- Fotos: Fernando Riveros
Harold Von Schocher vivió durante 40 años solo y en medio de la selva del cerro Ybytyruzú, en el departamento del Guairá. Hoy, con 91 años, este hombre habla con Augusto Dos Santos en una nueva entrega de Expresso, del canal GEN. Von Schocher cuenta cómo hizo para vivir tantos años utilizando solamente los recursos de la naturaleza. Menciona los vínculos que fue creando con la fauna del cerro a lo largo de tantos años y deja un duro mensaje sobre la depredación de nuestra naturaleza: “Va a ir de mal en peor”.
–Augusto Dos Santos (ADS): ¿Hace cuánto tiempo llegó su familia al Paraguay?
–En el año 1932, en diciembre de ese año. Yo tenía cuatro años entonces.
–ADS: ¿Y cómo fue esa travesía de Austria hasta Paraguay?
–Recuerdo poco.
–ADS: ¿En qué zona se afincaron sus padres?
–En la zona de Villarrica, en Cañada, Tape Ka’aguy.
–ADS: ¿A qué se dedicaban ellos?
–A la ganadería y agricultura. Mi padre también actuaba como médico rural. Le ayudaba a los campesinos para atender la salud.
–ADS: ¿Cuántos hermanos eran ustedes?
–Somos dos hermanos.
–ADS: ¿Se fue a la escuela por acá?
–No, la verdad no fui a la escuela.
–ADS: ¿Cuántos idiomas habla?
–Fluidamente hablo el castellano, guaraní, portugués y un poco de inglés.
–ADS: Y el alemán...
–Por supuesto.
–ADS: ¿Esos idiomas los aprendió en la casa?
–Sí, y también después de conocer y recorrer otros lugares. Por ejemplo, así aprendí el idioma de los alemanes del sur, el idioma de los menonitas, que también es diferente. Es parecido al inglés y eso también aprendí.
–ADS: ¿Cómo fue su juventud, su adolescencia por acá, trabajó en el campo?
–Y sí, arreando los animales. Cultivando la tierra también.
–ADS: Usted decide vivir solo y eso fue hace 40 años. ¿Cómo fue ese proceso?
–Yo trabajaba como mecánico, primero en la azucarera y luego me fui a Asunción. Luego me tocaron unas vacaciones y conocí a unos alemanes que vivían en un cerro, entonces yo también quería vivir así cuando vi cómo vivían. Me gustó demasiado la vida de ellos.
–ADS: ¿Y qué hacían los alemanes en el cerro?
–Para subsistir, digamos, plantaban piñas y vendían en Villarrica.
–ADS: Entonces cuando sube al cerro, dice este es un buen lugar para quedarme a vivir toda la vida. ¿Usted ya tenía pareja en ese entonces?, ¿ya tenía hijos?
–Bueno, la primera vez no. Pero la segunda vez que fui de vacaciones ya había metido la pata y me casé (risas).
–ADS: Se casó en Asunción. ¿Habrá sido en los 40 o 50 y luego volvió a Villarrica?
–Sí, habrá sido en esos tiempos.
–ADS: ¿Cuándo fue que usted dice “voy a alejarme de la ciudad y voy a instalarme en el cerro”?
–La verdad que fue siempre mi sueño dorado y finalmente tuve la energía para concretarlo.
–ADS: ¿Recuerda cómo fue ese día?
–Bueno, primero yo hice una especie de cabaña de ramas y hojas. Así como hacen los indígenas. Así viví un tiempo.
–ADS: ¿Cómo fueron sus días en ese entonces, ya que estuvo 40 años allí?
–Más o menos. Yo regularmente solía visitar a mi gente, a mi familia. Yo trabajé también más o menos, 7 años en la compañía Robison, que hizo el asfaltado.
–ADS: Quiero que me cuente cómo era su vida en el cerro.
–Primero fue una casa de ramas y hojas. Después construí una casita de tablillas. A veces tomaba mate y también tereré. Llegué a plantar mandioca, maíz, poroto para mi consumo. Como no era tan aficionado a la carne, no tenía problemas y me manejaba con eso.
–ADS: ¿Luego cómo seguía? ¿Qué hace una persona que está sola todo el tiempo en un lugar así, usted tenía algún tipo de religión?
–Yo me había asociado con los Testigos de Jehová y había aprendido mucho de ellos. Pero no solía orar tanto en el cerro.
–ADS: Estamos hablando de más de 40 años. ¿Qué hacía en una situación de enfermedad, de alguna dolencia, en el monte?
–Y últimamente me atacó el reumatismo y una vez la ciática, casi estuve paralizado. Y entonces volví porque ya no podía más ni caminar. Me traté un poco y cuando pude caminar, de vuelta fui al cerro. Mi esposa que es médica me preguntó con qué me traté y le dije con baño fluido y mate caliente (risas). Ahh sí, dijo, y entonces me dio pastillas. Pero eso tenía un efecto inmediato, aunque de corta duración. Lo que más me servía porque duraba más el efecto era el cogollo del pyno guasu.
