En este artículo, el historiador Vicente Arrúa, director del Archivo Nacional, reconstruye un segmento del pasado del Paraguay desde los oficios y las actividades comerciales a las que se dedicaban hombres y mujeres en los primeros años de la Guerra contra la Triple Alianza a través de valiosos documentos.

En ocasiones, pensamos que la Historia solo se encarga de relatar los grandes acontecimientos realizados por los grandes personajes, hechos llevados a cabo por individuos importantes, como estadistas, militares, sacerdotes, etc.; en otras palabras una historia desde arriba, donde los de abajo, es decir, el resto de los mortales juegan un papel secundario, prácticamente invisible en el relato histórico.

En el presente artículo intentaremos reconstruir un segmento del pasado desde los oficios y las actividades comerciales a las que se dedicaban hombres y mujeres tanto en la capital como en el resto de la República del Paraguay en los primeros años de la Guerra contra la Triple Alianza. Para ello recurrimos a documentos del Archivo Nacional.

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Nuestro relato se centra entre los años 1865 y 1866, en plena Guerra Guasú, sin embargo, en ese momento aun no se avizoraba la gran tragedia, por lo que la vida seguía normal para muchos hombres y mujeres en varios pueblos y partidos de la República del Paraguay, incluyendo la capital, Asunción.

Consultando los catálogos del Archivo Nacional, pudimos acceder al Volumen 3272 de la Sección Nueva Encuadernación, que consiste en registros de pago de patentes de oficios de los años 1865 y 1866 donde aparecen los nombres de personas junto con la actividad que desarrolla y el lugar donde reside.

Esta patente era expedida por el Ministerio de Hacienda y acreditaba haber pagado un impuesto para poder ejercer un oficio o actividad económica específica y para ello fue promulgado un Decreto en el año 1864 que establecía sus clases y tipos (este documento puede ser consultado en: http://historia.anasnc.senatics.gov.py/index.php/decreto-que-establece-el-valor-clase-y-uso-del-papel-sellado-y-losd patentes).

Los antecedentes más cercanos a este decreto del año 1864 son los decretos de uso de papel sellado de los años 1842, 1845 y 1852 que también reglamentaban sobre las actividades comerciales y oficios varios y al compararlos podemos observar de qué manera se ha ido diversificando tanto los tipos de oficios y actividades comerciales en Asunción como en el resto del país.

Por ejemplo, en los decretos previos al de 1864, fueron establecidos un número reducido de oficios y actividades comerciales regulados por el Estado y que debían pagar impuesto, como eran los establecimientos de pulperías, construcción de embarcaciones, reñidero de gallos, mesas de billar, platerías entre otros. Los sellos se renovaban cada año y se podían pagar a principio o a fin de año.

En cambio, en el Decreto que establece el valor, clase y uso del papel sellado y patentes de 1864 se observan cambios interesantes; en primer lugar hay un aumento importante en los oficios y actividades comerciales regulados por el Estado, éstas se dividían en 11clases y estaban ordenados según la complejidad de la actividad comercial y el nivel de calificación para el desempeño del oficio. Por ejemplo en los de primera clase estaban las actividades de destilación de bebidas alcohólicas de fabricación casera en el interior del país, además del transporte de alquiler de dos ruedas (carros, carretas y carretillas) y los establecimientos de primeras letras y enseñanza pública; en los de segunda clase aparecen la elaboración de cigarros de fabricación casera, la destilación de bebidas alcohólicas pero realizadas en la ciudad capital, así como peinería, venta de carne en la Recoba y venta de madera de todo tipo. A partir de la tercera clase aparecen actividades y oficios de mayor complejidad que demuestran que los gustos y el consumo de la élite asuncena se habían vuelto más sofisticados, entre ellas podemos citar al limpiador de sombreros, las barberías, zapaterías, casas de moda y costura, retratistas, sombrererías, perfumerías, panaderías, casas de fotografías y dagerrotipos, relojerías, almacenes, retratistas, arquitectos, casa de remates al martillo, platerías, joyerías, casas de cambio entre otros.

