• Por Ricardo Rivas, periodista Twitter: @RtrivasRivas

En el momento de escribir esta historia, el reporte global –con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS/OPS)– da cuenta que en el mundo hay 3.910.978 casos “confirmados” de coronavirus; 1.081.217 casos “recuperados” y 272.786 “fallecidos”. Estremece. Y más estremecerá porque, cuando la lean, desafortunadamente la estadística habrá crecido. El obligado aislamiento físico al que nos somete el Covid-19 nos impide tertulias y debates presenciales a los que somos tan afectos los periodistas. En ese contexto, emergen dos temas casi exclusivos para dejar correr pensamientos y palabras: pandemia de coronavirus y el neologismo desinfodemia, que ganó enorme espacio en la historia reciente. Deseable, en los dos casos, que se puedan erradicar.

Michael Osterholm: En EEUU “somos muy vulnerables. Una serie de medicamentos se
Guilherme Canela (Unesco): “Es la más grave crisis de desinformación de las últimas décadas”.

Pero no tengo certezas, en el corto plazo, de la existencia de alguna vacuna ética para atacar el flagelo mencionado en segundo lugar. La pandemia por el coronavirus –una situación sin antecedentes cercanos en la historia– es el territorio más reciente en el que las noticias falsas van de un lado a otro del espacio comunicacional como, tal vez, no se haya visto antes. Preocupación y debate abierto de alcance global. Las audiencias demandan precisiones que buscan en los medios y también en las redes. Más aún cuando los líderes de la nada que comandan la aldea global, a golpe de Twitter, postean informaciones de difícil o nula posibilidad de verificación. “Es la más grave crisis de desinformación de las últimas décadas”, sostiene Guilherme Canela, jefe de Libertad de Expresión y Seguridad de los Periodistas de la Unesco, en el transcurso de un webinar que organizó la Corte Interamericana de Derechos Humanos el jueves pasado.

EL “VIRUS CHINO”

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Desde varias semanas, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, llama al Covid-19 como “el virus chino” o el “virus kung-fu”. Insiste una y otra vez en que la pandemia emergente de un laboratorio en Wuhan es un caso militar. Algunos otros países parecen querer adherirse a esa campaña. No son pocos quienes refutan esa operación comunicacional con perfume electoralista. El propio epidemiólogo Anthony Fauci, responsable de coordinar la respuesta médica en EEUU contra la pandemia, sostiene que “no existen pruebas que hagan sospechar que el Covid-19 se originó en un laboratorio de China”. Para superar el desconocimiento temático, unos 8 mil periodistas, abrumados ante la desinfodemia, desde hace una semana nos capacitamos a distancia para reportar sobre Covid-19 con información genuina. Lo hacemos –a distancia– con el Knight Center for Journalism in the Americas de la Universidad de Texas. Tanto las disertaciones como las lecturas obligatorias y sugeridas que realizamos abruman porque, en todos los casos, aportan datos públicos que no tuvieron distribución masiva. Solo algunos medios tradicionales relevantes lo hicieron.

La instructora Maryn McKenna, periodista especializada en temas científicos y escritora, informó que en mayo del 2018, investigadores de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, Estados Unidos, desarrollaron una simulación en la que una pandemia ficticia, “Clade X”, avanzó imparable. Llegaron a una conclusión inquietante para entonces. “Si surgiera un patógeno pandémico real, el mundo no estaría preparado”. McKenna señala: “Ahora sabemos que estaban en lo correcto. Clade X era una advertencia. Las enfermedades viajan más rápido de lo que podemos rastrearlas. Las vacunas no se pueden crear de un momento a otro. La política puede interponerse en el camino de la salud pública. Sin embargo, y pese a las conclusiones que alcanzaron dos años atrás, casi nada se hizo para responder a ellas”.

El Bar Conspiración en el espacio virtual. Desinfodemia y pandemia. Un debate a fondo.

