• Por Ricardo Rivas, periodista Twitter: @RtrivasRivas

La que pasó fue una semana dura. Angustiante. Supe que Gaby Azcoitía, una querida colega periodista multipremiada de Telefé Mar del Plata, fue internada con diagnóstico positivo de covid-19.

“Hasta ahora solo tengo un falso positivo y un negativo”, después de los hisopados, me dijo en un brevísimo Whatsapp. Obviamente, –para tranquilizarme, pensando en ese otro que la consultaba– me aportó algunos otros detalles preocupantes, pero que, por privacidad, no hacen a esta historia. Aunque, tal vez, sí.

Como si fuera una conversación más entre colegas, llegaron algunas preguntas que tienen respuestas, aunque no satisfacen. “¿Qué se sabe de la vacuna?”. “¿Son muy comunes los falsos positivos?”. “Me comentaron que en algunos países algunos pacientes tienen distintos tipos de trombosis…”. No supe, no pude o no quise responder demasiado. Creo prudente no interferir con conocimientos poco profundos –como los que muchas veces tenemos los periodistas– a quien en estado de preocupación, internada bajo protocolos de SARS-COV-2, aislada, escucha la palabra de los médicos en procura de la curativa paz interior. ¡Qué profundo bajón no poder acompañar a Gaby, querida hermana que me dio la vida, en un momento tan jodido!

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Pero es tiempo de lejanías físicas, alcoholes y jabones porque para coronavirus, hasta hoy, no hay tratamientos ni vacunas. Mis ojos estaban humedecidos. Mi corazón en estado de plegaria. ¿Cuándo sabremos más?, me preguntaba. Me invadieron los interrogantes. Busqué algunas respuestas en la mecedora con los ojos clavados en los leños encendidos del hogar y un copón de Garzón Reserva Albariño 2018, de la uruguaya Bodega Garzón, que alguna vez recomendó el amigo Ricardo Pérez Manrique. El pensamiento voló mientras admiraba el amarillo pálido que destellaba con cada giro de que impulsaba a ese Albariño magistral en procura de esa cuota de oxígeno que realzara sus perfumados sabores. Pero mi pensamiento estaba con Gabriela.

EL FIN DE VIEJOS HÁBITOS

Es preciso aceptar que el aislamiento que padecemos en la Aldea Global como consecuencia de esta pandemia que parece imparable ha marcado el fin de viejos hábitos al tiempo que ha dado pie a nuevas prácticas, pero también nuevas tensiones y múltiples interrogantes.

Mucho de la vida en tiempo de realidad real ha pasado a desarrollarse en modo de realidad virtual hasta el punto de que algunos segmentos sociales transitamos espacios de realidad mixta. No son pocos los que procuran –no siempre por buenas razones– naturalizar ese tránsito hasta el punto de decir que lo sienten como un nuevo espacio social. “¡Hagamos un Zoom!”. “¿Nos juntamos en Meet?”. “Hablemos por Skype”. “¡En la tarde lo discutimos en Teams!”. “Ahora no puedo. En dos horas nos vemos en WhatsApp”. La virtualidad parece que todo lo puede. Con una imagen de Pepa Pig sonriente sobre un fondo festivo, una familia numerosa se alegra porque recibe una invitación: “Queca cumple 2. Nos haría muy felices recibir tu videollamada. Es por eso que te esperamos, el sábado, a las 18:00, por Zoom”. Las nuevas esquinas del barrio virtual.

El happy hour parece de otro siglo y muy atrás. Hasta que vuelva, para mí, estos son tiempos de reflection hour, lonely hour, soul hour, weighing time. Para muchas, para muchos, pero no para todas y todos. El 54% de la humanidad –el que tiene acceso a la Internet de alta velocidad, tal vez móvil y con características particulares en cada caso– acredita ciudadanía y se mueve en ese lugar que define a su modo la imaginación de cada persona. Parece algo nuevo, pero estaba allí. Solo algunas y algunos, generalmente por cuestiones laborales, nos aventurábamos en él y enfrentábamos la incomprensión de millones. Covid-19 lo hace. Pero no es el todo. El 46% de la misma humanidad carece de acceso a la “red de redes”, como alguna vez algunos la llamaron. Y una buena parte de esa desigualdad digital no es más que la continuidad de otras tantas desigualdades que los aplastan y pauperizan desde siempre. Sin luz, sin agua potable, sin cloacas, sin vivienda, sin comida, sin salud, sin espacio, hacinados. También a ellos los alcanza la prohibición de dejar ese lugar indigno donde pasan sus horas. #QuedateEnCasa, les dicen. Como con los otros. Covid-19 lo hace. Sin embargo, al 100% del todo, al conjunto, el miedo los iguala. La metáfora del ajedrez que dice que “al final de la partida el rey y el peón van a la misma caja”, en tiempos de pandemia cobra sentido. Asusta. Aterra. La posibilidad de morir es exclusiva de la realidad real. Lo mismo pasa con los interrogantes sobre esa vacuna que todas y todos esperamos para combatir el coronavirus. ¿Habrá vacuna? ¿Cuándo? ¿Qué pasos hay que dar para llegar a la vacuna? ¿Se puede contener con otros medicamentos?

