Se expandió en varios países en apenas meses, colapsó el sistema financiero mundial y dejó el pánico en millones de personas. Muy lejos de ser una guerra –a la que el mundo miraba como algo inminente allá por diciembre del 2019 con Estados Unidos e Irán como protagonistas–, lo que vino a sucumbir las estructuras estatales de países ricos y no tan ricos no fue una confrontación bélica, sino una gripe. Un virus o como se lo conoce mundialmente ahora: el COVID-19, o, mejor, coronavirus. Apenas dos meses después de aquella primera muerte confirmada en Wuhan, China, el 11 de enero de este año, a causa de este virus, el mundo hoy cambió completamente: países enteros en cuarentena, fronteras cerradas, lugares turísticos sin turistas, finanzas caídas. El miedo a algo desconocido paralizó todo.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la definición técnica del COVID-19 no parece muy complicada. La define como enferme­dad causada por el corona­virus –una familia de virus que puede causar enferme­dades en animales y huma­nos, que ataca el síndrome respiratorio– y que fue detectada recientemente. En este caso, la cuestión es doble. Tanto el virus como la propia enfermedad fue­ron descubiertos o detec­tados por las autoridades mundiales de salud des­pués del brote que se tuvo en Wuhan (China) en diciem­bre del 2019.

TODAVÍA UN MISTERIO

Tanto la OMS como la Orga­nización Panamericana de la Salud (OPS) coinciden en señalar que hasta ahora no se ha podido determinar cuál ha sido el origen de este virus. Más allá de histerias paranoicas que dieron pie a historias de conspiración como, por ejemplo, que se trata de un virus creado por el ser humano para ser usado como un arma bioló­gica, lo concreto es que no hay algo certero. La men­cionada hipótesis, que no resiste ningún análisis, igual generó una reacción de médicos científicos que trabajan en obtener la infor­mación precisa sobre la apa­rición de este virus.

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“Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías de conspiración que sugieren que el COVID-19 no tiene un origen natural”, escri­bieron 27 médicos científi­cos en un artículo firmado y publicado en la afamada revista médica The Lancet. En el comunicado, los médi­cos dejan un dato revelador, de todos modos: afirman que es abrumadora la cantidad de indicios que se tiene para afirmar que el coronavirus, que dio origen al COVID-19, nació de la vida silvestre. Es decir, se originó en animales.

Por supuesto que algunos líde­res políticos rápidamente se sumaron a la ola de las especu­laciones y lanzaron declara­ciones que estaban muy lejos de traer calma o alguna cer­teza a la población. Por ejem­plo, el senador estadounidense Tom Cotton, de Arkansas, ya en febrero pasado decía muy suelto de cuerpo que el virus no comenzó en Wuhan. “No tenemos evidencia de que esta enfermedad se haya ori­ginado en esa ciudad… Pero al menos tenemos que hacer la pregunta”, dijo Cotton en conferencia.

Alguna esperanza se tuvo recientemente cuando se informó que los médicos de Wuhan pudieron dar con el que creen fue la primera persona que se infectó con el COVID-19 en dicha ciudad. Así señala un despacho del diario La Vanguardia, que menciona como fuente al medio South China Mor­ning Post. No obstante, esta información no había sido confirmada todavía por el gobierno chino, que se ha caracterizado por tener una línea muy dura con respecto a las informaciones relacio­nadas a este problema sani­tario que afectó a China.

¿CÓMO TRABAJA ESTE VIRUS?

De lo que pudieron encon­trar los médicos y cientí­ficos, este virus encuen­tra mayor estabilidad en las temperaturas bajas. Es decir, el frío le viene per­fecto para estar más tiempo “vivo” en el ambiente. Aun­que el contagio siempre sigue siendo el contacto directo, los expertos ase­guran que ante las eviden­cias encontradas, el frío o las bajas temperaturas se han convertido en un aliado importante para el contagio masivo.

De hecho, los países en donde se reportan los mayo­res casos son o tienen bajas temperaturas. El caso, por citar el de mayor número de infectados en Europa, que es Italia, donde las tempe­raturas a esta altura del año se mantienen bajas, ha sido uno de los elementos que ayudaron a la propagación del virus a un nivel insos­pechado. Este país superó la línea de los 1.000 muertos y la vida de los italianos, en las últimas dos semanas, ha sido un infierno encerrado.

Médicos de la OMS, por su parte, aseguran que la principal forma de evitar al virus es no tener aglomeración de personas. El contacto directo entre la gente. Los besos, el pasarse la mano sin haberse lavado antes. Cosas higiénicas que parecen mínimas, pero que hacen la diferencia a la hora de encontrarle la vuelta a este caos mundial.

EL PRIMER MUERTO EN 12 DÍAS Y LA DEBACLE

Los reportes de las autori­dades de salud de Wuhan indicaron que el 31 de diciembre del 2019, cuando todo el mundo esperaba con esperanzas y expectativas el 2020 y miraba con pre­ocupación lo que ocurría entre Irán y Estados Uni­dos, cuyos líderes práctica­mente se agredían pública­mente, los primeros casos de neumonía, cuyos oríge­nes eran desconocidos para los médicos, eran ingresa­dos al servicio de reportes de la OMS.

Apenas seis días después, China anunció que estos casos de neumonía no correspondían al síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) ni al sín­drome respiratorio agudo severo (SRAS), dos de los tipos conocidos con las características que presen­taban los pacientes. Al día siguiente, las autoridades de China confirmaron que habían identificado el virus como un nuevo coronavi­rus. Entonces, el mundo todavía no estaba al pen­diente de este caso.

