La pandemia nos tiene a todos con el ceño fruncido mirando hacia lo que viene, hablando de los efectos sobre la economía y el nuevo modo Covid de vivir. Pero si bajamos un poquito la mirada, ahí están ellos: los niños y las niñas, tratando de salvar sus propios mundos de amigos imaginarios, de crayones y fantasías entre paredes.
- Por Arturo Peña
- arturo.pena@gruponacion.com.py
- Fotos Gentileza
Días atrás vi un video que me causó mucha gracia. En el balcón de alguna ciudad española repentinamente aparecía un pequeño que le gritaba a la calle vacía: “¡Estoy harto de dibujar!”. Luego de verlo y reír de nuevo varias veces, caí en la cuenta del nivel de hartazgo que tendrán millones de niños y niñas alrededor del mundo, cargando gratuitamente las consecuencias de esta crisis.
¿Qué tienen para decirnos de todo esto? ¿Nos detuvimos a escucharlos? Empecé con mi hija, Alena, de ocho años. Le pregunté cuál es la primera palabra que le venía a la cabeza al escuchar “cuarentena”. Me respondió: “Aburridooo...”. Así, con varias “o” finales.
El encierro les llevó a inventar formas de estar en contacto con los amigos. Felizmente, la imaginación de los chicos puede mucho más. “La otra vez hice algo que nadie nunca hizo en la vida -me dijo orgullosa Alena. Mi amiga Dana me hizo una videollamada y yo estaba viendo una película, entonces le invité a ver conmigo; puse el celular sobre una almohada a mi lado y ella vio conmigo la película”.
Guebí tiene cuatro años y unos rulitos fantásticos. Desde balcón del departamento donde vive observa por las tardes la ciudad que se le ha censurado. Su madre me contó sobre una conversación reciente que tuvo con él.
-¿Mamá cuando se va a ir el coronavirus? - No sé Guebí, si querés le preguntamos. -¿Cómo? -Y... no sé. ¿Le hacemos una carta? -¡Ay, mamá! -rió Guebí-. Cómo se te ocurre que nos va a entender algo tan chiquitito. Es muy chiquitito no se ve siquiera. ¡Es demasiado pequeño para entendernos!
VIRUS COCHINO Y TV
“Para mí el coronavirus es un experimento de China formado por muchos virus. Accidentalmente hubo un accidente ese día que explotó todos los virus y se esparció por China... Es un virus cochino”, según la “teoría” de Maga, que tiene seis años ¡y ya es youtuber!
Entre las pocas cosas que hay para hacer en cuarentena está ver la televisión. Sin embargo los canales de TV locales han sido poco solidarios con los niños y niñas. No pensaron en más contenidos infantiles o programas educativos, teniendo en cuenta que no solo están encerrados en las casas sino que ya no tendrán clases hasta fin de año. Sigue la programación “normal” cargada de telenovelas y los informativos en exuberancia. “La televisión está como loca -reflexionó Maga. Hay una cosa que no entiendo, cuando dicen del coronavirus, ellos, los 'programistas' salen de su casa y eso no esta bien. Deben grabar desde su casa ¿o qué?”.
A pesar de la cuarentena, Maga dijo sentirse feliz: “Soy feliz con mi casa pero lo que siento es que cada vez cambia mi vida, no se cómo ni por qué, solo me relajo y disfruto mi infancia... y tengo mi propio canal de YouTube. ¡Suscríbanse a mi canal con muchos likes, likes, likes!..”, agregó con emoción. Su canal se llama: “Los consejitos de la Maga”.
También me comuniqué por mensajes con Francesco, de trece años, quien me contó que está bien informado del tema coronavirus. “Yo sabía por un formulario que teníamos que llenar en la escuela”, dijo. Su cotidiano de recorrer el barrio Obrero con los amigos se redujo a las actividades dentro de la casa. Entre ellas, obviamente, los jueguitos electrónicos y sus lecciones de piano, instrumento que domina como un pequeño gran maestro. “Mi rutina es despertarme temprano, a las 9, porque a esa hora da Dragon Ball en la tele. Después de eso espero ya la comida y después de comer ya hago mi tarea hasta tarde ya. Son muy largas las tareas que envían. Después, a la noche, luego de cenar ya duermo”, explicó concisamente Francesco.
DE CUMPLE
“Yo me enteré del coronavirus en mi escuela y sé qué es y los síntomas y todo. Antes del día en que no se pudo mas ir, estudiamos eso para saber cómo cuidarnos. Es un virus que explotó en China en el 2019. Pasó de un vampiro a un humano... eh, digo, murciélago”, contó entre risas Amambay. Hablamos por teléfono justo el día en que ella cumplía ocho años, el pasado miércoles, en plena cuarentena. “Esta mañana me cantaron 'que los cumplas' en la clase de Zoom”, contó feliz. En la tarde compartió una torta de cumpleaños con sus padres y su hermano.
Una forma fundamental de conectarse es a través de la tecnología, lo que también ha abierto un profundo debate sobre nuestros mecanismos de enseñanza y aprendizaje. “Primero hacemos unas videoclases, después un Zoom que es para ver a los compañeros y hacerle preguntas a la profe. A mí me parece mas divertido estar en mi escuela pero es necesario mantenerse en casa para no contraer el virus”, agregó Amambay. “Lo que hacemos es llamar a los amigos para no aburrirnos”, dijo también y contó que los momentos en que no está dando clases o haciendo la tarea, los pasa jugando con su hermano menor.