En cuanto a los juegos y lugares de diversión y esparcimiento aparecen los juegos de bolos y balitas, juegos de dados, juegos públicos de dominó, reñideros de gallos, mesas de billar, juego de rueda de la fortuna, confiterías, fondas, casas de ilusiones ópticas y por supuesto las famosas pulperías, lugar de reunión donde se podía consumir aguardiente y que podríamos compararlas con los actuales bares y copetines, y al igual que en la actualidad, estaban divididas entre los de alto nivel, que generalmente eran explotadas por extranjeros, específicamente españoles e italianos, y se asentaban en las zonas exclusivas de la capital y otras más precarias que se habilitaban en los barrios populares de Asunción y en el interior del país. Ambos tipos de establecimientos debían pagar su correspondiente patente.

La legislación además regulaba los oficios y actividades comerciales de menor escala como la destilación de bebidas alcohólicas y fabricación de cigarros caseros que pagaban entre dos a cinco pesos, dependiendo si el establecimiento estaba en el interior o en la capital del país.

La historiadora alemana Bárbara Potthast-Jutkeit en su obra “Paraíso de Mahoma o País de las mujeres?”, realiza un cuadro comparativo sobre la cantidad de mujeres y hombres que solicitaron las patentes de oficios y arroja datos como que en el primer semestre del año 1865 las actividades donde mayor cantidad de mujeres solicitaron los permisos fueron las de destilería, donde aparecen los nombres de 299 mujeres, carnicería 39, fabricación de cigarros 23, permisos para enseñar 8 y 3 mujeres que se desempeñaban como carretilleras en los mercados populares; además, 55 mujeres solicitaron permiso para abrir pulperías, estas cifras presentan cambios en el primer semestre del año 1866, donde, según Potthast, debido al avance de la guerra, se dará una disminución de las patentes solicitadas por hombres y un leve aumento de las solicitudes hechas por mujeres.

LA PRIMERA FOTÓGRAFA

Es importante destacar el caso de la considerada primera fotógrafa paraguaya, Fulgencia Almirón, quien el 13 de enero de 1865 solicitó su patente para abrir una casa de fotografías en el barrio San Roque, alguien, que en términos actuales, podría ser considerada una representante del emprendedurismo (para mayor información sobre el tema recomendamos ver el artículo titulado el “El Fugaz fulgor de Fulgencia” de Sebastian Scavone Yegros).

Volviendo al Decreto de 1865 que regulaba las patentes, el mismo en su Art. 22 establecía una reducción de impuestos a cualquier casa o establecimiento solicitados por extranjeros que hayan formado una sociedad legal con algún paraguayo, así mismo, los extranjeros que sean propietarios de talleres donde se desarrollaba algún arte u oficio que tengan como aprendices a paraguayos, lo mismo para las tiendas de modistas que tengan a dos costureras paraguayas serían beneficiados con una disminución en el importe de la patente.

Así mismo, el decreto prohibía las bandolas o tiendas volantes, que serían los vendedores ambulantes o informales y exigía que las patentes, al igual que hoy, debían estar colocadas en un lugar visible.

Para el estricto cumplimiento del Decreto del Presidente López, se ordenó que cualquier persona que deseaba establecer una tienda, casa de comercio o taller, debía dirigirse al jefe de Policía de la capital o al Comandante Militar o Jefe de Milicia en el interior para la solicitud correspondiente y eran los Jueces de Paz, tanto de la capital como del interior, los encargados de hacer cumplir todo lo establecido en el documento.

La guerra siguió avanzando, los hombres y mujeres tuvieron que abandonar sus talleres, sus herramientas, sus tierras, la economía se desplomó y muchos de estos oficios desaparecieron con sus maestros y aprendices. Recién en el año 1869, bajo el gobierno provisorio, el Estado comenzó nuevamente a reglamentar y cobrar impuestos por los oficios pero esta vez en circunstancias diferentes.

Fuentes:

ANA-Sección Historia Vol. 339 Nro. 1 ANA-Sección Historia Vol. 251 Nro. 1 ANA-Sección Historia Vol. 272 Nro. 3 ANA-Sección Historia Vol. 298 Nro. 2 ANA-Sección Nueva Encuadernación Vol. 3272 f. 1 al 116 Potthast-Jutkeit, Bárbara. 1996. Paraíso de Mahoma o País de las mujeres? Burke, Peter. 2003. Formas de hacer Historia


Calle de Asunción donde se aprecia a la derecha la casa de fotografía.
Decreto que establece las clases y usos de patentes de enero de 1864.
Registro de patentes de 1865.
Pulpería.
Registro de patentes de segunda clase, primer semestre de 1865.
Decreto que establece las clases y usos de patentes de enero de 1864.

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