Tiempos de represión y miedo, del amor furtivo y de locuras inconfesables. Tiempos de aprendizaje, de adrenalina pura, de fuego en el alma, de rebeldía lógica y enigmas filosóficos. En las radios, el rock británico y estadounidense llegaba a borbotones al pequeño país sudamericano sin salida al mar. El rock en español casi no existía. Eran finales de los 60 y la Policía –en sus “caperucitas rojas”– marcaba los permisos, quién podía estar en la calle y de qué manera iría a divertirse la gente. Una versión adelantada de la cuarentena del covid-19. Mientras, la movida rockera se debatía entre tener instrumentos de moda, pelo largo, pantalones Oxford y un puñado de sueños en el alma. La cuestión: ser rockero o no ser nada. Era la prehistoria del rock nacional.

Hay fotos y discos en las paredes. Muchas fotos de muchas épocas y mucho rock and roll. Mucho. Hay instrumentos musicales y equipos de grabación, modernos y otros dignos de museo. Hay cassettes, CD y cintas magnetofónicas únicas en sus gavetas de madera y metal, que cuida como tesoros. “Acá está la historia de más de 50 años de rock que me tocó producir y grabar con casi 70 grupos”, afirma orgulloso Alcy Rock.

Poseedor de un “cerebro de elefante”, Alcy dice que nació un viernes a las 16:00 el 24 de noviembre de 1949. Si debe haber un lugar “sagrado” del rock paraguayo, un templo de los inicios rockeros en el “país de las maravillas”, tendría que ubicarse en barrio Tacumbú, en las calles O’Leary entre 8va. y 9na., la casa de los Alfonso. Ahí, los hermanos Alcides, Nene, Milciades y Yamin eran anfitriones de hippies pelilargos que amaban las guitarras y los riffs de Hendrix, Jimmy Page o Jeff Beck. Eran mediados de los años 60 y los 70 parecían de goma. Los primeros grupos aparecieron en Paraguay antes de que Alcy y sus amigotes tomaran cartas en el asunto.

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A mediados de la década de 1960 surgieron los primeros músicos que escribían y cantaban en castellano y relataban sus vivencias personales y cotidianas. Eran los disconformes con el sistema y la opresión política de la dictadura que arcó 35 años de aislamiento y represión sistemática. Pero el miedo era la segunda piel y pocos se atrevían a traspasar la línea de censura de los organismos de vigilancia ideológica.

Como señal de rebeldía, los primeros rockers usaban el cabello largo y vestimenta de cuero, barbas, pantalones Oxford y camisas floreadas. Era el “flower power” nativo, importado de Estados Unidos e Inglaterra con The Beatles, Rolling Stones, Cream o Procol Harum, cuenta Alcy.

El Paraguay ya era la “isla sin mar” de la que habla Augusto Roa Bastos: nada entraba ni salía del país sin permiso de la dictadura. Nada. Ni libros ni noticias. Menos personas o propaganda libertaria. Un edicto basado en el eterno “Estado de sitio” (vigente por más de 30 años) ponía candado a la noche: para festejar un cumpleaños o llevar una serenata había que pedir permiso a la comisaría del barrio.

“En casa se hicieron homenajes cuando fallecieron a Jimmy Hendrix y Jim Morrison. Los amigos músicos iban llegando y a medianoche permanecíamos arrodillados y con los dedos en V, en señal de amor y paz por estos grandes. Eran locuras iniciales de seguidores del rock”, relata.

A la vuelta de manzana, sobre Alberdi, vivían los hermanos Amado y Carlos Storm, célebres por poseer la poderosa disco “subterránea” y nómada Storm Record. “Ellos traían los discos del rock inglés y norteamericano y escuchábamos Rush, Cream, The Who, Bob Dylan, Led Zeppelin, Pink Floyd…”, agrega.

ROLO CHAPARRO. En 1984 formó un grupo con Berta Rojas y Carlos Noguera y no paró más. Es músico, docente, productor y director.
ROBERTO THOMPSON. En una caricatura de Nico Espinoza.

THE BIG BOYS

Según el músico y productor Rolando Chaparro, el movimiento beat rock emerge en Paraguay a fines de la década de los 50. “El grupo Big Boys Serenaders lanza su hit ‘Banco de colegio’, que en realidad es un twist. Luego se suman Los Blue Caps, Los Rebeldes y el dúo IODI, formado por los hermanos Dirk y Jörn Wer Wenger que surgieron en Argentina. Los Rebeldes fueron toda una revolución no solo por el look, el pelo largo y demás, sino porque firmaron contrato con EMI Argentina. Igual pasó con Los Blue Caps, surgidos en Asunción en 1965, luego fueron por 10 meses para grabar en Argentina y se quedaron 10 años, contratados por EMI Odeon”, recuerda “Rolo”.

Los Rebeldes editaron (entre 1968 y 1969) un material en vinilo y luego emigraron al Brasil, en donde consolidaron su carrera musical. Estas grabaciones, junto a los materiales producidos por los Blue Caps y por el dueto IODI, pueden considerarse las primeras grabaciones discográficas del rock paraguayo, relata Chaparro.

