• Por Ricardo Rivas, periodista Twitter: @RtrivasRivas

Hoy es el Día Mundial de la Libertad de Prensa, establecido desde 1991 por la Unesco. Y este año, en estas circunstancias especiales, el autor reflexiona con colegas de todo el mundo sobre ese tema fundamental.

Las tertulias entre periodistas son una suerte de clásico del oficio. En ellas –que varias décadas atrás se iniciaban en las redacciones y, más tarde, se prolongaban en algún bar– emergen como temas inevitables la política, la economía, el mundo, el cine y, como no podría ser de otra manera, el fútbol y el ejercicio de la profesión.

Este domingo debería haber amanecido en La Haya. En esa ciudad recostada sobre la costa del mar del Norte, residencia de la reina Máxima y su familia, con una temperatura que, con seguridad, no superaría los 14º, junto con miles de periodistas y comunicadores pensábamos celebrar –como cada 3 de mayo de todos los años, desde 1991– con la Unesco el Día Mundial de la Libertad de Prensa. COVID-19 pudo más que la invitación que el pasado 27 de febrero me hiciera el director general para Comunicación e Información de aquella agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Moez Chakchouk, para que estuviera en los Países Bajos.

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La decisión de reunirnos ese día para debatir y reflexionar sobre el rol democrático de los medios y los periodistas independientes, a la vez que homenajear a las y los colegas que fueron encarcelados, acosados, hostigados, espiados y asesinados cuando profesionalmente buscaban una historia, deberá esperar. Y es seguramente por esa razón que no quiero aceptar que propuse a tres periodistas relevantes –de raza, como se suele decir–, académicos y amigos para que, en el espacio virtual, diéramos ese debate que siempre nos acompaña. “Pepe” Costa, Javier Bernabé Fraguas y Mauricio Weibel Barahona, enormes tertulianos, aceptaron la propuesta desde tres amadísimas ciudades: Asunción, el primero; Madrid, el segundo, y Santiago de Chile, el tercero. Con ese propósito nos instalamos frente a nuestros ordenadores.

PERIODISMO Y LIBERTAD

Tal vez, como disparador, comenté que aquel viejo y sabio maestro que fue don Javier Darío Restrepo, otro 3 de mayo, en el 2013, en San José de Costa Rica, palabra más, palabra menos, me advirtió que “es imposible pensar en el periodismo sin libertad porque para que haya libertad, la prensa es imprescindible; más aún, irremplazable, para que la libertad exista como práctica social”. Lo escuché con profunda atención. “¿Y qué hacemos con los gobiernos y otros actores de poder?”, pregunté. Con sus ojos entrecerrados, se echó hacia atrás, apoyó su mano izquierda sobre mi hombro y, lentamente, sentenció: “Lo que tienen que hacer los poderosos con la libertad es no molestarla. Ninguno de ellos puede conceder la libertad porque ella nace y crece dentro de cada persona.

Hay sociedades con gente que es libre”. En la noche de aquel día aún pensaba en sus palabras en las que, entre tantas interpretaciones, tuve la convicción de que, con ellas, también apuntó al fatídico ego periodístico. Ninguno de nosotros da la libertad de decir ni de expresarse a nadie. Es imprudente, antidemocrático y nocivo creer lo contrario. Y de mal tipo intentar ponerlo en práctica. En un texto formidable “Los cínicos no sirven para este oficio”, el periodista polaco Ryszard Kapuscinski sostiene que “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer, buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Solo con esa condición “se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias y convertirse inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino”. Sabios y coincidentes.

Mientras imaginábamos con mis amigos en el espacio virtual un frustrado paseo por las recatadas calles hayenses y, en especial, bajo la magnífica arboleda de la avenida Lange Voorhout, donde comprábamos conitos de patat con salsas deliciosas, “Pepe” Costa lanzó su pensamiento hecho palabra. El profe sentenció: “La libertad de prensa, derivación y componente de la libertad de expresión, es esencial para la vida democrática. Es un absurdo imaginar una sociedad en libertad, en un Estado democrático de derecho, con plena vigencia de los derechos humanos sin libertad de prensa, sin libertad de expresión, sin acceso a la información pública”.

Desde la también confinada Madrid, Javier, académico en la Universidad Complutense (UCM) de la capital española y presidente del Instituto de Periodismo Preventivo y Análisis Internacional (IPPAI), no solo acordó, sino que enfatizó en que “la libertad de expresión no es un bien prescindible y, mucho más, en tiempos de crisis como el que estamos viviendo desde hace semanas”. Percibí que Mauricio, desde Santiago, quería terciar. “Es verdad, Javier –apuró “Pepe”–, en estos tiempos de incertidumbre, de emergencia sanitaria, estos derechos, estos valores, tienen mayor significación porque pueden contribuir a que el ciudadano ejercite su derecho a ser informado, su derecho a indagar y escudriñar sobre la gestión de las autoridades, su derecho a informarse y a formarse una opinión con el más amplio acceso a la información”.

