En momentos como los que vivimos, a veces vale la pena “escapar” y refugiarse en los recuerdos de la felicidad sencilla de una vida en la que los vecinos compartían su amistad y la vida transitaba lenta y dulcemente.

A veces las "guerras invisibles" nos llevan a refugiarnos en el pasado, que dicen que siempre fue mejor, yo no lo sé. Permítanme ir un rato "al bosque" ¿Pero a cuál? A ese imaginario que se llama "libertad",ahí de donde venimos todos, nuestro propio origen, el único que nos queda. Hoy "vuelvo al barrio y estoy contento de verdad, parafraseando al músico Birabent . Me gustaría tararear parte de esa música, tal vez los que tengan más de cuarenta querrían hacerlo conmigo: "Yo vivía en un bosque muy contento, caminaba, caminaba sin cesar. Las mañanas y las tardes eran mías, Y a la noche me tiraba a descansar". "Pero un día vino el hombre con sus jaulas, Me encerró y me llevó a la ciudad. En el circo me enseñaron las piruetas y yo así perdí mi amada libertad".

Hoy, yo vuelvo a ese viejo barrio, refugiado imaginariamente en la cuadra donde nací, ahí tal vez en ese "bosque encantado" en el corazón de esa vieja manzana podría soñar un rato, en el fondo de los patios de esas viejas casas con olor a pasado donde podríamos "encontrarnos a nosotros mismos por lo menos soñando".

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"El viejo espacio común de las vetustas murallas Ahí los vecinos compartían y se autoabastecían por las "vetustas murallas", alguna rica sopa paraguaya de doña Lelia Gorostiaga o mangos, aguacates y uvas de la enorme parralera de mi abuela, o huevos del "centenario gallinero" de los Cálcena Lovera que todavía estaba ahí en pleno centro a mediados de los años 70 o las composturas de don Agustín que mantenía eternos muchos zapatos, hasta algunos de la época de la revolución del 47; o la modista "Turri" que arreglaba las ropas o las ricas empanaditas de carne de doña Chingola de Martínez (familia experta en el rubro sobre la calle Alberdi), o las chirimoyas de doña Casimira.

Ahí, en el corazón de la manzana estaba todo lo que se necesitaba para vivir una lenta pero apacible comunidad de los años 70 en Asunción. La música y la “vieja moderna manzana”. Mientras sigo tarareando, refugiado por un momento en la popular música de Birabent o en una “vieja moderna manzana” de Edith Jiménez, tratando de rescatar “dibujando-soñando” cómo era ese lugar al que hoy sólo ya puedo recordar y al que cada uno debería volver,escapando por un rato “de esta guerra invisible” de la que sólo se puede “sobrevivir soñando” y cantando: “Ahora piso yo el suelo de mi bosque, otra vez el verde de la libertad. Estoy viejo, pero las tardes son mías, Vuelvo al bosque, Y estoy contento de verdad, la la la la.” (“El Oso”, Mauricio Birabent).

“La vieja moderna manzana”. “La llama”. Edith Jiménez, Asunción, 1977. Colección: R. Moreno Azorero.

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