El domingo pasado empezaba la historia con una vieja postal de 1904, hoy la segunda parte prometida, la historia de Marilé dos Santos y Omar Ubierna.

El principio de esta novelesca historia ocurre en 1972, en Bariloche, cuando un grupo de compañeras realiza un viaje de fin de curso de la secundaria, entre ellas Marilé dos Santos Regojo, una teresiana y asuncena que, debido a que sufrió la caída de unos patines, terminó siendo auxiliada por la persona con la que se casaría 40 años después gracias a las redes sociales.

Prefiero poner hoy en “punto muerto” y escuchar la historia relatada magníficamente por el protagonista, el periodista argentino Omar Ubierna. Pero antes tengo que contar que mi amistad con Marilé desde hace décadas permitió que yo me haya enterado de esta historia y la existencia de Omar a quien nunca más pudo volver a encontrar, hasta el 2011, por el “milagro de la tecnología”.

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Cuenta Omar Ubierna cómo se conocieron: “Estaba en una pista de patinaje sobre hielo y atrajo mi curiosidad alguien que allí estaba, alternando intentos de patinaje con porrazos y caídas al suelo”. “Fue precisamente por su falta de conocimientos en la práctica de patinar sobre hielo, que –todavía hoy, no sé si de adrede o involuntariamente padece– sufrió una nueva caída que en esta ocasión la depositó en mis brazos de los que no le resultó fácil liberarse”, sigue relatando Omar.

“Para mí fue algo muy especial; creo que mientras intentaba retenerla, le dije: ‘a vos te manda Dios’ y luego de dos o tres palabras le pedí que, como recompensa por haberla salvado del seguro golpe que se habría dado, aceptara mi invitación a tomar un café en el mismo lugar”.

Así empezaba el amor entre esta asuncena y este periodista argentino que nunca más se volvieron a ver y que casi cuatro décadas después se reencontraron y se casaron gracias a las redes sociales.

Un día, Marilé le cuenta a Lily Fernández esta historia y el deseo de volver a encontrar a esa persona tan especial, en una época en que las redes sociales estaban no muy difundidas.

Sigue contando Ubierna: “En el mes de octubre del 2010, uno de mis hijos pasa conmigo unos días en Buenos Aires y en mi computadora abrió dos cuentas a mi nombre en las redes sociales, Facebook y Sónico, sin que yo tuviera conocimiento de ello, porque de haberlo sabido me hubiera negado”.

“En un momento dado se cae una fotografía que guardaba adentro de un libro. Era la imagen que silenciosamente había superado los casi 40 años transcurridos y estaba allí, como testigo fiel de la veracidad de todo lo dicho”.

“Con gran amor miré la foto que nos tomamos en 1972 en la Plaza de Mayo, a la vez me formulaba mil preguntas que era imposible responder: dónde estaría ella?, ¿se acordaría de mi?”.

“El 4 de enero del 2011, tres meses después de haber encontrado la foto, una ignota Lily Fernández me escribía: ¿Conoce usted a María Elizabeth dos Santos, que vive en Asunción?”.

“Sentí que se me paralizaba el corazón. Me costaba mucho asumir que esto estaba ocurriendo. Elizabeth (Marilé) se acordaba de mí, de mi existencia, de nuestro amor por sobre todas las cosas”.

Ella y él habían hecho sus vidas y tenían ambos hijos y nietos y estaban divorciados de sus respectivas parejas hacía mucho. Así fue que se reencontraron, se casaron con una maravillosa fiesta en la que sonaron tangos y melodiosas guaranias en la poética Asunción del Paraguay en el mes de julio del 2012, jurándose para siempre y hasta hoy amor eterno.

1972. Plaza de Mayo, Marilé y Omar en una foto.
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