Luna tiene seis años y una mirada muy clara de lo que pasa, desde sus ojos también claros. “El coronavirus es muy malo y nos obliga a estar en cuarentena y a la vez es muy triste estar en cuarentena, porque no podemos hablar con las otras personas en persona y tenemos que hacer videollamadas y esas cosas”, empezó diciendo. “Yo estoy aprendiendo que es mejor cuidarse que salir a la calle, que disfrutar. Para mantenernos sanos tenemos que hacer lo que nos digan los adultos, aunque esto no sea nada divertido”, agregó con cierto tono de resignación.
“Durante este tiempo estuve tratando de estar en todas las clases virtuales de mi escuela, aunque no es lo mismo que estar en la escuela con mis compañeritos. También estar en casa con mi mamá y mi papá me hace olvidar, pero ya quiero que pase todo esto. Me da pena las personas que se enfermaron porque me dio pena que tuvieran que ir a trabajar”, agregó Luna.
Para entender bien el tema del coronavirus, Yamandú, un niño de once años, desarrolló un “mapa conceptual”, una tarea que le pidieron y que hizo con ayuda de su mamá. “Yo no tengo cable ni nada pero hicimos un mapa conceptual sobre esto. Es como una forma gráfica de explicar una cosa. Acá en mi casa hicimos. De vez en cuando también veo en Google y me sale ahí cuantos casos confirmados y eso”, agregó.
Le pregunté como iba llevando la cuarentena y en tono muy sincero me respondió: “Me va bien, a veces extraño un poco la escuela; estoy relativamente bien pero mal también, estoy mas o menos”.
CUANDO ACABE
“Lo primero que quiero hacer es irme a pasear por ahí, por la Costanera o algo así. Ir a la escuela es mejor que esto”, dijo Francesco ante la pregunta de qué sería lo primero que haría cuando se levante la cuarentena. “Poder jugar con mis amigas y amigos, poder ir al parque como antes lo hacía”, dijo Luna, por su parte. “Si es un día de escuela ya quiero irme directamente a la escuela, pero si es un día libre quiero salir por ahí a divertirme”, expresó al respecto Amambay.
Pero no todos sueñan con volver a la escuela. “¡Claro que no extraño! Me gusta estudiar de otra forma, estudio con la naturaleza, encuentro juguetes y así nomás yo aprendo. ¿Sabían que irse a la escuela es como irse a la oficina? Porque tenés que poner muchos papeles, después irte a tu casa y llevarlos y todo el día que te vas a la escuela debés hacer eso... Me aburro en la oficina-escuela”, opinó tajante Maga por su parte.
“Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, nuestros rencores y nuestro porvenir”, dice Joan Manuel Serrat en su canción “Esos locos bajitos”. Ciertamente, es mucho el peso que “los grandes” ponemos sobre las nuevas generaciones, para las que estamos dejando esta sociedad contaminada, en el más amplios sentido. Mientras, las niñas y niños seguirán resistiendo desde la imaginación, un lugar mucho más llevadero que la realidad.
Agradecimiento especial a los padres y madres por su colaboración.
HAY QUE ABRIR UN DÍA LA CIUDAD SOLO PARA ELLOS
- Amelí Schneider
- Madre, artista y docente
He visto a mi hijo inventarse carreras de la puerta de mi pieza a la sala de mi casa por un pasillo estrecho, donde un día corríamos nosotros, otro día su bicicleta y otros sus autitos. Inventarse los juegos mas geniales, donde bastaba que en medio de mi teletrabajo dijera “el auto azul”, para que luego en su cuarto se desarrollara una carrera donde, por supuesto, él siempre ganaba y perdía el auto azul que yo había elegido. Me he preocupado como madre de qué pasaría con sus aprendizajes y en medio fui aprendiendo cómo los números tenían que ver con sus gustos, la medida de cuanto le gustaba la comida, mucho, poco, mas o menos, con la mano mas arriba, mas abajo y así también la velocidad de los autos, velocidad 3, velocidad 7, y verlo contar con sus deditos la velocidad mas alta, contado también hasta veinte mientras se lava las manos por la pandemia, y así.
Mucho he pensado si la pandemia no nos había dejado como la iguana, a la cual le cortan la cola y se sigue moviendo. Sé que uno se reinventa haciendo. Pero definitivamente mirando a mi hijo he aprendido el optimismo más profundo y la manera más dulce de vivir el presente.
A pesar de todo el dolor que fue el día que subimos la bici al auto y al llegar nos enteramos que solo a partir de los 10 años se podía pisar la vereda. Él dejó de ver a su tía, a sus abuelos, a su padre, a sus hermanos y a sus amigos.
Y a pesar de la lógica de los deportes, pasear y mirar el cielo para una madre sola o correr para un niño de 4 años que viven en un departamento, no parece ser tan urgente, ya que las decisiones son tomadas como si tuviéramos una herida muy grande y te la tienen que cocer, no importa que tan bonita quede. Te tienen que salvar la vida. Sin embargo hay otra urgencia: hay que pensar la infancia, hay que aprender de ella y como dice Tonucchi, hay que abrir un día la ciudad sólo para ellos luego de que esto termine.
Escucharlos mas que nunca para que la infancia no muera en nosotros y por ende muera nuestra capacidad de acompañarles.
No tengo respuestas, tengo muchas preguntas y no pienso abandonarlas justo ahora. Y pienso si podremos hacer ese trabajo ahora que los que cosen heridas ya no piensan que la infancia también es vida.