“SOLO PARA PROBAR SEGURIDAD”

Maryn McKenna, directora del curso en línea “Periodismo en la pandemia: Cobertura de covid-19 ahora y en el futuro”, que 8.600 periodistas y comunicadores realizamos en Centro Knight para el Periodismo de las Américas de la Universidad de Texas, nos explica que – para que haya vacuna– se debe desarrollar un estudio exhaustivo que arroje “la evidencia más confiable” del resultado a través de un “ensayo clínico que pasa por varias fases”.

Detalla que en “la Fase 1 (los científicos) utilizan solo unas pocas personas solo para probar la seguridad del compuesto” que utilizan para llegar “a través de la Fase 3 en la que el medicamento se administra a miles de personas para ver si funciona como sus creadores pretendían, en comparación con la eficacia de otros fármacos que ya están en el mercado”.

Precisa también que “las principales agencias en licencias de drogas son, entre otras, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos; la Agencia Europea de Medicamentos; la Organización Central de Control de Normas de Medicamentos en la India y la Administración Nacional de Productos Médicos en China” y detalla que “con frecuencia (esos organismos) exigen una Fase 4, que involucra (con pruebas) a miles de personas para tratar de determinar cualquier eventual problema de largo plazo con la seguridad y la eficacia” del producto alcanzado. Advierte que “este proceso no es rápido porque, desde reconocer un compuesto prometedor hasta obtener un nuevo medicamento con licencia, a menudo toma de 10 a 15 años e invertir, aproximadamente, mil millones de dólares”.

Resalta que “el proceso puede tomar más tiempo porque para probar que una vacuna funciona debe verificarse contra una infección natural y, para eso, hay que ir hasta donde está la enfermedad, administrarla allí y luego esperar los resultados”.

Reveló también que por “la gravedad de esta crisis los expertos y la Organización Mundial de la Salud están hablando de permitir estudios de desafío humano” que consiste en “tratar deliberadamente de infectar personas” para probar en ellas los compuestos. Asegura que “algunos prominentes especialistas en ética médica (a los que no identificó) han respaldado la idea” y que “actualmente hay una organización sin fines de lucro pidiendo a la gente que se inscriba como voluntaria” para participar de este tipo de estudios “debidamente informados”. Añadió que “desde la primera semana de mayo, había ocho candidatos a vacunas en ensayos clínicos y más de 100 en desarrollo preclínico –que aún no está en el punto de administrarse a las personas– en al menos 12 países”.

Periodista Gaby Azcoitía por WhatsApp: “Tengo covid. Hasta ahora un falso positivo y un negativo, pero tengo covid. Estoy en aislamiento”. “Hasta ahora solo tengo un falso positivo y un negativo”.
Dra. Julie Gerberding: “Estamos en el comienzo para entender la biología básica del virus SARS-COV-2. No sabemos qué será necesario para crear inmunidad protectora”.
Andrew Pollard: “No es posible predecir porque es muy difícil saber exactamente cuándo tendremos pruebas de que la vacuna funciona”.
Megan Molteni: “En la Fase 1, para desarrollar una vacuna solo se prueba la seguridad de si la fórmula no perjudica a las personas. No es para saber si la fórmula funciona”.
Periodista Gaby Azcoitía reporta en Telefé Mar del Plata su recuperación: “Tuve coronavirus. Estoy recuperada. Me dieron el alta médica”.
Mary McKenna: “Por la gravedad de la crisis, expertos y la OMS hablan de permitir estudios de desafío humano”.

“TODAVÍA EN DESARROLLO”

Julie Gerberding es médica infectóloga, vicepresidenta ejecutiva y directora de pacientes de laboratorios MSD (Merck). Entre 2002 y 2009, fue directora de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades en los Estados Unidos. Coincide con MacKenna en los largos tiempos que demanda el desarrollo de una vacuna y recuerda que, en diciembre pasado, esa firma desarrolló la vacuna contra el ébola (ERVEBO) “en condiciones de emergencia y, actualmente, se está utilizando en la República Democrática del Congo donde hay una trágica situación”. Respecto de la pandemia actual, Gerberding sostiene que “la ciencia de este virus todavía se está desarrollando”, por lo que sostiene que “estamos justo en el comienzo para entender la biología básica del virus SARS-Cov-2 (covid-19)”, lo que significa que “todavía no desarrollamos la confianza de que sabemos lo que será necesario para crear inmunidad protectora para que dure un largo período”.