ADVERTENCIAS

Michael T. Osterholm, médico epidemiólogo de la Universidad de Minnesota, fundador del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas, escritor sobre temas científicos y populares sobre su especialidad, asesor de gobiernos, advirtió en numerosos artículos publicados en el 2005 en las revistas Internal Medicine, Nature y Foreing Affairs, sobre una pandemia que estaba en desarrollo y que los Estados Unidos y el mundo no se estaban preparando adecuadamente. “No me reconforta en absoluto haber entendido que esto iba a pasar”, nos dice el científico a los cursantes. Estima que “el número de casos que van a seguir ocurriendo para que logremos lo que podríamos pensar como ‘inmunidad de rebaño’” y señala que “falta mucho para llegar a ese punto para que tengamos la esperanza de alcanzar la inmunidad que evitará la reinfección”.

Con objetividad científica y con la mirada puesta en su experiencia profesional, sostiene que “aquí, en Estados Unidos, podremos tener tasas de infección del 5% hasta el 15%”. Agrega en tono de advertencia que “en los Estados Unidos podremos tener tasas de infección del 5 al 15 por ciento, hasta que el 60 o 70 por ciento alcance la inmunidad de rebaño o que tengamos una vacuna que nos salve, como lo espero, pero la esperanza no es una estrategia. Tenemos que ser muy cuidadosos con esto”. En ese contexto, Osterholm considera que para abordar con mayor precisión toda emergencia sanitaria es necesario trabajar con el concepto incluyente de “una sola salud”, que considera que el mundo humano y el animal –integrado por animales salvajes, animales domesticados, animales para alimentación, todos los animales– debe ser considerado como un reino con organismos y patógenos que se cruzan de ida y vuelta, y “vemos claramente con Covid-19 que el nuevo coronavirus es un problema de un virus que saltó de la vida silvestre al humano.

Muchas de las enfermedades con las que lidiamos se originan en los animales”. El científico, además, reveló que “hace 18 meses desarrollamos un proyecto financiado por la Walton Family Foundation” con el que “identificamos 156 medicamentos (drogas genéricas) en Estados Unidos que pueden definirse como medicamentos críticos para salvar vidas, porque si no los tienes, la gente muere en cuestión de horas”, que se producen “principalmente en China e India. De ellas, en 62% ya había poca cantidad antes de que ocurriera el brote en Wuhan. Y más del 85% (de esos insumos) era producido solo fuera de los Estados Unidos”. Advierte luego que –como lo sugirieron– “tanto China como la India comenzaron a detener las exportaciones para el resto del mundo” porque esos países también los necesitan. Sentencia dramáticamente que “estamos en un momento difícil (en EEUU) en el último mes, estamos muy preocupados, porque empezamos a quedarnos sin medicamentos que son necesarios para mantener de a una persona intubada. El 85% de los antibióticos utilizados en Estados Unidos (también) se fabrica fuera de Estados Unidos. India y China juegan un papel importante en esa producción”. Concluye: “Somos muy vulnerables. Tenemos una serie de medicamentos que se están acabando”.

“PANDEMIC”

Sonia Shah, periodista y escritora exitosa, autora de “Pandemic” (2016), entre otras obras, que a partir de investigaciones exhaustivas previó que Covid-19 y cualquier otra pan ---- demia es posible, confesó a los cursantes que lo que sucede “es espeluznante y sorprendente”. Destaca “la forma en que la enfermedad se ha propagado” porque “es una amenaza que se ha extendido a través de patrones comerciales y de viajes, en formas que hemos subestimado durante mucho tiempo”, y ante el virus extendido, “los encargados de la formulación de políticas (enfrentan la emergencia) cerrando las fronteras justo después” de que la expansión se ha producido, lo que resulta ser “algo emblemático de cuantas epidemias se han propagado”. Shah, luego, señala como problema sorprendente “la forma en que estamos buscando responsables (cuando, quizás, sería más razonable encontrar irresponsables) señalando con el dedo que ‘son los chinos’ o que ‘son (los) malos científicos’, o ‘esta conspiración’ o ‘esa otra’ o ‘estos inmigrantes’. Pero lo que realmente me sorprendió es el enorme fracaso político en Estados Unidos.