Finalmente el 11 de enero, la Comisión de Salud Muni­cipal de Wuhan reconoció que se registró la primera muerte provocada por el virus. Un hombre de 61 años que estuvo expuesto en el mercado de mariscos de la ciudad, que rápidamente fue clausurado. La persona falleció el 9 de enero a raíz de una neumonía severa.

Para el 26 de enero ya se registraron 2.700 casos confirmados en China y 50 en otras partes del mundo. Para entonces ya se conta­bilizaron 80 muertos, todos en China. El gobierno chino construyó entonces un hos­pital especial con 1.000 camas y lo terminó en diez días, exclusivamente para atender a los infectados por el virus.

Apenas dos meses después de aquella primera muerte con­firmada en Wuhan, el mundo cambió completamente. Hoy, en 124 países ya hay reportes de gente afectada. Con más de 5.300 muer­tes –que van en aumento– y cientos de miles de perso­nas infectadas por el virus, las naciones han tenido que rever sus formas y sus tiempos. La OMS declaró la situación como pandemia –la última fue con el brote de la gripe A H1N1–. Se han tenido que cerrar fronteras, evitar el saludo con las manos o los besos en la mejilla, dejar los abrazos de lado. Por ahora parece ser la única forma de una protección personal segura.

PARAGUAY Y SU REACCIÓN

Un tuit del ministro de salud Julio Mazzoleni el pasado 7 de marzo, a las 14:22, dinamitó el ambiente en nuestro país: confirmó la presencia del primer caso positivo de COVID- 19 en Paraguay. Pidió ade­más a la gente mantener la calma y aseguró que se iban a tomar las medidas sanita­rias necesarias.

La noticia rápidamente se replicó en todos los medios y las redes sociales se vol­vieron un hervidero. Sin embargo, muchos actores sociales y políticos conside­ran que la medida adoptada por el Gobierno paraguayo posterior a esta declaración fue la más acertada, aten­diendo nuestra situación.

Si bien hasta este último viernes Paraguay no ha registrado muertes por este virus, las autoridades men­cionan que hay 7 infectados con casos positivos y más de 100 bajo observación. De esta cantidad, al menos 20 son sospechosos de tener la enfermedad.

Tres días después de confir­mado el primer caso, el Gobierno anun­ció su primer paquete de medidas. La idea fue siem­pre evitar la aglomeración de personas, por lo que el Gobierno, con el presidente Mario Abdo Benítez al mando, decidió suspender todas las actividades acadé­micas, deportivas y de orden privado que puedan aglu­tinar gente por un período de 15 días.

Algunos la consideran una medida exagerada, pero lo que ha mostrado el mundo con respecto a este virus parece estar a favor de lo que hizo el Gobierno.

La vida de los paraguayos también ha cambiado en este sentido, al menos de aquellos que viven en la ciudad. Por los próximos días tendrán que acostum­brarse a los bares cerrados, a la poca gente en la urbe de Asunción, al poco movi­miento característico de un domingo de tarde en pleno centro capitalino.

En principio, aquel pano­rama de psicosis colectiva parecía que iba a ganar los ánimos de la gente –con las compras compulsivas en los supermercados, las peleas en los ómnibus–, sin embargo quedó en eso. En lo que parecía iba a ocu­rrir, al final, a pesar de que Dinatran no haya cum­plido con el 100% de con­trol en las rutas para evitar que pasajeros vayan para­dos en los buses –una de las medidas que se toma­ron dentro de este esquema de cuidados–, entre el jue­ves y viernes los trabaja­dores que circularon al menos por Asunción y Área Metropolitana ya no gene­raron mayores problemas.

DESANGRE MUNDIAL

El coronavirus no sola­mente ocasiona la muerte de seres humanos, sino que también hiere gravemente a actividades económicas. El turismo es uno de los secto­res que se vieron más afec­tados por este caso. Para el Fondo Monetario Interna­cional (FMI), el impacto de la pandemia tendrá un pico sustancial sobre la actividad económica mun­dial. Por de pronto, es difí­cil sacar cálculos en núme­ros de todo lo que se podría perder en actividades que están totalmente paradas como las de hotelería, res­taurantes, etc.

Sin embargo, está un sector muy grande de la población mundial que posiblemente escapa de estos guarismos que instituciones como el FMI monitorea. Están los trabajadores y las trabaja­doras de a pie. Aquella gente que vive el día a día. En nues­tro país, los vendedores ambulantes. La gente que depende de eventos socia­les, culturales o deportivos para llevar el pan a sus casas.

Se habla en números de miles de puestos de trabajo que se perderán, por ejem­plo, en el sector de la avia­ción, de los aeropuertos. Mucha gente que depende de estas actividades ahora mismo ni siquiera deben acercarse a sus puestos de trabajo.

UNA NUEVA MIRADA A LAS COSAS

El mundo definitivamente es otro a partir de esta pan­demia, sobre todo por los coletazos que van a quedar en lo económico. La Unión Europea ya anunció un préstamo de 25 mil millo­nes de dólares para que sus países miembros puedan hacer frente al problema. En otras regiones del mundo también están viendo qué tipo de movimientos eco­nómicos hacer para evitar el contagio y retomar la vida normal que se tenía.

En China ahora se abre una pequeña luz de esperanza. Las autoridades sanitarias ya decidieron cerrar varios hospitales provisorios que habían armado y cada día se reportan menos cantidad de infectados. Pero tuvieron que tomar medidas extre­mas para lograr este resul­tado. Aunque todavía falta para decir que la situación está controlada.

Mientras tanto, nuestro país parece haber acertado en las medidas preventivas. Vere­mos cómo se comportan las autoridades con lo que tene­mos ahora y principalmente con lo que se va a venir des­pués de todo esto. Cuando el apretón de manos sea de nuevo el saludo normal.

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