• Por Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas

Hace ya un tiempo, en Bogotá –unos 6.360 Km al Noroeste de mi querida Asunción- tuve la esclarecedora experiencia de compartir por un par de horas una mesa con Don Gabriel García Márquez y Don Hernán Darío Restrepo. No recuerdo el lugar exacto de aquel encuentro. No sé si fue o hubiese querido que fuera en aquel café mítico que fue El Automático. Aquellos tipos, exudaban periodismo. No podía creer lo que estaba viviendo. Hasta descreo que haya ocurrido. Siento que estuvo más cerca de lo onírico que de lo real. Sin embargo, me marcó para siempre. Embelesado ante dos periodistas enormes creo recordar que enmudecí. “¿De qué cosa puedo hablar con ellos?”, me pregunté una y otra vez mientras procuraba que no advirtieran mi turbación. Como en toda mesa de periodistas los mayores –ellos lo eran- recordaban historias y reían.

Cuando creí que era el momento me dirigí al Maestro Gabo y, no sin algún grado de temor reverencial, pregunté sobre el significado de primicia. Sus ojos, encerrados entre sus tupidas cejas y un bigotazo señero, se clavaron en mí. Bajé la vista. Casi balbuceando expliqué que un viejo amigo argentino que compartía con aquellos interlocutores, Rogelio “Pajarito” García Lupo, otro enorme Maestro de periodistas, me explicó alguna vez que, “como dice Gabo, la mejor noticia…” Me interrumpió y agregó: “… no es la que se da primero sino la que se da mejor”. Nos reímos y brindamos por “Pajarito” pero, luego, vino la explicación, la clase de periodismo que tiempo después –tal vez en 1996- ampliara con precisión. Dijo críticamente Gabo respecto del periodismo y el reportaje como formato de expresión periodística: “Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere de más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.”

CIERTAS HISTORIAS

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Mucho de eso pasó por mi interior cuando meses atrás, otro Maestro de periodistas y de periodismo, el querido amigo Augusto Dos Santos, puso en común conmigo el GDD (Gran Diario del Domingo), cuando sólo era una idea en ciernes. También estábamos con alguna copa entre nuestras manos en torno de una buena mesa en las inmediaciones de San Bernardino. Había mucho para pulir y debatir. Semanas más tarde llegó su ofrecimiento que acepté antes de que finalizara. Inmediatamente pensé en viejas historias que, como se quejaba Gabo, “por restricción del espacio”, siempre me quedaron informaciones para escribir y publicar. Aún recuerdo cuando a pedido de Ricardo Benítez, propuse titular “mi sección” como “Ciertas Historias Inciertas”. “No se habla más”, respondió en tono de aceptación. De allí que, con cada GDD siento que volví al periodismo. Al de antes. A aquel oficio que fue también el de mi abuelo, Don Héctor Daniel Rivas y al de mi querido viejo, Don Ricardo. Los que hicieron que algunos vestigios de sangre puedan encontrarse aún en mis venas por las que, ciertamente, sé que corre tinta. Me preguntaba Marycruz Najle cuál es la historia que más me gusta de las publicadas. No tengo idea. Siempre siento que será la que viene pero que, inmediatamente, con cada amanecer dominguero, pasa a ser la última. Así es de voraz este ecosistema, como le llaman ahora. ¿Mensajes de lectoras y lectores? Muchos, por cierto. Tan agradables que hasta me permitieron recuperar la idea extraviada de la vergüenza ante el halago que siempre considero exagerado e inmerecido.

Agradecimiento profundo a las audiencias que se expresan en las redes con tanto afecto. Eso siente éste periodista con cada “Cierta Historia Incierta” que publica en el GDD de La Nación. Pasa que hacemos periodismo que, como también lo explicara García Márquez, “es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.” ¿Quedó claro? Espero que no para intentar una vez más el desafío de explicarlo y explicármelo.

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