Para Camilo Caballero Ocáriz, investigador paraguayo, la ciencia es una materia desconocida por la mayoría de los paraguayos, pero que, paradójicamente, inspira respeto o valoración. El especialista hizo una investigación al respecto y describe la importancia de crear un sistema educativo más amigable con las ciencias.

Las investigaciones demoscópicas (que significan estudios científicos para determinar el comportamiento humano a partir de sondeos de opinión) de Caballero Ocariz fueron realizadas entre el 2016 y el 2017. Según estos trabajos, en Paraguay todavía persiste la imagen del científico “Discovery Channel”.

Camilo Caballero Ocariz es investigador del Programa Nacional de Incentivo a los Investigadores (Pronii). Su trabajo se llama percepción pública de la ciencia, tecnología e innovación en Asunción y otras cuatro ciudades principales del interior del país. En él aborda parte de esta situación y refiere que ese concepto tiene que ver con el desconocimiento sobre lo que significa hacer ciencia.

“Es una situación hasta comprensible en nuestra realidad, además de que el acceso a la educación es bajo, la formación en cultura científica es prácticamente inexistente en la educación escolar básica y media. En la universidad ocurre lo mismo”, dice Caballero Ocariz.

Acceder a la formación científica sigue siendo algo reservado para el sector más pudiente de la población. Y lo seguirá siendo hasta que se logren importantes cambios en el sistema educativo, según el también becario por Becal.

Acceder a la ciencia significa adquirir cultura científica y, a su vez, esto incluye conocimientos científicos básicos, habilidades cognitivas relacionadas al método científico, acceso y comprensión de información relativamente sofisticada.

EL MITO DE LA BATA BLANCA

Todavía persiste la imagen del científico asociada a la bata blanca, el científico como una persona con una inteligencia superior. En algunas disciplinas científicas, en las que se realizan manipulaciones con productos químicos o experimentos físicos, o en las ciencias básicas, sí se requiere de un laboratorio para hacer ciencia, pero en otras disciplinas naturales y sociales y en la ciencia aplicada hay más trabajo fuera del laboratorio, se hace ciencia en el día a día, dice el profesional.

En todas las áreas y en todos los proyectos investigativos a veces el científico debe estar en un laboratorio (como la imagen de bata blanca) y en otras debe estar recorriendo la calle y en contacto con el público, investigando y comunicando.

“Es una imagen mitificada que proviene de las películas y de los medios de comunicación. Es un problema porque se ilustra un perfil difícil de alcanzar y no es ni debería ser así. El científico es un ciudadano común, un profesional más, que tiene una formación especializada en su área y una formación en ciencias”, detalla.

ASÍ VISUALIZAN EN PARAGUAY A LA CIENCIA

La ciencia sigue siendo una “caja negra”, pero algo que suena interesante para la mayoría de la población paraguaya. La principal barrera, según Caballero Ocariz, es no tener una noción del cómo se investiga.

En los principales medios de comunicación el relato se concentra en el resultado al comunicar un hallazgo científico, pero no se cuenta de manera detallada y simple cómo se llegó a tal resultado buscando explicar en términos comunes que también expliquen el método científico. Tampoco se comunica sobre cómo se elige, qué pregunta de investigación se plantea y cómo se administran los recursos humanos y otros insumos necesarios para realizar investigación.

La encuesta nacional realizada por Caballero Ocariz, que además es máster en comunicación y cultura de la ciencia y la tecnología por la Universidad de Salamanca, arrojó varios resultados, entre ellos que el 75% de los encuestados está de acuerdo en que el Gobierno debería aumentar los recursos para ciencia y tecnología.

Sin embargo, el 95% no conoce ninguna institución científica del ámbito nacional. Por otra parte, la encuesta a estudiantes arrojó que los mismos declaran tener un interés en ciencia y sí valoran como atractiva la profesión científica. De todos los consultados, solamente un 16% conoce el Conacyt y 35% conoce la existencia de científicos en Paraguay.

Según datos de la red de indicadores de ciencia, tecnología y sociedad, en el 2015 en Paraguay se contaba únicamente con 0,35 investigadores por cada 1.000 habitantes de la Población Económicamente Activa (PEA). En el mismo año, el promedio de América Latina y el Caribe fue de 0,93 investigadores por cada 1.000 habitantes de la PEA.

Actualmente, la cantidad de investigadores se duplicó en relación al 2015. Con todo esto expuesto, Caballero Ocariz habla de una necesidad de que los que tienen las riendas de la ciencia en Paraguay tengan una profunda comprensión y un sólido amor.

CIENCIA Y ESTADO

Una cuestión clave a comprender, según el investigador, es que un Estado no debe invertir en formación científica solamente pensando en la visibilidad en las grandes revistas y grandes centros investigativos. “Todo eso es muy importante, pero no es lo único”, remarca.

Tampoco se debe invertir en ciencia pensando en la rentabilidad económica de eventuales hallazgos o patentes. Para él, una de las claves está en evitar (por más que exista una política científica establecida como política de Estado) que los gobiernos puedan influenciar en los resultados según intereses.

Hay una inseparabilidad de los resultados, según los contextos institucionales, en la manera en cómo se toman las decisiones y quiénes son los miembros de los espacios de tomas de decisiones que afectan a la integridad de las políticas científicas.

¿Por qué se debe llevar la ciencia a toda la población?

“Una persona científicamente culta toma mejores decisiones en la vida. Hace análisis más rigurosos, tiene mayor conocimiento y conciencia de una vida sana, etc. Esto lo dicen los estudios de ciencia, tecnología y sociedad, autores como Jon Miller que hablan sobre la cultura científica cívica”, asegura Caballero Ocariz.

Agrega además que creció el interés estatal, ya que los gobiernos anteriores que participaron en el diseño y primeros pasos del Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación (FEEI) lo consideraron casi como programa estrella.

Para Caballero Ocariz no es un dato menor el hecho de que apenas salieron a la luz resultados de investigaciones que tocaban temas sensibles para ciertos sectores, se iniciaron campañas de incidencia sobre el manejo de las políticas de ciencia y tecnología, pero cree que es una señal positiva porque indica que la ciencia en Paraguay creció.

En resumen, la ciencia dejó de estar distante del espectro político, pero esto también conlleva riesgos.

Paraguay va por el quinto año de ciencia involucrada como política de Estado. En los países de la región, lleva 20 e inclusive 30 años de proceso. Según Caballero Ocariz, Paraguay tiene iniciativas que deben expandirse mucho más. En este apartado son muy trascendentes las cátedras de ciencia, tecnología y sociedad que llevan adelante el Conacyt, orientadas a formar docentes en una perspectiva. Además, las becas para el exterior y fondos concursables para proyectos de investigación.

Para cerrar, Camilo Caballero Ocariz explica que Paraguay está en desventaja en relación con los países de la región (y ni qué decir en el contexto internacional), pero tiene oportunidades de aprender de otras experiencias y desarrollar nuevos paradigmas para una mejor inserción en el mundo y en la economía basados en el conocimiento. Es por eso que invertir en ciencia profundiza y asegura los beneficios de invertir en educación, por eso se deben hacer ambas inversiones de manera coordinada.

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