Si algo queda claro es que, hasta ahora, nada indica que una vacuna contra el coronavirus esté cerca. Sin embargo, miles de publicaciones que circulan a nivel global aseguran lo contrario y hasta incluso arriesgan fechas posibles para que esos productos comiencen a suministrarse masivamente. El lunes pasado, McKenna advirtió que el anuncio realizado por la empresa norteamericana Moderna sobre que obtuvo resultados “positivos provisionales” en el desarrollo de una vacuna contra covid-19, “no indica que la vacuna funcione según lo previsto” por los desarrolladores.

McKenna explicó luego que el anuncio solo corresponde a “un ensayo de fase 1” realizado “en ocho pacientes” y que, “por diseño (ensayístico), esa fase (investigativa) solo prueba la seguridad de si la fórmula (utilizada) no perjudica a las personas” y “no (es para saber) si la fórmula funciona”. Enfatizó en que “este resultado (reportado) no indica que la vacuna funcione según lo previsto”. El pasado 3 de abril, la colega periodista Megan Molteni reportó en Wired –un portal informativo de la revista Science– que la empresa estadounidense Moderna procura desarrollar una vacuna contra el coronavirus. Detalló que esa firma biotecnológica tiene sede en Boston y que “es conocida por trabajar en vacunas contra el cáncer personalizadas” y que “tiene historial de respuesta a las amenazas a la salud pública, incluido el brote de zika en el 2015”.

Consignó que la empresa “en colaboración con científicos de los Institutos Nacionales de Alergias y Enfermedades Infecciosas, y con fondos del CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias), una organización con sede en Noruega creada en el 2017 para financiar el desarrollo de vacunas con el uso de fondos procedentes de donaciones públicas y privadas, produjo una vacuna basada en ARN (ácido ribonucléico) que codifica una forma estabilizada de la proteína de la punta del SARS-CoV-2”.

Anunció entonces que “el 24 de febrero” Marea “envió dosis de su candidato (desarrollo denominado) mRNA-1273, al Centro de Investigación de Vacunas del NIAID, donde se iniciará un ensayo de seguridad de Fase I a partir de abril”.

Lo anunciado por la firma el lunes último es el resultado de esa prueba. Molteni declinó expresarse sobre el comunicado emitido por el doctor Tal Zaks, director médico de Moderna, pero colaboradores de la periodista que pidieron no ser identificados admitieron que la reportera exhorta a “ser muy escépticos sobre estos resultados” de Moderna y que coincide con McKenna en que “los ensayos de fase 1 no están diseñados para decir si una vacuna funciona o no” y enfatiza en que “con solo 8 personas (inoculadas), realmente no hay suficiente poder estadístico para decir algo sobre la efectividad” del compuesto analizado. Los informantes, sin embargo, dijeron sobre la prueba y sus resultados a este periodista “que hacer anticuerpos es una buena señal, pero no es evidencia” de efectividad del producto porque, además, la firma solo emitió un comunicado de prensa, pero “no presentó ningún dato”, por lo que “es difícil analizar la veracidad de su declaración”.

Sobre el tema, el periodista Geoff Bennet, corresponsal en la Casa Blanca de la NBC News, en su cuenta de Twitter @GeoffBennet, reportó que “un portavoz del HHS (Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos) le dice a NBC que (Moncef) Slaoui “ha dirigido la venta de sus participaciones en capital en Moderna y que la venta debería ser efectiva mañana por la mañana”, lo que coincide con el momento en que se realizó el anuncio de resultados “positivos provisionales” en el desarrollo de la vacuna buscada.

Bennet explica luego que “Moncef Slaoui, nombrado la semana pasada para liderar el impulso de WH (la Casa Blanca) para una vacuna contra el coronavirus, renunció como director de Moderna para tomar el trabajo (en Estado), pero según los informes tiene más de US$ 10 millones en opciones de acciones de la compañía. (Moderna ha recibido más de US$ 400 millones del gobierno federal para ayudar con los ensayos de vacunas)”.

En ese contexto, coincidentes periodistas especializados en temas científicos comentaron en reserva que, justamente por el reporte de Bennet, “hay preocupaciones de que las noticias de Moderna sean un cálculo político y financiero de uno de sus miembros de la junta recientemente fallecido (al que no identificaron), diseñado para darle a Trump una victoria (política) espectacular y aumentar los precios de las acciones de Moderna justo a tiempo para darle una ganancia inesperada”. En todas partes se cuecen habas.

