“¿Preferirías amar más; y, en consecuencia, sufrir más; o amar menos, y así sufrir menos? Supongo que esa es, al final, la única verdadera pregunta”.

“La única historia”, de Julian Barnes Con una frase tan trillada como esa, te esperás otra clase de libro, algo un poco más cursi. Pero a las pocas páginas, te das de frente con la prosa de Julian Barnes: despojada y limpia, perfecta para contar el tipo de historias que le gustan a él: las trilladas, las de la gente común. Y recordar que si cada persona es un mundo, cada pareja son dos planetas tratando de girar el uno alrededor del otro sin colisionar.

Es la década de 1960. Paul, de 19 años, vuelve de la universidad a pasar las vacaciones de verano en la casa de sus padres en Surrey. En el club le toca jugar al tenis en dobles con una señora de 48, Susan, infelizmente casada con un hombre violento y bebedor, con dos hijas mayores que Paul, en la universidad y lejos ambas. Susan no maneja, así que a Paul le toca el rol no solo de compañero de tenis sino de chofer. Por alguna de esas extrañas combinaciones de la química y la psicología, Paul y Susan se enamoran. Como el mismo dice, todo hubiera sido perfecto si fuesen franceses. O experimentados.

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Pero no lo son. Y en vez de protagonizar la versión británica de “El Graduado”, o un tórrido romance de verano donde la sexy señora mayor seduce al chico, le enseña un par de cosas en la cama y lo suelta al mundo para que sea mejor amante, o al menos tenga algo que contarle a sus amigos en el pub, Susan deja a su marido, y se muda a Londres con Paul. La relación dura más de diez años de convivencia, y varios años más en los cuales, de alguna forma, están el uno en la vida del otro. No es la diferencia de edad lo que los separa, sino las heridas que el maltrato y la convivencia con un abusador dejaron en Susan. Empieza a beber, demasiado. Con los años, su alcoholismo cada vez más grave se transforma en una demencia degenerativa donde casi pierde el contacto con la realidad.

Paul, tan joven, vive en una época donde nadie hablaba de la “codependencia” entre un adicto y su pareja. Y si a eso le agregás que la adicción de Susan ya es de por sí codependiente de la de su ex marido, bueno, la cosa es bastante compleja. Contada desde la óptica de Paul, es conmovedora su forma de ver la situación: él no sabe que está tan enredados como ella en su problema, que el también necesita ayuda, el solo entiende que la quiere, y que es responsable de ella por eso. Casi nunca habla de sentir pena por ella, solo desesperación, impotencia, lo obvio. Después de todo, ¿cómo dejarla, si es la única persona a quien amó? Cuando finalmente Susan debe ser internada en una institución –porque así se trataban esas cosas entonces– Paul no logra olvidar ese “error de juventud”, ese gran amor que marcará su vida. No solo su primer amor, sino el más importante. Su única historia.

“No lo olvides nunca: todo el mundo tiene su historia de amor.Puede haber sido un fiasco o no. Puede haberse quedado en agua de borrajas, hasta puede ser que nunca haya existido; pero no por eso es menos real… La mayoría de nosotros tiene solo una historia que contar. No quiero decir que es lo único que nos sucede en la vida: no, hay miles de eventos, que convertimos en miles de historias. Pero solo hay una que importa, una sola que vale la pena contar. Esa es la única historia”.

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