¿Qué importancia real tiene la cultura en el Paraguay? ¿Realmente los que se dedican a trabajar en ella reciben algo más que prestigio a cambio de su tarea? Las preguntas tuvieron respuesta en la voz de Bernardo Neri Farina, un periodista, escritor y académico de la Lengua. Pasen y lean.

–Che, Farina, mañana tengo que decir unas palabras en un acto, ¿me podrías escribir dos cari­llas, algo cortito nomás, para saber qué decir?

–Sí, no hay problema. Por ser para vos, te voy a cobrar 500 mil.

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–¿Quééééé? No me digas que me vas a cobrar; pero si escri­bir dos carillas a vos te lleva nada más que diez minutos.

Este diálogo, real –les juro por el botín goleador del auri­negro Fernando Fernández–, es la demostración cabal de que en el Paraguay la cultura no tiene precio.

Algunas veces, cuando la angustia de los vencimientos me ahoga, deliro pensando que en cualquier momento sonará mi teléfono y una voz amable me dirá:

–Señor Farina, le llamo de la Itaipú Binacional para con­sultarle si no quisiera usted ocupar el cargo de Asesor Cultural de la Binacional; su remuneración estaría en el orden de los 40 millo­nes de guaraníes mensuales más presentismo, combusti­ble, vehículo, chofer, seguro médico, prestación alimen­taria, préstamos a discreción y vacaciones pagadas.

No ocurrió nunca. Pero sí, hace pocos días ocurrió esto:

–Señor Farina, le llamo de… (un organismo público muy poderoso) para ver si podría ser usted miembro del jurado de un concurso literario que estamos organizando.

–Sí, cómo no, ¿y cuánto es la remuneración para el jurado?

–Lastimosamente, señor, como somos un ente público, no tenemos presupuesto para remunerar al jurado. Le daríamos, en todo caso, un certificado.

Esta es la demostración cabal de que en el Paraguay la cul­tura no tiene precio.

SER EXITOSO SIN GANAR DINERO

La cultural es la única activi­dad en el Paraguay en la cual podés ser exitoso sin ganar dinero. En todas las otras actividades, por lo general, el éxito se mide por el dinero que ganás. En la cultura podés ser exitoso y seco.

Un día llegué a casa con el ánimo exultante. ¡Flaca, aca­ban de nombrarme acadé­mico de número de la Acade­mia Paraguaya de la Lengua Española! Pilar, mi esposa, me miró con los ojos reple­tos de congoja: ¡qué bueno, es un honor que pocos tienen, pero hoy vence el último aviso y no tenemos para pagar la luz! Exitoso académico, con el riesgo de quedarse a oscu­ras. ¡Pero ser académico no tiene precio!

“MI PAPÁ NO HACE NADA”

Voy a varios años atrás. La maestra les pide a sus alum­nos una composición. El título, “Mi papá”. Mi hijo comienza su ensayo: “Mi papá no hace nada, no trabaja, solo lee y escribe”. Me trepé a los techos (después bajé). Pero mi hijo no tuvo la culpa de pensar así. En el Paraguay se piensa así. Leer y escribir son no-acti­vidades. Son cosas propias de esos tekorei partida que no hacen nada productivo.

Si en vez de ser un changa­dor cultural –como soy– hubiese sido changador del puerto, mi hijo me hubiera reconocido como “trabaja­dor”. Pero el amor de un hijo no tiene precio.

¿QUÉ DIABLOS ES LA CULTURA?

Qué diablos es eso de “la cultura”. Hay tantas defi­niciones como gente que la define. Hay libros volumi­nosos y ensayos –enjundio­sos, unos; famélicos, otros– que analizan la “cultura” desde diversas disciplinas y desde los enfoques más novedosos e impensados. Yo me quedo con una defi­nición bien simplificada que nos da el diccionario de la Real Academia: “Con­junto de conocimientos que permite a alguien desarro­llar su juicio crítico”.

Esta enunciación contiene dos elementos importan­tes y complejos. Por una parte está lo de “conjunto de conocimientos” y, por otro lado, lo de “desarrollar su juicio propio”. ¿Vale el tener conocimientos sola­mente? Según esta defini­ción de la RAE (que yo sus­cribo aunque no siempre estoy de acuerdo con defi­niciones de la Academia), eso no basta. Los conoci­mientos adquiridos deben contribuir para que la per­sona “culta” desarrolle su “juicio crítico”.

Esta definición de la RAE me gusta porque ahon­dando en ella encuentro la razón de la resistencia a la cultura en nuestra socie­dad en general y muy par­ticularmente en nuestros gobiernos.

“IÑARANDUETEREI”

Cuenta la leyenda (en el Paraguay se hace más mito­logía y leyenda que historia) que cuando a Bernardino Caballero le pregunta­ron por qué se oponía a la candidatura presidencial de su amigo José Segundo Decoud, se acarició la barba y contestó: “Iñaranduete­rei” (es demasiado culto). Eso lo hacía peligroso al redactor del Manifiesto Fundacional del Partido Colorado.

La sociedad y, sobre todo, los gobiernos aman al que sabe, pero temen a quie­nes mediante su cultura desarrollan juicio propio. Entonces, dale honores al que sabe, adulale por sus conocimientos, pedile que te escriba algo para lucirte vos y tenele cortito, pasale lo justito para que no se rebele; no le des alas para que desarrolle su juicio pro­pio. No le pagues bien. Si el individuo sabe, desarrolla su juicio crítico y si encima tiene plata será triplemente peligroso.

Pero amo hapópe, conozco individuos cultos que en medio de su angustia eco­nómica son felices al poder disfrutar de una melodía, extasiarse con un poema y tener un orgasmo men­tal ante un párrafo pleno de literatura. Y hay otras bestias incultas y ricas que son infelices hasta cuando cuentan su infinidad de billetes.

Entonces, mi estimado Farina, si querés ser un tipo exitoso, rico e infeliz, olví­date de esa cosa marginal a la que llaman cultura. La cultura no tiene precio.

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