Esta semana, el recorrido de los cuadernos de verano nos lleva a un rincón especial bajo una sombrilla llamativa, un joven intelectual cuyo nombre lleva un barrio y el recuerdo de un parque que clama por ser rescatado del olvido.

Toni Roberto (tonirobertogodoy@gmail.com)

¿Qué tienen que ver esta pintura de la mujer de la sombrilla y Ricar­dito?, todo y nada. Cuando Paz Encina plantea “Hamaca paraguaya”, en ningún momento se los ve hablar en primer plano a los personajes. Observando esta escena del legendario Parque Caballero, planteada o bocetada “in situ” por el pintor H. Gama­rra Frutos en los años 70 y pintada en 1980, podemos imaginarnos o, mejor, pre­guntarnos: ¿De qué hablan? ¿Qué miran ellas? Tal vez ese calmo río o ese “recodo de la arquitectura”. ¿De la zona de la avenida Artigas, Tablada Nueva o parte de barrio Jara? O simplemente un alto en una caminata… No lo sé…

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Yo imagino aquel fresco espa­cio, el lugar donde aprendí a andar en bicicleta de niño en lo que fue la vieja quinta del gene­ral Caballero, o los recuerdos de algún corso de las flores y al lugar donde empecé mi época de “trotador” para luego aban­donarla por el Ñu Guasu allá por 1990. Pero, volviendo al título de estos “cortos de verano”, digo de nuevo: “¿Qué tiene que ver Ricardito en todo esto?”.

Nada y todo… El barrio que lleva el nombre de uno de los más grandes hombres intelectua­les del Paraguay de principios del Siglo XX, periodista, pensa­dor y republicano. Aquel, que al decir de su bisnieta Maggie Bru­gada, vivía en esa zona y que en la puerta de su casa decía: “Bien­venidos a esta casa, es la casa de los pobres”, y que simplemente se llamaba Ricardo Brugada.

REFRESCAR LA IMAGINACIÓN

Estos cuadernos de verano no pretenden ser ni un estudio minucioso de cada barrio de Asunción y sus limites ni clases de historia del arte, solo acom­pañar y refrescar la imagina­ción de un caluroso domingo en pleno verano a partir de pin­turas referenciales asuncenas de los más importantes artis­tas paraguayos del Siglo XX y que la magia del arte nos trans­porte por un rato a lugares de la ciudad que hoy ya solo son un hermoso recuerdo.

Pero en el caso de este parque, espere­mos que pronto vuelva a ser el fresco lugar de encuentro de todos los vecinos de los barrios de Asunción desde la Chacarita hasta Republicano y de Sajo­nia a barrio Herrera. Tal vez para volver a ver “en vivo” esta mágica escena de la mujer de la sombrilla amarilla, la niña, el río, la colorida vegetación del parque, ahí en el barrio que lleva el nombre y apellido del legendario Ricardito, donde yo aprendí a andar en bici y otros a nadar en esa enorme pileta en un verano cualquiera de cual­quier año del siglo pasado en una legendaria Asunción que hoy se resiste a desaparecer.

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