Una bióloga e investigadora paraguaya relata su reciente experiencia en África, un territorio que percibimos lejano y distinto, pero que revela similitudes con el nuestro en algunos aspectos. La maravillosa fauna, la riqueza cultural y la lucha por la sobrevivencia se conjugan en las imágenes que Laura Villalba comparte con nosotros en este material.

Africa, ese gigante al que probablemente solo conocemos por documentales o revistas, está presente en nuestro imaginario como sinónimo de aventura y peligro. Y aunque hablar de esa parte del mundo nos produzca la inmediata sensación de lo lejano, hay similitudes que pueden establecerse, por ejemplo, con nuestro territorio chaqueño. Buscando entender esas analogías, la bióloga paraguaya Laura Villalba estuvo días atrás desarrollando una visita de investigación a Botsuana, en la región sur del continente africano.

“Como bióloga tuve el privilegio de conocer una buena parte del mundo, y antes de ir a cualquier país, las expectativas eran claras; es decir, uno sabe con lo que se va a encontrar en Guatemala, Ecuador, Colombia, incluso países más alejados como Alemania, Italia, etc. ¿¡Pero Africa!?.. Me parecía un lugar tan incierto, tan impredecible. Antes de ir, por momentos me daba la sensación de vértigo. Una mezcla de curiosidad desmedida y miedo a todo; era incierto, con tantas historias que he escuchado. Cuando llegué me quedé impactada por la gente, como si estuviera en un universo de gente de color y yo solo me hubiese desteñido por completo”, contó la investigadora tras su reciente retorno al país.

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La experiencia tuvo el apoyo del Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial (FFEM), con participación de representantes de la Iniciativa Chaco Trinacional (que reúne a organizaciones de los países que comparten la Cuenca del Pilcomayo: Fundación Moisés Bertoni, por Paraguay; Fundación Proyungas, por Argentina, y Nativa, por Bolivia).

“La Iniciativa Chaco Trinacional se desarrolla en la Cuenca del Pilcomayo, que en realidad no es un río como tal, es más bien un delta. Con sus dinámicas propias, sin un cauce definido. Esto afecta las formas de vida de las comunidades y propiedades productivas: sequía extrema si no entra el bañado, inundaciones si ingresa... El delta del Okavango, que baña todos sitios que hemos recorrido en Africa, es el hermano gemelo del Pilcomayo. Las realidades, limitaciones y fortalezas de su población son las mismas en ambos sitios. Lo único que les diferencia son los grandes elefantes y toda su fauna en versiones 'extralarge'”, explicó Villalba. La intención es establecer una relación Sur-Sur para un intercambio de experiencias, lo que abre la posibilidad de que un grupo africano visite la región chaqueña en algún momento.

TRES MIL KILÓMETROS

El periplo de 14 días inició en Gaborone, capital de Botsuana. El equipo hizo unos 3.000 kilómetros de recorrido en diversos tipos de transporte por tierra y agua, en un circuito que incluyó la famosa reserva de Moremi, en Maun; los campamentos en Shakague, las comunidades en Seronga y el río Chobe, en Kasane. “Hemos podido compartir con comunidades, ver las formas distintas de vida, sus conflictos, su lucha por el agua, sus limitaciones y potencialidades; verificamos el estatus de la fauna local, los conflictos que causan y los beneficios económicos que generan. En las comunidades, las personas, en medio de una pobreza espeluznante nos recibían con sonrisas infinitas, fuertes abrazos y buena comida”, rememoró la bióloga.

Hipopótamos, elefantes, jirafas, leones, cebras, búfalos, antílopes, impalas, hienas, chacales, leopardos, jabalíes, kudús (antílope africano) y ñus, fueron parte constante de la escena en los safaris, en los que incluso estuvieron expuestos a ciertos peligros. “Fue muy fuerte darse cuenta que en Africa no se puede andar como si nada por el campo, las sabanas, los cerrados, inclusive ni siquiera en los hoteles. Todos estos sitios tienen colgadas latas que puedan hacer ruido para avisar sobre la presencia de elefantes, o lo que es peor, uno no puede acercarse a un árbol porque es posible la presencia de algún felino en sus ramas. En el mismo hotel, a orillas del Okavango, camino al comedor me encontré de pleno con un cocodrilo que nada tiene que ver con el tamaño de los pequeños caimanes que tenemos en nuestro país”, recordó Villalba.

