar un mundo distinto, practi­cando la “glocalidad”, para hacer frente a esta pandemia y que el popular titular del año 1962 del legendario dia­rio italiano, quedó solo como un recuerdo de esa “humani­dad sesentosa” que soñaba con la automatización total, porque a veces es mejor “vol­ver al pasado” para hacer el futuro, y mejor , pedaleando.

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