El 2019 marca un hito para el corazón. En el Instituto Nacional de Cardiología se realizaron cuatro trasplantes en menos de un año, en un hecho histórico. Cardiólogos de la institución cuentan lo que se vive tras las cortinas del quirófano.

El reciente caso de una joven universi­taria fallecida en un accidente de tránsito, cuyo corazón dio nueva vida a un paciente de 59 años que estaba en estado crítico, causó gran impacto en las noticias. Ese gesto llevaba consigo un plus de enorme valor, que significó un hito en la historia médica en el país, en este 2019.

La intervención se hizo entre la noche del 23 y la madrugada del 24 de octubre, en el Insti­tuto Nacional de Cardiología Prof. Dr. Juan Adolfo Cattoni (Hospital San Jorge), centro de referencia en el área car­diovascular del Ministerio de Salud, y representó el cuarto trasplante de corazón que se hizo en menos de 12 meses (los últimos tres, en poco más de un mes). Una cifra histó­rica y, además, dentro del sis­tema de salud pública.

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El Dr. Marcos Melgarejo (48), director de la institución, médico de reconocida tra­yectoria y cabeza del equipo de cardiocirugía, relata que el proceso del grupo se ini­ció en el 2012, con la primera niña trasplantada en un hospital público. “Ese tras­plante fue de una importan­cia enorme porque a pesar de los riesgos, demostramos que estos procesos comple­jos podríamos realizarlos en un hospital público. Con Liz (la niña trasplantada) rompimos un paradigma”, recuerda hoy el director.

Tres años después, también en el Instituto, se realizó el primer trasplante de adulto. “Llevamos siete trasplantes de adultos, en un promedio de uno por año hasta el 2018, pero este hicimos cuatro”, señaló Melgarejo.

El equipo de cardiociru­gía está compuesto por unas 15 personas, entre médicos, enfermeras, anestesiólogos, sicólo­gos y personal adminis­trativo. “Hoy es el único equipo que está reali­zando este tipo de proce­dimiento”, explicó.

LOS TRASPLANTES

Cuando surge la posibilidad de un trasplante, se inicia un complejo proceso que exige la disposición plena del equipo. El disparador es la apari­ción de un/una potencial donante; en general, casos de pacientes con muerte cere­bral, que es un cuadro irre­versible. “Si el corazón es apto y hay acuerdo de la fami­lia, ahí se activa el equipo”, refirió Melgarejo.

Desde el Instituto Nacional de Ablación y Trasplante (INAT) se trasladan clíni­cos para una nueva evalua­ción. Al confirmar el cuadro, el INAT chequea la lista de pacientes en espera por un corazón y da el aviso. “Luego va un miembro de mi equipo y hace una ecocardiografía al paciente y me dice si el cora­zón es bueno o no, y si es com­patible. Esto se hace mien­tras el donante está aún en una terapia intensiva”, relató.

El proceso de ablación lleva alrededor de una hora, dependiendo de qué otros órganos se van a retirar. Cuando también se extraen otros, como riñón o hígado, el proceso se extiende porque no se puede retirar el cora­zón antes. Esto se hace prác­ticamente de forma paralela, con otro equipo que abla­ciona los otros órganos. En el momento de la ablación, al corazón extraído se le pasa un líquido que lo mantiene “vivo” y se lo traslada.

A partir de ese instante empiezan a correr los minu­tos críticos del corazón. En promedio, los médicos dispo­nen de unas seis horas desde que es retirado hasta que esté implantado. “Hemos hecho traslados desde Ciudad del Este, en avión, donde ya hay una tensión mucho mayor”, recordó el director.

El quirófano transcurre por varios momentos: el de la pre­paración, que se da de forma más tranquila, hasta la lle­gada del órgano, donde la ten­sión se eleva al tope. “Llega un momento en que saca­mos el corazón dañado y el paciente sigue vivo, asistido por una máquina (un cora­zón artificial). El paciente está vivo, pero sin corazón. La máquina cumple las fun­ciones del mismo y del pul­món. Cuando terminamos, el órgano comienza a latir en el tórax del paciente. Ver cuando el corazón empieza a latir nuevamente es un momento único”, relató emo­cionado el director.

POR 24 HORAS

El equipo está alerta las 24 horas y cuenta con cuatro cirujanos formados y uno en formación. Se dividen en dos: un grupo de ablación, que va a retirar el órgano, mientras otros preparan al paciente. “En el último trasplante empezamos nuestra rutina diaria operando a la mañana, terminamos al mediodía y entramos nuevamente a operar a la tarde. Estábamos terminando y todos estaban ya pensando en un descanso reparador, cuando a las 7 de la noche nos avisan que apa­reció un donante de corazón. En ese momento se inició otra vez todo el operativo. Termi­namos a las 6 menos cuarto de la mañana siguiente. O sea, estuvimos casi 24 horas en el quirófano”, señaló el director.