–ADS: ¿Y cómo preparaba eso?
–Yo tomaba el pyno guasu con el mate caliente. Que crece como un arbusto.
–ADS: Entonces usted aprendió a incluir todas las cosas de la naturaleza también en su vida. ¿No cazaba en esa zona?
–Dejé después porque ya no había nada que cazar.
–ADS: ¿En algún momento se sintió en peligro? Imagino que había bestias, víboras.
–Sí, por momentos, pero con la víbora yo vivía en paz. Sé una oración contra las víboras.
–ADS: ¿Y eso le ayudó en ocasiones?
–Con solo decir esa oración ya era suficiente. Una vez cuando venía del riacho y vi que alguien se metió en mi rancho a robar, bueno, eso pensé, pero no era nada. Entonces después ya agarré y levanté una cascabel que estaba dormida cerca y le tenía en una especie de balde, le puse cerca de mi rancho y de noche ella salía casi a patrullar mi rancho, salía a olfatear por todos lados.
–ADS: Usted aprendió a convivir con las serpientes cuando que mucha gente le tiene terror.
–Yo nunca le tuvo ese terror.
–ADS: ¿Y otro tipo de bestias, como jaguarete o algo así, nunca le apareció?
–Nunca.
–ADS: ¿Qué mayormente se cocinaba, qué comía?
–Maíz con banana, se come como polenta.
–ADS: ¿En algún momento recibía visitas?
–Sí, solía recibir a la gente.
–ADS: ¿Qué es lo que le hizo vivir bien en la soledad?
–No sé, difícil es decir, pero me sentía bien así.
–ADS: Si tuviera que enseñarle hoy a toda la gente que vive hiperconectada, comunicada, el valor de la soledad, ¿qué podría decir?
–Y nada, no sé, yo me sentía feliz estando solo.
–ADS: Pasaron muchas cosas en esos 40 años que estuviste en ese lugar. ¿Nunca te molestó lo que pasaba afuera?
–Nunca.
–ADS: Pero sabías lo que pasaba, ¿no?
–Sí, solía escuchar la radio. Pero generalmente escuchaba los informes de radios europeas, como la radio la Voz de Alemania, la BBC y otra. La BBC transmitía en español. Tenía una locutora que se llama Andrea Machaín. Recuerdo que ella dijo una vez, cuando fue el 14 de mayo, esta es una fecha muy especial para el Paraguay y también para mí, porque yo soy paraguaya.
–ADS: ¿Qué programa de radio escuchaba?
–Y principalmente aquellos que transmitían mensajes de felicidad, eso me hacía bien.
–ADS: Un día, usted decide retornar a la ciudad digamos, ¿por qué vuelve a vivir a Villarrica?
–Y no sé bien por qué, pero podría decir que principalmente es porque yo antes iba caminando a Villarrica y luego volvía al monte y ahora ya no puedo.
–ADS: ¿Cuántos kilómetros caminaba?
–Y desde aquí hasta mi paraje son unos 31 kilómetros.
–ADS: ¿Luego de que su caso se diera a conocer, mucha gente curiosa fue al lugar a tratar de encontrarlo?
–Sí, venían. Un alemán de la colonia compró un terreno cerca de donde estoy para tener sus vacas ahí. Una vez, uno de sus empleados llegó y me dijo: “Acá viene un grupo de turistas alemanes” y era una seguidilla de viejos y viejas (risas)”.
–ADS: ¿Querían conversar con usted?
–Y supongo. Recuerdo que uno de ellos, un grandote, dijo “es celestial la calma que se tiene aquí”.
–ADS: ¿Le gustaría volver a ese sitio?
–Y ahora ya es historia. Es tiempo pasado.
–ADS: ¿Tenía necesidad de hablar, hablaba solo?, ¿sentía esa necesidad?
–Cuando tenía gatos sí, hablaba con ellos. Tenía uno o dos y solía hablar con ellos, de vez en cuando.
–ADS: Si usted fuera joven de nuevo, ¿volvería a ir al cerro?
–No sé, cada edad tiene su propio encanto.
–ADS: ¿Qué mensaje querría dar hoy?
–Es inútil dar mensajes. Cada uno es libre y finalmente hace lo que quiere. Por ejemplo, actualmente todos los jóvenes viven sepultados en su celular y no tienen ojo para ver lo que hay a su alrededor.
–ADS: ¿Nunca le interesó la política ni esas cosas?
–La política es para los haraganes.
–ADS: ¿Le preocupa el hecho de que la naturaleza se está deteriorando?
–Y no puedo decir nada. Eso no se puede atajar. Va a ir de mal en peor.