Cuando actuaban Los Rebeldes, la cosa se ponía caliente y caótica. “Los Rebeldes tenían sus seguidores pesados que eran fanáticos. En los anfiteatros de las radios ya no les querían porque siempre destrozaban todo cuando tocaban en vivo”, relata con humor Alcy. Las emisoras de entonces, como Ñandutí, Comuneros, Cháritas o Paraguay, contaban con un teatro y ahí se hacían los shows.

Idas y venidas, ensayos, aprendizajes, guitarra al hombro, reuniones con los amigos. Y prendió en las radios. “Un amigo más” fue otro de los éxitos de Alcy Rock y su grupo, entonces integrado por Roberto Thompson y él (guitarras), Ramón Domínguez (bajo y voz) y Pedro Claver’s (batería). O “Caminando al revés”, un reggae-rock que marcó audiencia en la gente.

“LEGADO CULTURAL”

Hay algo distintivo en el rock universal que distingue al resto de los mortales: los rockeros de ayer siguen siéndolo hasta la muerte. Es lógico que amplíen sus preferencias, pero el rock, como sostiene Alcy, es más una actitud que una moda. “No creo que fuera accidente los encuentros con tantos grandes amigos y rockeros de siempre. No creo. Para mí todo tiene sentido porque creo en la reencarnación y vamos a volver a encontrarnos en alguna otra vida con nuestros amigos eternos”, apunta.

“Rolo” afirma que en la década de los 70 empezaron a surgir con más fuerza los grupos que escribían y cantaban en castellano. “Eran distintos a las orquestas, que solo hacían covers. Quienes mejor imitaban a los grupos en inglés eran los contratados. Los de este movimiento rockero eran genuinos y por lo tanto under. Estos grupos construyeron una identidad y dejaron un legado de la identidad cultural de todo un país. Al mismo tiempo, había una cantidad de músicos que, para vivir, también tocaban en orquestas”, concluyó.

Y Alcy, haciendo gala de su memoria de elefante, saca de su galera nombres de su “primer anillo” de rockers que lo acompañaron antes y que siguen en sus recuerdos más afectuosos: “Los que batallaron siempre por el rock son Chester Swann, Roberto Thompson, Nico Espinoza, Cacho Rock, Ramón Domínguez, los hermanos Justy, Chiqui y Gladys Velázquez, Favio Vera, Beba Viveros, Rigolo Alvarenga, los hermanos Luis y Francis Carter, Juan Pastoriza, Wal Mayans, Fernando Codas, Jorge Goiburú, Jorge Cáceres, etcétera”. Un largo, largo etcétera.

Esta historia continuará…


ALCY ROCK. Alcides Alfonso Parodi (70) es “El Tío del Rock”. Es uno de los sobrevivientes legendarios de la generación de rockeros paraguayos de los años 60.
KRHIZYA. La vuelta de la banda insignia de “Rolo” Chaparro a los escenarios fue el 23 de setiembre del 2017.

“OPERACIÓN TIJERA”

En los 70 vino Roberto Carlos al Paraguay y fue a visitarle a Stroessner. El secretario era Abdo Benítez, el padre del presidente de ahora. Roberto Carlos tenía el pelo largo, era un rockero. Y eso no le gustó a Abdo y ordenó a Brítez Borges a que aplique el recorte de pelo a todos los jóvenes. Al día siguiente empezó todo un proceso.

Y ¿cómo era eso? ¿Te cortaban el pelo en a calle?. “No, te llevaban a la comisaría y ahí te peluqueaban. A mí no me cortaron el pelo porque yo enseñaba en una comisaría porque papá era Policía. Igual, cuatro veces me llevaron a las comisarías. Estuve un año y tres meses escondido del comisario Domingo Galeano, el de la Comisaría Primera y jefe de Interpol, quien me perseguía. Quería agarrarme y levarme al corte de pelo. Yo, como muchos, prefería que me peguen a que me corten el pelo”, sostiene Alcy Rock.

EL “LOBO ESTEPARIO”

Entre los poetas-músicos que escribían historias que hasta hoy sorprenden por su calidad en el relato social se encontraba, sin dudas, Chester Swann, el “Lobo estepario” del rock. “Rolo” Chaparro afirma que Chester “marcó una actitud social y rockera muy importante; si bien él mezclaba también otras cosas desde el punto de vista estilístico, como el nuevo cancionero, entre otras. Pero Chester, para mí, fue uno de los referentes más importantes de los que escribían letras penetrantes en aquellos tiempos”, sostiene el rockero.

Conseguir los instrumentos musicales para tocar era otro drama feroz: “Ensayar y conseguir equipos para tocar era todo un tema –sostiene Chaparro–. Se ensayaba en la casa de ‘los perros’, en la casa de quienes tenían instrumentos; o sea, de los músicos que tocaban en orquestas. Estos eran los que ganaban buena plata para comprarse buenos instrumentos, no porque tocaban rock”. Los músicos escuchaban rock progresivo: Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, Yes, etc. También rock argentino, como Spinetta, Sui Generis, Serú Giran, Lito Nebbia, Los Gatos, Almendra, etc., etc.”, concluye “Rolo”.


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