Un recuerdo especial de los médicos, sanatorios y farmacias de los diferentes barrios de la Asunción de ayer. Como un homenaje a tantos hombres y mujeres que desde sus tareas diarias velan por la salud de todos.

A veces todos los caminos conducen a hablar de algún barrio. Y encontrarme con el libro “Historia de la medi­cina en el Paraguay”, una joya aportada a nuestro imagina­rio por el Dr. Alfredo Boccia Romañach y su hijo Alfredo “Mengo” Boccia Paz, y edi­tado por Vidalia Sánchez, me llevó ineludiblemente a recordar a aquellos médicos de barrio, farmacéuticos y “yo no sé por qué” (parafra­seando al poeta y médico Del­for Boggino) a los “sanatorios de mi barrio y sus alrededo­res” que hoy ya no están. En estos días me encontré en la calle, a “un metro de distan­cia” por las recomendaciones de Salud Pública, con Leila Rachid y Juanchi Giangreco. Por supuesto, hablamos los tres del tema ineludible del momento en esta “ciudad en cuarentena”, recordándoles esta página.

Por supuesto, me vino a la mente cada uno de los médicos y farmacéuticos de antes; Leila recordó la zona de la farmacia El Líbano. Juanchi trajo a la memoria la zona de la legendaria Farma­cia Paraná del señor Ventre y, por supuesto, de su recordado padre, el Dr. Victorino Gian­greco. Pero volviendo a esta “ensalada rusa de barrios” que es esta página, me vinieron “in mente” esos sanatorios que por alguna razón deja­ron de serlo ahí en los alre­dedores de mi ex barrio: Cruz Blanca, de Ygatimí y Ayolas; el Policlínico San Antonio, de Cuarta y Yegros; el Sana­torio Moderno, ahí sobre la calle Ana Díaz; el Salem, del Dr. Dagogliano, sobre Colón, en el antiguamente llamado barrio Ciudad Alta; el Leri­che, en la zona del Mercado Cuatro, o el Sanatorio Mayo en el barrio San Roque.

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Los médicos Juan S. Netto y Rodolfo Galeano. Asunción c. 1950 (Foto tapa del libro “Historia de la medicina en el Paraguay”, de Alfredo Boccia Romañach y Alfredo Boccia Paz). Editorial Servilibro, Asunción 2011.

A veces las ausencias son pre­sencias, por ello le recuerdo al Dr. Juan Bellassai de la vieja Clínica Amambay, de la calle Alberdi; al Dr. Juan Cattoni, de la calle Eligio Ayala; al Dr. Reinaldo Contini, de Cuarta y Alberdi; al Dr. Puerta, de la calle Tercera; al Dr. Orte­llado, de la calle Segunda casi 14 de Mayo; a Pío Wal­der; a uno de los primeros otorrinos de Asunción, el Dr. Franco Torres, y, por su puesto, a mi pediatra, el doc­tor Migliore, quien me aten­día con tanto cariño ahí en su “moderna casa” de Sajo­nia, en esa esquina frente al estadio Defensores del Chaco.

Los recuerdos van y vienen y yo sigo “caminando” men­talmente de un lado a otro por el libro de los Boccia y me detengo por un momento en un relato del Dr. Enrique Estaque que ellos citan del libro “El último Supremo”, de Bernardo Neri Farina, que decía: “Éramos alumnos del sexto curso. Aquella noche, con Mariano Borda, nos hallá­bamos en la guardia del doc­tor Víctor I. Franco, en los Primeros Auxilios, en la calle Herrera entre Tacuarí y Esta­dos Unidos. Como a las diez de la noche recibimos un cuerpo exangüe, sin signos vitales. Era el cuerpo de Roberto L. Petit, quien fuera asesinado en 1954”. Tratando de “atrapar algún otro recuerdo perdido” de la ciudad, acompañado imagina­riamente “a un metro de dis­tancia” por mis amigos Leila y Juanchi, me despido hasta el próximo domingo desde otro rincón de algún barrio de la “Vieja Asunción”.

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