Realmente no se esperaba”. Agrega, además, en que en este “momento político en el que tenemos líderes populistas alrededor del mundo, eso complica las respuestas a la pandemia. Yo, que durante una buena parte de mi carrera escribí sobre pandemias, en todos los modelos que diseñé, nunca estuvo entre mis diseños que el gobierno de los Estados Unidos estaría esencialmente ausente o no visible. Es absolutamente increíble cómo las estructuras de gobierno se han desmoronado completamente (frente al Covid-19) propagandizando o usando la política como arma”. En ese contexto descriptivo, Shah, quien en su obra destaca que cuando los líderes políticos aplican cuarentenas “deciden entre costos predecibles y beneficios impredecibles”, asegura sentir que “sin Estados Unidos dando una alternativa de lidiar con esta pandemia, el modelo chino realmente tomó el centro de atención y así vemos que muchos países están respondiendo como reacción a los modelos chinos, cómo en lugar de mirar cuál es la situación”.

Críticamente revela que un grupo de “científicos con (la organización) Eco Health Alliance estaba en (algunas) partes de China para estudiar anticuerpos de coronavirus en poblaciones locales y que encontraron que cerca del 3% de esos pobladores en algunos lugares de China tenían anticuerpos contra diferentes coronavirus. Teníamos un programa para buscar patógenos de propagación, especialmente de murciélagos a personas, pero la financiación fue retirada”. Contundente. La información estaba al alcance de la mano. Las alarmas sonaron en tiempo y forma. Sin embargo, los sistemas de salud pública globales fueron debilitados sin más explicaciones que la de la necesidad de reducir el gasto fiscal. Aquí y allá. Sobre quienes reclamaron y se opusieron recayeron diatribas.

El discurso o el escrito acre y violento contra aquellas y aquellos que se expresan en libertad para oponerse a quienes conculcan el derecho humano a la salud. La noticia falsa como herramienta para la estigmatización social de opositores se impuso de la mano de los líderes de baja intensidad intelectual con el acompañamiento acrítico de sistemas de medios públicos y privados con poco afecto por el Estado democrático de derecho. El amigo y maestro Augusto dos Santos –militante de la comunicación– un puñado de días atrás advirtió críticamente sobre quienes “aprovechando el fantasma omnipresente de las fake news, salieron a pontificar” creyendo ser “los dueños de la palabra e incluso a producir sesudos comentarios con voces graves sobre a quiénes creer y a quiénes no en el curso de esta crisis mundial”. No son pocos los indicios para sospechar quiénes mienten o encubren. Desde esa perspectiva, Dos Santos rechaza la exhortación que induce a creer en los medios y no en las redes. Considera ese mensaje como “un atentado contra el sentido común”. Sin que su pluma trepide. Con claridad, sin eufemismos, sentencia: “En la historia de la civilización, los que realmente mintieron siempre fueron los medios”. En ese debate, ya elegí dónde pararme. La tan reciente comunicación reticular está en pañales (desechables) en lo que a bulos, fake news, noticias falsas o, simplemente, putas mentiras se refiere.

Al que le quepa el say que se lo ponga. Agrega Augusto: “Probablemente tenga cierto rigor el afirmar que en los medios (tradicionales) existen niveles (importantes) de chequeo de la (veracidad de la) información (y) que privilegia la exposición (imparcial) de todas las campanas y que en Twitter (y otras plataformas) no tanto. Podemos conceder que sí”. Con precisión sostiene que “las redes, queridos amigos, se han constituido en las más irreverentes ‘rompecampañas’ de los medios. Molestosas como tábanos para las ideas de un discurso único –o por lo menos dominante– y un enigmático capítulo aún no agregado a ese enorme tratado sobre comportamiento social en comunidades comunicadas de Noelle-Neumann en su (obra cumbre) ‘La espiral del silencio’”.

Aguda observación de quien, incluso, se anima a admitir que “los medios (que tanto) cuestionan las redes, las utilizan intensamente”. Adhiero. Admite después que, en su vida, “si solo hubiera dependido de los medios ‘formales’, jamás me hubiera enterado que tanta agua pasa bajo el puente de los medios sin ser advertida, o me hubiera quedado con la versión CNN sobre que Kim Jong-un murió”. Este debate trascendente que Augusto lanzó en “Voces” de La Nación tuvo continuidad –con un grupo de notables colegas– en el Bar Conspiración. Nunca mejor lugar para hacerlo. Escribir esta historia me impidió acompañarlos. Profunda tristeza no poder estar allí.


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