NOTICIAS DESDE OXFORD

Tal vez por ello, luego de que la británica Universidad de Oxford informara que incluirá a niños y ancianos entre los más de 10.000 voluntarios que procura reclutar para la fase 2 de ensayos clínicos en humanos de su posible vacuna contra el coronavirus, Andrew Pollard, jefe del grupo de vacunas de esa casa de altos estudios, reveló que “los estudios clínicos están progresando muy bien”, sostuvo en diálogo con la BBC y realizó dos advertencias: “No es posible predecir” cuándo habría una vacuna porque “es muy difícil saber exactamente cuándo tendremos pruebas de que funciona”. Prudencia.

El virus está en todas partes y avanza con velocidad. Esta última, tal vez, sea la característica más preocupante y, a la vez, lo que impide detenerlo. Acorralarlo. En algunos lugares se verifican rebrotes. En otros, donde la pandemia pasó con vigor, con fuerza arrolladora, se intenta volver a la cotidianidad previa a la emergencia. ¿Será posible?

Julie Gerberding recuerda que, en el inicio de su carrera médica, “en 1981 era una joven aprendiz en San Francisco, epicentro de la epidemia de VIH en Estados Unidos, cuando estábamos cuidando a los primeros pacientes con sida”. Aquella jovencita y sus compañeros “no” reconocían “que se trataba de una enfermedad infecciosa” porque “en el mundo creíamos que ese tipo de enfermedades habían terminado. Teníamos antibióticos y vacunas. Fue un despertar difícil”. Detalla que “comparativamente, con el actual covid, el sida se desplegó de manera lenta.

Nos llevó un tiempo ver a las personas que están en mayor riesgo y más tiempo comprender que el origen de la epidemia del VIH afectaba más gravemente a la gente en África y en otras zonas que antes no se había reconocido como un entorno en el que la enfermedad se desarrollaba”. Casi 40 años más tarde, la doctora Gerberding sostiene que su “carrera está marcada por las dos pandemias más grandes que han afectado a la población mundial en las últimas décadas”. A partir de esas experiencias afirma que “la buena ciencia lleva tiempo”, no duda en remarcar que “estamos en el comienzo de covid-19 y aprendiendo a medida que avanzamos”. Sostiene que “es lo mismo que pasó con el sida al principio. Tuvimos que inventar nuestras recomendaciones de control de infecciones porque en los primeros días no sabíamos cómo se transmitía y aquí estamos con covid, que tampoco estamos muy seguros de cómo se transmite. Hay que mantener la mente abierta y estar preparados para que las cosas cambien y evolucionen a medida que avanzamos”.

Reflexivamente asegura que “el mundo después del virus SARS-CoV-2 va a ser muy diferente al mundo que conocíamos antes de que esta pandemia nos golpeara. Exactamente lo que pasó con el sida. El mundo cambió. No solamente nuestros comportamientos sexuales. En todas las dimensiones la sociedad cambia en el contexto de las pandemias. Estamos empezando a ver más atención médica en casa; menos trabajo en oficinas”.

Advierte además que “lo peor de estas dos pandemias es el alto riesgo de estigma social. Experimentamos eso con el sida. Y aquí estamos con el SARS-CoV-2. Estigmatiza injustamente a personas de origen chino y a las personas que han sido diagnosticadas y puestas en aislamiento o cuarentena cuando salen de esos entornos. Así que cada vez que hay una nueva amenaza, la tendencia de la gente es siempre protegerse tratando de mantenerse alejada de las personas que percibieron como potencialmente riesgosas. Eso nos divide como sociedad en lugar de ayudarnos a unirnos para resolver realmente colectivamente el problema”.

En el momento de compartir esta historia, el reporte global –los números de la tragedia– da cuenta de que el coronavirus afecta a 5.253.877; de ellos, 2.796.330 son infectados activos, 2.120.907 se recuperaron; en tanto que 336.640 fallecieron. Creo que la idea matemática de que 40,36% del total de afectados se ha recuperado me induce a aceptar el confinamiento. ¡Aguantemos!, me dije. Con pudor imaginé que la matemática es también un cofre en el que se esconden datos controvertidamente poéticos y esperanzadores.

Gabriela Azcoitía, mi hermana del corazón, superó la pandemia. Le dieron el “alta médica”. Antes de dejar su lugar de internación, quiso informar su recuperación en el noticiero que conduce desde muchos años en Telefé Mar del Plata. Antes de irse a su casa. Brindo por vos, querida periodista.

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