“Dejas pasar el instante y ya no puedes hacer nada. También existe eso, el instante: el tiempo trae y se lleva las cosas, arbitrariamente, y no somos solo nosotros quienes ponemos nuestras acciones y sus circunstancias en el marco del tiempo. A veces el instante trae una posibilidad, y esa posibilidad tiene su momento exacto, y si el instante pasa, ya no puedes hacer nada”.
Márai es uno de esos “descubrimientos” que, de vez en cuando, realiza un editor ávido e inteligente. Tras permanecer en el olvido durante más de cincuenta años fue rescatada por la editorial italiana Adelphi y se colocó rápidamente en el primer puesto de las listas de libros más vendidos de Italia, y de allí fue traducida y editada hasta el hartazgo. No dejan de salir obras del cofre de maravillas que dejó Márai, pero, de las que leí, al menos, siempre tendrá un lugar especial “El último encuentro”.
Un pequeño castillo de caza en Hungría, al pie de los Cárpatos, donde alguna vez se celebraron elegantes veladas y cuyos salones decorados al estilo francés se llenaban de la música de Chopin, ha cambiado radicalmente de aspecto. Henrik, un viejo general de la Guardia Imperial se encuentra allí esperando la visita del que fue su amigo del alma en la juventud y compañero de estudios en la Academia Militar, Konrad. El enfrentamiento entre ambos tiene un solo propósito: averiguar –o más bien, confirmar– algo que Henrik siempre ha deseado saber, cuyo misterio y angustia el tiempo solo ha acentuado. Hace cuarenta y un años, se produjo entre ambos un adiós irreversible. El reclamo del general a Konrad es la respuesta a dos preguntas que, aún si ya no cambiarán nada en su vida, siguen siendo cruciales para su espíritu.
El último encuentro es, en versión compacta, un muestrario de todo aquello que, a mi juicio, hace gigantesco al autor. Sus temas: la búsqueda de la verdad como fuerza liberadora, como soporte ético imprescindible para sobrellevar el transcurso de una vida, y esa sensación de estar presenciando siempre el ocaso de una Era, el principio del fin del Imperio Austro-Húngaro a finales del siglo XVIII. Todo reflejado en detalles casi de “escenografía”, que, unidos a la prosa virtuosísima pero sin miramientos de Márai nos deja vislumbrar cómo el esplendor de antaño ya no existe.
Se produce un duelo de palabras, aún mucho más cruel que uno con armas. Por supuesto, el nudo de todo es una mujer. La mujer, y el recuerdo de ella que atormenta a ambos. La tensión aumenta, hasta que se hace casi insoportable, pero la prosa continúa, implacable, precisa, al igual que la determinación de los protagonistas por hurgar hasta en lo más recóndito de sus almas. El enigma solo se develará en la última página.
“Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son estas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía? Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera”.