Este también es el mismo equipo que realiza los tras­plantes infantiles en el Hos­pital Pediátrico Niños de Acosta Ñu, donde se siguen los mismos procedimientos. El equipo lleva hechos 10 trasplantes en niños y niñas allí, desde el 2012.

CONEXIÓN DE POR VIDA

En todo el proceso que implica un trasplante de corazón, incluyendo el tra­tamiento de los pacientes antes y luego de la opera­ción, los médicos estable­cen vínculos muy fuertes. Aquí, el factor sicológico tiene mucha relevancia.

Así como una operación y una recuperación exitosas son hechos muy gratifican­tes, el fallecimiento tiene también su incidencia en los médicos. “Vemos desde que el paciente entra, pasan los días, si va todo bien se le da el alta y eso es muy signi­ficativo. Si en el proceso el paciente fallece, eso es muy duro”, afirmó Melgarejo.

De igual manera, hay un tra­bajo sicológico con profesio­nales especializados que se hace con los pacientes que serán receptores de órganos y con la familia del donante. “Una persona que recibe la noticia de que hay un cora­zón pasa por un momento de ansiedad muy grande, y de ahí que el trabajo sico­lógico es muy importante. El paciente que está conec­tado al corazón artificial, por ejemplo, requiere de mucha ayuda sicológica porque ellos saben que están dependiendo de la máquina que está a su lado”, señaló Melgarejo. “También hay una cone­xión que queda con todos los pacientes trasplantados y es de por vida. Nosotros pasa­mos por todas las etapas de la evolución. El seguimiento de los pacientes es durante toda su vida y es relativamente cercano”, agregó.

Melgarejo recordó además que hace un mes lo visitó el señor Alberto López. Se cumplía un año de su tras­plante de corazón: “Vino a mostrarme un diploma de que había completado una corrida de 5 kilómetros. Recuerdo que él no podía dar dos pasos por la enfermedad cardiaca terminal que tenía y ahora hizo una carrera de 5 kilómetros. Esa satisfac­ción es realmente difícil de describir”.

La tendencia debe ser hacia la donación anónima, según médico

Este momento que los profe­sionales del corazón señalan como “una nueva era”, se da en un contexto en que el debate y la promulgación (en julio pasado) de la Ley Anita aportó de forma determinante.

Para el Dr. Gabriel Preda (39), profesional paraguayo que hizo su formación en Fran­cia durante 9 años y hace diez meses se integró al equipo de trasplantes del Instituto, la donación de órganos va a ir en una curva ascendente, por lo que hay que tomar recau­dos. “La ley da un marco legal, pero hablamos de una situación en la cual bioéti­camente hay que manejarse con mucho cuidado porque del otro lado tenemos seres humanos, y todo el proceso debe ser anónimo y traspa­rente”, según su perspectiva.

El equipo de profesionales de cardiocirugía.

Preda reveló que ha pasado por experiencias para el inima­ginables, como casos en que personas le plantearon alguna suerte de “reembolso” tras donar el corazón de un fami­liar. “Tenemos varias historias parecidas, por lo que un marco legal hacía falta”, señaló.

Otro aspecto que le llamó la atención a su retorno fue la forma en que los trasplan­tes eran abordados de forma tan pública, con historias de donantes y trasplantados en todos los medios de comuni­cación. “Yo tengo una visión más europea de la situación. Y cuando a mí me contaban que había relación entre la familia del donante y el que recibió el órgano, eso me chocaba. Que eso se use de manera emocio­nal ahora, cuando estamos empezando esta actividad, en un país muy religioso, en el cual, digamos, hay mucha unión, puede servir para con­cienciar; pero hay que ver de aquí a futuro que este país está creciendo, cambiando, empieza a tener heteroge­neidad de cosas. Entonces, la tendencia también debe ser hacia la donación anó­nima, que es lo que recomien­dan los estudios sicológicos”, reflexionó el médico.

El Dr. Gabriel Preda y El Dr. Carlos Melgarejo, director del Instituto Nacio­nal de Cardiología.

LA PRIMERA INTERVENCIÓN

Cada 9 de julio se celebra el Día Nacional del Tras­plante en el Paraguay, en recordación al primer trasplante de corazón que se realizó en nues­tro país, en 1996. La ope­ración fue realizada en el Centro Médico Bautista, en Asunción, bajo la direc­ción del Dr. Joel Corvalán.

El receptor fue un hom­bre de 36 años entonces, a quien le habían dado solo seis meses de vida debido a una miocardio­patía severa, quien vivió cuatro años más con el “nuevo” corazón.

El Dr. Melgarejo, junto con Alberto López, quien a un año de su trasplante corrió una carrera de 5 kilómetros.

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