La voz transandina logró filtrarse para sumar al debate. “La libertad de expresión es la base de toda democracia”, señaló Weibel Barahona, periodista de investigación, presidente de la Unión Sudamericana de Corresponsales (UNAC), autor de varios libros que lideran ventas, y añadió que “a través de su ejercicio no solo es posible demandar los demás derechos humanos, sino que con su ejercicio en plenitud nos construimos y constituimos como ciudadanos y ciudadanas con libertad e identidad”. El encuentro crecía en vehemencia. En algún bar de La Haya hubiese sido el momento ideal para ordenar un par de porciones de bitterballen (albóndigas fritas con mostaza) con algunas bokbier. “¡Acuerdo! Es preciso estar atentos en estos tiempos de pandemia porque algunas voces pueden intentar anular esa libertad en nombre de otros bienes superiores, pero… joder hombre, no hay nada superior a ella”, enfatizó Javier. “¡Eso!”, expresó “Pepe” y agregó en claro tono doctoral: “El deber ser de la prensa y de los periodistas supone en estos tiempos un particular esmero para dar voz a los que no la tienen y, por otro lado, para impulsar un periodismo de calidad que contrarreste las oleadas de desinformación y manipulación que surgen en todas partes. Claramente digo que el periodismo ético es vital para una sociedad plena y ampliamente informada”.

Una vez más intenté decir sin éxito. “Coincido. Lo nuestro en la libertad y debemos consolidarla y defenderla. Como periodistas y ciudadanos. Por esa razón es necesario apoyar un periodismo social y editorialmente responsable. Hoy –ejemplificó Mauricio– es muy relevante que el periodismo investigue las violaciones a los derechos humanos”. Terció Bernabé Fraguas. “La sociedad internacional debe comprender que uno de los peligros que acechan la libertad de prensa es la mentira. Orquestada en grupo o individualmente, planificada o improvisada, difundida desde el anonimato en las redes o por partidos políticos inescrupulosos. Para que no haya confundidos: la libertad de expresión nunca otorga la libertad de mentir”.

Los amigos se dieron descanso. Mi momento era ese. “La libertad de expresión es un derecho de todos. No ha sido, no es ni lo será jamás solo para nosotros, periodistas y comunicadores. Es un derecho de la sociedad civil. Más aún en tiempos de multiplataformas y redes con todos los riesgos que implican. Incluso el de alejarnos de las calles cuando la más recomendable práctica profesional es la de hacer periodismo en, de y desde las sociedades que reportamos”. Los 40 minutos de Zoom gratuitos se agotaron. Nos despedimos con deseos de más. Quedó conmigo una exhortación de Javier: “Cuidar la libertad de expresión, la libertad de prensa, es cuidarnos como sociedad. No hacerlo es decadente y de la decadencia es muy difícil salir”.

Javier Bernabé Fraguas: “#FakeNews la libertad de expresión nunca ha otorgado la libertad de mentir”.
Pepe Costa: “No se puede pensar en una sociedad libre y democrática sin libertad de prensa, sin libertad de expresión, sin acceso a la información pública”.
Mauricio Weibel Barahona: “Tenemos la obligación de defender la libertad de prensa y apoyar un periodismo social, editorialmente responsable”.

UNA TRÁGICA ESTADÍSTICA

El suspendido encuentro en La Haya se reprogramó, en esa misma ciudad, entre el 18 y 20 de octubre venideros. Dos efemérides –el Día Mundial de la Libertad de Prensa y el Día Internacional contra la Impunidad en los Crímenes contra Periodistas– serán motivos para el cónclave. La trágica estadística que desde muchos años da cuenta la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) reporta que en los primeros tres meses de este año, 10 periodistas y 1 colaborador fueron asesinados; 232 periodistas, 115 periodistas ciudadanos y 14 colaboradores se encuentran encarcelados (https://rsf. org/es/barometro). Ahmad Abdelsamad y Safaa Ghali (10/01/2020), y Youssef Satar (20/01/2020) fueron muertos en Irak. Alex Ogbu (21/01/2020), en Paquistán. Abdulwali Ali Hassan “Online” (16/02/2020), en Somalia. Amjad Aktalati (05/02/2020) y Abdel Nasser Haj Hamdan (20/02/2020), en Siria. María Elena Ferral Hernández (30/03/2020) y Víctor Fernando Álvarez Chávez, en México.

En el caso de este último colega, el reporte precisa que “desapareció el 1 de abril del 2020 en Acapulco. La policía informó que había encontrado la cabeza del periodista. El 11 de abril del 2020, la Fiscalía General del Estado confirmó que el reportero había sido asesinado” y que los restos hallados correspondían a su cuerpo. En Paraguay, el martes pasado, los colegas periodistas Jorge Torres y Clari Arias denunciaron que son víctimas de espionaje e invasión de su privacidad. Esos delitos fueron verificados. La libertad de prensa amenazada. La seguridad de los periodistas, también.

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