“Vimos que la coexistencia con la fauna es posible con grandes esfuerzos de manejo. Y que existen alternativas para que esa coexistencia sea posible. En el Chaco paraguayo, por ejemplo, los ganaderos tienen conflictos con los grandes felinos y casi nada de incentivos que los ayude a conservarlos. La WCS en Paraguay desarrolla un programa de conservación de estos felinos, pero hará falta sumar y diversificar a actores para generar mejores alternativas”, agregó.

EL CAMBIO CLIMÁTICO

Sin embargo, a pesar de lo cautivador del entorno, también pudieron palpar de cerca la amenaza del cambio climático en esa zona, que afecta duramente a las comunidades. “En sitios como Sudáfrica, las situaciones de sequía prolongada, así como en Sudamérica, determinan limitaciones que pueden ser irreversibles. Decía un integrante del viaje: 'mucha gente cree que cambiando de país pueden evadir los efectos del cambio climático; es lo mismo que cambiar de camarote en el Titanic'. La sequía prolongada afecta no solo a la vida silvestre, afecta por sobre todo a las comunidades, a la gente que no cuenta con un sistema de suministro de agua por parte del gobierno. En esta parte de África aún se puede ver a integrantes de toda una familia buscando agua a kilómetros de su casa, de la manera más rudimentaria que se pueda imaginar”, recordó.

La experiencia en Botsuana fue para Villalba un conglomerado de emociones, donde la adrenalina se mantuvo al tope, como en el momento en que pudieron tener frente a ellos, en su estado salvaje, a una de las criaturas más maravillosas de la tierra: “Fue indescriptible el aumento en que visualizamos aquel primer león durante nuestra visita en Moremi. Ser partícipes de la puja entre nuestro chófer y el temperamento hostil del animal. Recuerdo ir acercándonos despacio y cuando él se puso de pie, consiente de nuestra presencia, con los ojos clavados en nuestro jeep, abierto por todos lados, frenamos y comenzamos a retroceder... Cuando se vuelvió a sentar, nos volvimos a acercar... Ese vaivén se repitió hasta que aparentemente él se aburrió y se acostó. Ahí pudimos acercarnos hasta quedar a 10 metros. Demás está decir que el corazón lo teníamos en la boca, que los músculos no atinaban a moverse para sacar las ansiadas fotos. Mi estado de shock no me permitió en ese momento dimensionar lo que estaba ocurriendo, pero sí me percaté de la corta distancia entre nosotros y uno de los felinos más majestuoso y peligrosos del planeta. Este viaje fue un privilegio y todo aquello que hice en la vida me llevó justo hasta ahí: desde el Chaco paraguayo, donde nací y crecí, hasta las extraordinarias sabanas de Africa”.

UN ELEFANTE POR PERSONA

En Botswana, la población de elefantes está estimada a 150.000, y en ciertas regiones, como Shakague, donde hay 18.000 habitantes, se ha estimado en 20.000 elefantes, lo que significa prácticamente más de un elefante por persona, según explicó la bióloga. Esto genera un problema de sobrepoblación grave. Los conflictos con estos animales no solo son numerosos sino además constantes.

“Los esfuerzos de las organizaciones ambientalistas en esta zona son grandes y el gobierno ha prohibido la caza regulatoria de elefantes.

En la época seca estos elefantes migran hacia el río en busca de agua, llevándose por delante todo lo que encuentran en el camino. El aumento del número de elefantes más los cambios constantes del clima vuelven esta tarea realmente difícil”, explicó la bióloga.

En Africa los grandes mamíferos están protegidos por el gobierno que propone y ofrece concesiones a los inversionistas para explotar el turismo, las organizaciones ambientalistas tratan de buscar mecanismos de coexistencia de esta fauna con las comunidades para evitar los conflictos.

La bióloga Laura Villalba (centro), durante una de las visitas a una comunidad de Botsuana.

SU TRAYECTORIA

Laura Villalba Silva es una destacada profesional paraguaya, es bióloga, especialista en mastofauna (grandes mamíferos) y en manejo de Áreas Protegidas. Actualmente y desde el 2013 trabaja para la Fundación Moisés Bertoni como coordinadora técnica de la Iniciativa Chaco Trinacional, por Paraguay.

Además coordina el programa de conservación de especies de la Asociación de la Vida Silvestre (WCS, Paraguay). Desde el 2011 hasta el presente está al frente del programa de Conservación de Jaguares, en el Chaco paraguayo.

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