- Foto: NADIA MONGES
La Semana Santa que vive su momento culminante hoy en esta Pascua, en la que las campanas y oraciones suenan más a ruego y esperanza más que a festejo y alegría, puede ser considerada atípica y única.
En el Vaticano, el inicio de la Semana Santa, el Domingo de Ramos, empezó sin ramos ni feligreses. El papa Francisco ofició la liturgia en la Basílica principal prácticamente vacía, y en la Plaza de San Pedro, una imagen extraña: un minúsculo grupo de personas, separadas por metros unas de otras, en contraste con la tradicional postal de miles de fieles de todo el mundo que se reúnen allí cada año, para celebrar el inicio de la semana más importante de la cristiandad. Igual, el Vía Crucis, en el pequeño espacio de la plaza, lejos de aquella ceremonia en el Coliseo Romano, seguido por miles de fieles cada año.
Según historiadores religiosos, ni durante las guerras mundiales hubo un vacío tal en estas fechas. Esa soledad elíptica fue una suerte de síntesis de cómo se vivió la Semana Santa alrededor del mundo.
En Jerusalén, la Ciudad Santa, la mayor parte de los lugares emblemáticos permaneció cerrado. Las coloridas celebraciones en México, las multitudinarias procesiones en España, los eventos religiosos más emblemáticos alrededor del mundo fueron reemplazos por calles vacías y transmisiones religiosas por internet. La Pascua judía también se desarrolla en soledad y evitando los encuentros multitudinarios. El silencio reina en el mundo.
En nuestro país, el Ára Guasu, la Semana Santa tradicional paraguaya, que no solo convoca a vivir la religiosidad, sino también a celebrar la comunión familiar con la fabricación de la chipa en torno al tatakua se desvaneció entre la psicosis y el temor a un brote masivo de casos de la COVID-19, a causa de la movilización de gente hacia zonas del interior.
“Cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total, la situación más ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo”, dijo Francisco en parte de su mensaje en una iglesia vacía, en el inicio de una Semana Santa que quedará para la historia, en la que Dios estuvo de cuarentena.